Quantcast
Channel: HISTORIA PUENTE DE GÉNAVE................ el Blog.
Viewing all 215 articles
Browse latest View live

EVOLUCIÓN DE LA MUJER DE LA SIERRA DE SEGURA

$
0
0
EL PAPEL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD RURAL.

Por José Ant. Molina Real

La mujer rural andaluza, y por consiguiente, la mujer de la Sierra de Segura también, ha dejado de ser una fotografía fija en blanco y negro para convertirse en un personaje con dinamismo que irradia color, que ha sido capaz de trasformar su realidad a base de esfuerzo, preparación y cualificación, lo que le ha permitido romper estereotipos y avanzar hacia una sociedad más igualitaria, contribuyendo así decididamente al desarrollo de este territorio que es la Sierra de Segura. Para esta labor es estrictamente necesario, la aportación, a través de la creación de programas específicos, por parte de la administración de una política igualitaria que regule, dentro del marco social, las relaciones de fomento y asociacionismo femenino en beneficio del desarrollo social y económico de nuestro territorio.
La historia del S. XX ha dejado en toda la España rural, en Andalucía y también en nuestra sierra, un sinfín de historias tejidas a base de trabajo, voluntarismo, dedicación y mucha lucha personal; esas microhistorias de mujeres que han ido forjando y conformando la realidad de nuestra comarca, pero con aportaciones poco reconocidas debido al papel secundario al que le relegó una sociedad marcadamente machista, especialmente en el marco rural en el que se ha desarrollado la historia de la Sierra de Segura.
Mujer serrana con su habitual vestimenta.
Hubo, por lo tanto, excesivos periodos de sombras, donde la vida fue extremadamente dura en nuestra Sierra de Segura, donde el hambre llegaba a visitar a demasiados hogares, con excesivo trabajo que no repercutía en el bienestar de sus gentes que se acostumbraron a vivir con escasez de recursos y con prácticamente nulos servicios básicos, empujando a sus jóvenes a la emigración y, por consiguiente, a un recambio generacional inexistente que condenó al olvido y abandono a muchas aldeas que salpicaban nuestro paisaje serrano. Y todo esto en una época donde la mujer desarrollaba una importante, pero silenciosa y silenciada, labor familiar y social, infravalorada por un arraigado costumbrismo carente de igualdad; donde las mujeres no podían elegir modelos de vida a seguir, siendo la sumisión, al padre en un primer momento y después al marido, la característica de vida.
Mujer y familia. Foto 1933
La mujer de nuestra sierra no tenía acceso a la formación ni a las posibilidades de independencia ni progreso personal, por lo que nacer mujer era siempre sinónimo de dedicación a los demás, cuidando hermanos más pequeños primero, al servicio de padres después, para pasar después con el matrimonio al cuidado del marido y de los hijos. Por esta razón no resulta exagerado considerar a la mujer como un pilar fundamental en el desarrollo de la vida social y económica de nuestra sierra, aportando un trabajo, tanto fuera como dentro del hogar exento de horarios ni descanso, dando ejemplo de continua fortaleza, lucha, ánimo y tesón que es justo que esta sociedad moderna reconozca y valore.
Trabajo infantil femenino 
Para apreciar algunos cambios respecto a las dinámicas igualitarias, si exceptuamos el corto tiempo vivido en la II República, donde las determinaciones legales promulgadas en la Constitución de 1931, tendentes a propiciar una sociedad más igualitaria no llegaron a tener resonancia, por el corto periodo que abarcó y lo complicado que resultaba asimilar todos esos conceptos en una sociedad rural sumida en el subdesarrollo arraigado en tradiciones que pesaban socialmente más que las leyes; los debemos buscar en el periodo inicial de nuestra actual democracia para apreciar nuevos modelos sociales que afectaron positivamente en los derechos y vidas de las mujeres tendentes a la igualdad, aunque cabe decir que después de casi cuarenta años, y ya en el S. XXI, aún queda bastante camino por recorrer.

Cuando hablamos de cambios en los modelos nos referimos a la transformación y modernización consolidada a raíz del cambio democrático y la apertura a la sociedad de una mujer reforzada por una formación y una preparación que le permitió asumir nuevos retos y metas hasta conseguir la plena ciudadanía. Pero no podemos olvidar que esa igualdad formal no deja de ser eso, formal y nada más, pues en la práctica la mujer tiene que seguir luchando por la obtención de la plena igualdad, cuestión que hace necesaria una concienciación e implicación de toda la sociedad, principalmente de la clase política al promulgar diversas leyes de protección de hecho diferenciador femenino en un mundo donde el predominio masculino es visto con toda naturalidad.
Segregación en la escuela tradicional del franquismo.
Un factor determinante que ha contribuido a mantener a la mujer en este papel de ostracismo y marginación ha sido el educativo, donde la formación básica a la que tenía acceso la mujer de nuestra sierra era exclusivamente referida a la dependencia respecto al hombre, manteniéndola al margen del acceso a la escolarización por lo que históricamente el analfabetismo ha sido mucho mayor porcentualmente entre la mujer, cuestión a la que contribuía con claridad el hecho de la enorme dispersión en aldeas y cortijadas existente en la Sierra de Segura, y caso de producirse esa escolarización es lógico pensar en un alto grado de absentismo, en una escuela donde la mujer aprendía básicamente a leer y escribir y unos valores religiosos que la condicionaban y estigmatizaban. Este aspecto, que ni tan siquiera cambió con la llegada del liberalismo en pleno S. XIX, tampoco cambió durante el S. XX, acrecentándose incluso más durante los años de postguerra, lo que unido a un estricto tradicionalismo, más acentuado en el mundo rural, supuso una clara marginación social de la mujer de la Sierra de Segura.
Escuela rural durante los años 50.
La vida social de la mujer de aquel tiempo se limitaba a la ofrecida, previo permiso paterno o del marido, a las ofrecidas por el Régimen Franquista y la Iglesia, siempre enfocadas como práctica de sumisión y dedicación que las mujeres debían practicar. La Sección Femenina de la Falange Española se convirtió en un instrumento, como también lo fue la Acción Católica Femenina que controlaban los párrocos de los diferentes municipios serranos, para realizar actividades folclóricas, participación en diferentes campañas formativas y tradicionales, desarrollo de acciones religiosas, etc…; en las que solían participar mucho más las jóvenes ya que las mujeres más adultas no podían descuidar las obligaciones laborales de ayuda y complemento al varón y las familiares que le mantenían perennemente ocupada. Participar en cursos de cocina, de costura o de bordado era algo habitual y que se complementaba con la participación en actos religiosos como procesiones o en el coro parroquial; por lo que la mujer rural, durante el régimen franquista, debía siempre anteponer su funcionalidad hogareña y de defensa de los intereses familiares a su formación integral de valores y capacidades personales, pasando de la etapa de control y servicio marcado por el padre al control y servicio del marido.
Partido baloncesto de la Sección Femenina. Puente de Génave-Siles. 1959
Pero en nuestra comarca, con una actividad económica basada en la producción agraria, la participación de la mujer no se limitaba al trabajo en el hogar, convirtiéndose en pieza esencial, ya desde muy niñas, en los trabajos del campo, sobretodo en el olivar y en especial en la etapa de la recolección, donde no sólo tenían que arrodillarse en un suelo castigado por las bajas temperaturas del invierno serrano para ir cogiendo una a una las aceitunas, sino que además tenían que ocuparse de elaborar y preparar la comida para todos los participantes en dicha recolección. Y cuando participaban en tareas del campo por cuenta ajena, como jornaleras, siempre percibían salarios inferiores a los de sus compañeros varones bajo el criterio de la fuerza, lo cual significaba una manifiesta infravaloración de su trabajo y de su persona.
El duro trabajo de las aceituneras.
Además era normal contar con animales domésticos como gallinas, conejos o cerdos que suponían una importante fuente de sustento familiar, siendo su cuidado y alimentación tarea exclusiva de la mujer de nuestros pueblos. Esa mujer de nuestra sierra que buscaba la ocasión y el tiempo para desplazarse al arroyo o río cercano primero, y lavaderos públicos después, para, cargada con grandes cestos de mimbre llenos de ropa, realizar la colada en esas aguas frías, incluso gélidas en invierno, junto con ese jabón casero que ellas mismas habían elaborado a base de reutilizar el aceite usado. 
Lavando la ropa en el lavadero.
El lavadero era un lugar de cierta privacidad femenina, era un clásico momento de escape del control formal de una sociedad machista, donde la comunicación se convertía en más íntima y fluida, y los comentarios e inquietudes femeninas, no exentas de la crítica e ironía, mostraban con mayor claridad la personalidad  y las inquietudes individuales; siendo el lavadero un importantísimo centro exclusivo de expresividad en libertad pues otros posibles lugares de reunión como bares o tabernas eran prohibitivos sin la compañía masculina. También la mujer rural realizaba una tarea sorda e inapreciable como era la del cuidado del entorno del hogar. Ella encalaba la fachada de la casa de forma periódica, ella llenaba de macetas y plantas ese entorno para dar color y alegría al hogar y ella también se encargaba cada día de mojar con una rústica regadera antes de pasarle la escoba al trozo de calle que le correspondía para mantener “aseado y curioso” ese entorno próximo.
Barriendo la calle.
En un tiempo de enorme carencia, de cierto aislacionismo y de mucha penuria, por lo que la atención social era también trabajo de la mujer; ella se encargada del cuidado de nuestros mayores, proporcionándoles los cuidados y atenciones necesarios, incluso en la enfermedad, y que se extendía tanto a sus propios padres como a los padres de sus maridos, intentando llegar allí donde la enorme carencia de servicios sociales, propios de aquel tiempo, nunca llegaban. Proporcionar afecto, cariño, lavar o coser la ropa, cocinar para ellos, mantener sus hogares que nunca solían estar muy lejos del propio especialmente en las aldeas, gestionar su día a día o incluso convivir con ellos, en casos necesarios, bajo el mismo techo, era algo extremadamente normal.
Amasando el pan.
Otro aspecto que debemos destacar en esa mujer de la Sierra de Segura es como ha sabido aprovechar los recursos del entorno para aportar a la familia el sustento y alimentación. Su inventiva e imaginación, a través de los productos que la tierra ofrecía, elaboraba día a día, no sólo el pan que iba a cocer al horno comunitario, sino infinidad de suculentos platos y conservas que nosotros guardamos dentro de la tradición más arraigada. Las patatas, los ajos y diversos productos de la huerta, junto con los derivados del cerdo y de animales de corral, aportan numerosas recetas que dieron sabor a nuestros mayores y que ahora podemos degustar. Los diversos platos a base de ajo como son el ajoharina, el ajopringue, el ajoatao o el ajomulero son esquisitos, así como también los son las migas y gachamigas, el fritao o los galianos, y, como no, toda una enorme variedad de guisos y carnes domésticas o de caza que la sierra siempre ha ofrecido. Además la repostería de tradición es amplia en surtido: flores, hojuelas, enredos, borrachuelos ó panetes son nombres dulces y populares; también son tradicionales las tortas dormías, de garbanzos, sobás o de nueces; los roscos de naranja, roscos feos, y las típicas gachas para Todos los Santos. También las mujeres colaboraban en la elaboración de licores que surgían del alambique, dando lugar a un aguardiente de gran calidad, que además sirve de base para diversas bebidas que se elaboran desde tiempos remotos, como la gloria (mediavida ó zurracapote), la mistela, el licor de café y las ratafías que se obtienen mediante maceración de diversos ingredientes.
Cocina tradicional serrana.
Debemos mencionar que si hay un momento estelar en cuanto a la preparación del sustento familiar ese es sin lugar a dudas el momento de la matanza. Hay que destacar que entre las carnes domésticas, la del cerdo, ocupa papel principal y la mujer serrana ha resultado imprescindible en el proceso de la matanza, desde los preparativos previos con la compra de especias necesarias, el lavado de calderas con vinagre y sal hasta el pelar y cocer la cebolla que, después del lavado de tripas, se utilizarán en el embutido de chorizos, salchichones y morcillas; sin dejar de olvidar que ellas debían preparar las correspondientes comidas para todos los que participaban y ayudaban, que eran muchos, al ser un evento claramente de reunión familiar.
Embutiendo en la matanza.
Pero las dinámicas de la mujer en nuestra sierra no pudieron abstraerse de las penalidades y la subsistencia que contrarrestaban con los cantos de sirenas que llegaban desde puntos tan distantes como Cataluña, Baleares o Valencia. Aquellos serranos pioneros que tuvieron el atrevimiento de iniciar la aventura de la emigración, con sus cartas, ejercían un poderoso poder de atracción para otros muchos serranos que no tuvieron más remedio que abandonar sus aldeas y cerrar sus casas para imitar el camino que, a finales de los años cincuenta y todos los sesenta, siguieron muchas familias para intentar dar nuevas expectativas a sus vidas. Y ya no eran migraciones temporales como lo fueron la vendimia en Francia o el tomate y la naranja en la costa levantina, eran ya movimientos de familias que decidieron establecerse para servir de mano de obra abundante a la industria y al sector servicios de una zona mediterránea que ejercía un gran poder de atracción económica. De esa forma, casas, calles y caminos de nuestra sierra se fueron quedando vacíos, aunque las dinámicas de los que se quedaron cambiaron muy poco pese al proceso de modernización que a nivel nacional trajo consigo el desarrollismo económico de los sesenta.
Emigración desde la estación de tren de Jaén.
Las familias que decidieron quedarse siguieron dependiendo casi en exclusiva del trabajo del campo, aprovechando los recursos precarios de la sierra, y aunque a su entorno comenzaba a llegar los primeros símbolos de la modernidad con el estruendo de algún vehículo o el poder ir al centro parroquial para ver la televisión, la vida en la sierra seguía siendo difícil. Las comunicaciones mejoraron, se podía mandar telegramas y algún teléfono cercano nos permitía la comunicación con los familiares que estaban lejos, incluso el autobús que recorría la sierra desde Santiago hasta Puente de Génave se convirtió en elemento dinamizador, que permitía enlazar para viajar a Jaén, con la Alsina, a Madrid, con la Pava, o Albacete, con el Terne, y desde allí, con el tren a cualquier otro lugar de España. 
El Terne. Línea Puente de Génave-Albacete
Algunos negocios familiares empezaron a proporcionar de todo aquello que podría calificarse de primera necesidad, y en las tiendas del pueblo se podía comprar desde una aguja, los novedosos yogures e incluso muebles. Las tendencias hacia lo moderno, ya implantadas en las zonas urbanas, invadieron las dinámicas de vida de la Sierra de Segura, a través de la televisión y de lo que aportaban aquellos emigrantes que regresaban en verano a sus lugares de partida para pasar unos días de vacaciones en medio del entorno y las gentes que les habían visto nacer, aportando una visión más amplia y abierta a los cambios y una mayor capacidad de asimilación respecto a nuevas formas de vida. Las gentes empezaron a solicitar y disfrutar de servicios, algunos de ellos públicos, de los que habían prescindido durante toda su vida y la de sus antepasados, que ahora se consideraban imprescindibles; los electrodomésticos empezaron a verse en algunas casas, los taxis dejaron de resultar necesarios por la proliferación de transportes públicos y vehículos particulares; las tiendas se diversificaron y apareció una intercomunicación más ágil y directa entre las diferentes aldeas y pueblos de la comarca.
Casa del médico. Puente de Génave
Y en medio de estos cambios, la mujer, que pudo, gracias a ellos, conseguir mayor grado de autoafirmación y estima personal; bien es cierto que limitado especialmente a la población más joven, que pudo romper las fronteras de la comarca para iniciar estudios de grado superior en Úbeda o incluso acceder a la universidad en Jaén o Granada, ya que las mujeres más adultas siguieron sufriendo el modelo segregador y machista imperante durante tanto tiempo, pero que pretendían dar a sus hijas la oportunidad de romper con los estereotipos sociales tradicionales de ser hija, madre y esposa, intentando una aventura formativa que les proporcionara una oportunidad en el mercado laboral. Es por tanto, este el comienzo del camino hacia la emancipación de la mujer de nuestra comarca, el momento en el que la mujer empezó a romper las fronteras que la delimitan, cuando la mujer serrana pudo salir y observar que otros modelos de convivencia eran posibles y cuando las dinámicas sociales, con la llegada de la democracia, permitieron una apertura hacia la consideración social de la mujer en un plano de igualdad de derechos y de deberes. Efectivamente, desde el departamento del Instituto Andaluz de la Mujer creado por la Junta de Andalucía en 1989, la propia Diputación de Jaén o desde los diferentes ayuntamientos de los trece municipios de la Sierra de Segura, se han propiciado iniciativas favorecedoras de una igualdad real y no tan sólo teórica de la mujer de nuestra comarca, se ha desarrollado el asociacionismo entre las mujeres que han podido desarrollar y desarrollarse, dentro de programas específicos, el debate sobre experiencias favorecedoras de la igualdad entre géneros, incrementando notablemente la concienciación social y posibilitando la realización de estudios y diagnósticos en los distintos municipios desde una perspectiva de género.
Actividad organizada por GDR Sierra de Segura
Ahora es habitual la realización de programas formativos para preparar a la mujer para la integración social, con pautas y asesoramiento sobre problemáticas que los nuevos tiempos han ido introduciendo, y laboral, con instrucción y formación básica en este ámbito. A ello se ha contribuido especialmente desde los ayuntamientos al establecer servicios de atención a la infancia hasta los 3 años, lo cual ha liberalizado a la mujer de cierta carga de trabajo doméstico, al quedar mucho trecho que recorrer en cuanto a la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en torno al cuidado de los hijos y respecto a las tareas domésticas.
Curso de formación en los encuentros de Asociaciones de Mujeres de la Sierra de Segura.
Hoy en día, y aun siendo conscientes del mucho camino que todavía queda por recorrer, nos encontramos una mujer que en la Sierra de Segura es una mujer activa e integrada en dinámicas sociales, una mujer preparada y conocedora de sus objetivos porque sabe de sus carencias, con amplia participación en todos los ámbitos a los que puede acceder desde sus municipios como pueden ser la política o el asociacionismo, en definitiva, una mujer abierta a las demandas que la sociedad moderna plantea en un entorno social ruralizado.


EL HOSPITAL. UN SUEÑO PARA SIERRA DE SEGURA

$
0
0

Hace ya casi 20 años cuando empezó a consolidarse la idea de la construcción de un hospital que viniera a cubrir las necesidades de toda la comarca de la Sierra de Segura. Históricamente había sido una necesidad que se ahogaba en dificultades financieras y que tropezaba con demasiadas puertas y despachos. Hoy en día es una realidad, consolidándose como marco de atención sanitaria para los más de 25.000 hb. de nuestra comarca.
Vista panorámica del hospital de la Sierra de Segura
El Hospital de Alta Resolución Sierra de Segura fue inaugurado el 21 de julio de 2005 por Manuel Chaves, presidente por aquel entonces de la Junta de Andalucía, siendo ubicado en Puente de Génave, en el Km. 0’3 de la carretera que le une al municipio de La Puerta de Segura (Jaén), dando cobertura sanitaria a los municipios de los que es área de referencia que son: Arroyo del Ojanco, Beas de Segura, Benatae, Génave, Hornos, La Puerta de Segura, Orcera, Puente de Génave, Santiago-Pontones, Segura de la Sierra, Siles, Torres de Albanchez y Villarrodrigo.
Esa satisfacción, generalizada en toda la comarca, se manifestó por diversos medios y, en especial en Puente de Génave. Así lo ponía de manifiesto, en un artículo publicado en el año 2000, nuestro amigo Pedro Ruíz Avilés. Dicho artículo lo recuperamos para percibir las sensaciones que tal anuncio provocó en nuestro municipio y, por extensión, en toda la Sierra de Segura, a cinco años vista de su inauguración.
Inauguración de las instalaciones del hospital por el presidente de la Junta de Andalucía


POR FIN UN HOSPITAL

Indudablemente uno de los grandes avances del S. XX ha sido la mejora de la calidad de vida de la población en los países desarrollados. El estado de bienestar, traducido en la consecución de la igualdad de oportunidades para la educación, las prestaciones sociales y la sanidad universal; es una de las mayores conquistas logradas en el mundo llamado desarrollado, siendo una reivindicación tradicional dentro del contexto español de gran parte de la población andaluza y más en concreto de la de nuestra comarca.
Ámbito de cobertura territorial
   Es bajo estas premisas como se debe interpretar la decisión de la Junta de Andalucía de construir un hospital en la Sierra de Segura, obviando los criterios economicistas y atendiendo a las características especiales de la Comarca, primando otras consideraciones territoriales, sociales y de desarrollo rural; entre las que se pueden destacar la dispersión de la población, carencia de infraestructuras, dificultad en las comunicaciones, articulación y cohesión territorial, atraso económico y una debilidad demográfica entre otros factores.
Pienso que constituye la mejor noticia recibida por la Comarca en muchísimos años y en cierto modo –y como ya ha afirmado el alcalde de Puente de Génave- constituye una restitución, una compensación a casi tres siglos de marginación y expolio a sus hombres y mujeres de sus riquezas, que la convirtieron en lo que un ilustre serrano, D. José Bautista de la Torre, llamó la “Guinea de España”.
D. Ramón Ruíz. Médico en Puente de Génave y
padre del autor del artículo.
Para mí, como hijo de médico rural que ha desempeñado más de 45 años de su vida profesional en la Sierra de Segura, el hecho de contar con un hospital supone una inmensa satisfacción. Desde que tuve capacidad de discernir fui testigo, principalmente en mi casa o a través de conversaciones que escuchaba, de la satisfacción producida cuando se solucionaba de forma positiva atenciones médicas, pero también de la impotencia y zozobra en muchos otros, donde la carencia de medios hacían irremediables casos clínicos. Mi padre atendía las más variadas exigencias que la salud y la sanidad le presentaban, desde un parto a fracturas muy diversas, desde dolores de cualquier tipo a asistencia a accidentados, desde la muerte repentina de personas conocidas y/o queridas a un simple resfriado; y todo ello sin poder acceder a lo que la medicina moderna dota hoy a los profesionales de la salud. Fueron incontables los días y las noches de guardia para visitar a un enfermo o acudir para atender a un malherido, todo ello circulando por unas carreteras de esta sierra que estaban en un estado infernal, incluso, en ocasiones, en circunstancias en las que la vida dependía de una atención inmediata o de una cura de socorro.
Casa del médico en Puente de Génave
El puente que existía en la N-322 que va desde Córdoba a Albacete en su confluencia con la carretera que por La Puerta se adentra en el corazón de la Sierra, justo enfrente de donde estará ubicado el hospital, fue durante muchísimos años una trampa mortal, como lo fueron las estrechas carreteras de la sierra o la mismas curvas de la Cuesta del Madroño yendo al Arroyo. Allí muchos serranos, muchos viajeros, perdieron su vida ante la falta de medios para evitar pérdidas irreparables. Ni tan siquiera un primario puesto de la Cruz Roja que se instaló en las proximidades de Puente de Génave que contaba con una rudimentaria ambulancia ya bien entrados los años 70, pudo paliar tanta precariedad. La imagen de estas personas, de enfermos y enfermas manifestando en sus rostros el dolor y el sufrimiento, impactó en mí tan fuertemente que, contra la opinión familiar, nunca quise ser médico. No creí que pudiera contar con el valor y el carácter que la profesión requiere.
Ambulancia del puesto de la Cruz Roja de Puente de Génave
No se ha valorado suficientemente el sacrificio y la deontología profesional de los numerosísimos médicos rurales, de muchos profesionales de la salud que en la Sierra de Segura han dejado parte de su vida, recorriendo pueblos. Aldeas y cortijadas, haciendo lo imposible por superar la penuria de medios y el alejamiento de centros de atención mejor dotados. Úbeda, con su hospital, quedaba siempre muy lejos, como mínimo a hora y media en el mejor de los casos, y las posibilidades de desplazamiento y de recursos de los serranos tampoco eran los de hoy en día. Ahora, que tanto se habla del médico de familia, de mejorar la relación médico-paciente, de la atención de proximidad, a mí me gustaría que en el flamante hospital de la Sierra de Segura, bien dotado de nuevos profesionales no perdiese esa cercanía y familiaridad en la que, se reconocieran y transmitieran los valores que honran a un oficio o una profesión.
Atención primaria a domicilio

En fin, que los serranos y quienes mantenemos fuertes vínculos con esta hermosa, por otro lado, Sierra de Segura, estamos de enhorabuena y debemos felicitarnos, y felicitar a las autoridades intervinientes en la toma de esta decisión, y a nuestros representantes municipales que han sabido renunciar a intereses localistas para apoyar un logro que, sin duda, constituye un verdadero hito en la historia de nuestra tierra. Desde hace unos años están demostrando cómo su coordinación, su unión, su buen hacer, les permite lograr reivindicaciones que para muchos eran inalcanzables. Yo así lo pienso. Una vez más la unión hizo la fuerza.
Instalaciones del Hospital de la Sierra de Segura

       Ahora, y de igual manera, la lucha debe seguir para convertir en realidad otros proyectos como el Parque Temático, la presa del Alto Guadalimar, el LEADER, la depuración de aguas residuales, los nuevos regadíos, etc… que repercutan en la modernización y el desarrollo de toda la Sierra de Segura.
En mi nombre, y en el de muchos serranos amantes de la Sierra de Segura, muchas gracias.

                                                                           Pedro Ruíz Avilés.


EL TRANCO, LA SIERRA Y SUS GENTES

$
0
0
EL EMBALSE DEL TRANCO Y LAS TRANSFORMACIONES SOCIOECONÓMICAS EN EL ENTORNO DE LA SIERRA DE SEGURA.

Por José Antonio Molina Real ( jt )

La comarca de la Sierra de Segura es un ejemplo de territorio dotado de abundantes recursos naturales, cuya explotación pública o privada, desde el siglo XVIII, ha favorecido a intereses externos, que incidieron en su empobrecimiento y falta de desarrollo. Por la riqueza forestal de sus montes fue objeto de una particular atención y control por parte del Estado, siendo declarada en 1748 como “Provincia Marítima” para sus aprovechamientos madereros, al constituir su madera una materia prima estratégica para los astilleros de la Armada de Cádiz y Cartagena, además de servir para la construcción de obras y edificios públicos, a lo que se unió que, ya a mediados del siglo XIX, la madera fue utilizada para traviesas de ferrocarril en un momento de enorme proliferación y construcción de trazados por todo el territorio nacional. Este interés permitió que los montes públicos y la impronta forestal mantuvieran su trascendencia hasta bien entrado el siglo XX.
El embalse del Tranco de Beas, de Hornos o de Monzoque

Pero además de la madera debemos considerar también como una explotación exógena la realizada con el agua. Será a principios del siglo XX cuando este territorio sufrirá una alteración de mayor calado para satisfacer intereses que se apartaban de los propios de las gentes de nuestras tierras, siendo la construcción de diversos embalses los que vinieron a inundar ricas vegas y huertas, al tiempo que diversas aldeas y cortijadas. Destacaremos entre todas estas construcciones la del embalse del Tranco bajo un proyecto iniciado en 1929 y que comenzó a acumular agua en 1944 y que concluyó su obra definitivamente en 1947 (la indicación en la caseta de la misma presa de 1946 es errónea).
Inscripción en la Presa del Tranco 
La presa se sitúa en el paraje denominado del Tranco de Mojoque o de Monzoque, en la confluencia de las carreteras A-6202 que, procedente de Villanueva del Arzobispo, une la N-322 con la A-319 que a su vez comunica Cazorla a través del Puerto de las Palomas con el propio Tranco y la villa de Hornos de Segura. Este gran embalse presenta una presa de arco de gravedad y planta curva con una altura sobre cimientos de 93m. y su longitud de coronación de 290m., y que extiende su lámina de agua de 1.800 Ha. por los términos municipales de Hornos y Santiago-Pontones, ocupando una cuenca/vertiente de solo 550 Km2 drenada por los ríos Guadalquivir y Hornos y de otros ríos, arroyos y barrancos que le aportan sus aguas directa o indirectamente al propio embalse, destacando el arroyo Amarillo, el del Montero, el del Mojoque, el de la Mesa, el de la Fuente del Oso, el de las Espumareas, el de las Huelgas, el de la Cabañuela, así como también las aguas provenientes del barranco del Cerezuelo, las del barranco de los Frailes, las del arroyo del Retozadero, las del arroyo del Aguadero, las del arroyo de las Canalejas, las del arroyo del Lobo, las del arroyo del Cañete, las del arroyo de la Cuesta de la Escalera, las del arroyo de los Molinos y los ríos Borosa y Aguasmulas; todos estos aportes en una zona, nuestra sierra, que se caracteriza por tener una de las medias pluviométricas más altas de España ya que se acerca a los 850 mm. de media anual, teniendo una capacidad total de 498’2 Hm3 lo que le permitió figurar, hasta 1969, como el de mayores dimensiones de Andalucía y era la tercera presa en Europa por capacidad de embalse en el momento de su entrada en servicio.
Arroyo de las Trucha en su confluencia con el río Borosa

El lugar donde se sitúa la presa se denominaba tranco pues era un paso tradicional angosto y estrecho de auténtico vértigo sobre el río utilizado por los habitantes del valle de cabecera del Guadalquivir para salir a los valles exteriores junto a la comarca de la Loma. Dejamos constancia aquí de la sobrecogedora descripción de este tranco o paso de desfiladero que se relata en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar de Pascual Madoz (Madrid 1845-1850): "Este camino aunque firme por estar todo en sierra, es fatal; en él se encuentra el difícil y peligroso paso del Tranco de Monzoque, que divide el término de dichas villas y el de Segura. Este tranco está en una elevadísima risca situada a la derecha del Guadalquivir, y si tiene acceso aunque muy difícil, es por medio de cortes y composiciones hechas en su trayecto. Antes de dominarla, preséntase la vereda en un vacío, desde el cual por medio de agujeros y poyos hechos en la risca, forman el camino unos maderos colocados de un punto a otro de ella, camino cuya anchura apenas tiene 5 palmos (1,04 m.) y más de 100 varas (84 m.) de altura el precipicio colocado bajo de él. El paso de esta especie de puente, es imposible dejar de hacerlo en el supuesto de tomar este camino; mas sólo las personas que tienen costumbre, lo bifurcan sin marearse o sin experimentar al menos un grande estremecimiento de horror, pues otra cosa no puede suceder sí se atraviesan las 10 varas (8,36 m.) que tendrá de largo, en las cuales no se deja de percibir la profundidad del abismo, por la poca anchura del paso, y el espantoso ruido que forma el río estrellado en las rocas que encuentra en sus corrientes".
El paso de el Tranco
La palabra tranco es por tanto propia a su dinámica geográfica y su uso histórico, pero lo que no queda tan claramente explicito es la coletilla “de Beas”, destacando entre todas las conjeturas aportadas la que indica que la mayoría de los trabajadores era provenientes de la población de Beas de Segura, al estar las tierras serranas excesivamente despobladas y preferir sus habitantes continuar con las tareas propias de las explotaciones agropecuarias a la de implicarse en la construcción del embalse, que al fin y al cabo iba a mermar su capacidad de riqueza y recursos, por lo que la falta de mano de obra apta para su construcción fue suplida por trabajadores de villas cercanas, entre la que destacó obreros provenientes de Beas. Fue una obra de gran complejidad debido a las características técnicas y dimensiones del proyecto, a la situación de extremo aislamiento en el que se encontraba la obra, a la cantidad de expedientes de expropiación que hubo que resolver, con el consiguiente desalojo de cerca de un millar de personas, y a la búsqueda de soluciones que hubo que dar al problema de la interrupción de las conducciones fluviales de madera, una actividad profundamente arraigada y estratégica, en ese momento, para la reconstrucción de la red ferroviaria española tras la posguerra.
La presa en construcción en la zona de la central eléctrica 

El embalse inició el proceso de llenado cerrando sus compuertas por primera vez en 1944, año meteorológicamente seco, y tardó algunos años en alcanzar su cota máxima, creándose artificialmente dos islas al quedar rodeado completamente el cerro de Cabeza de la Viña al que se le suma la pequeña elevación donde se encuentra el castillo de Bujaraiza, junto al cual se encontraba la aldea del mismo nombre que en 1940 contaba con más de 300 hb., que ofrecieron fuerte resistencia a abandonar sus tierras y viviendas hasta que fueron reubicados a finales de la década de los 40  en el lejano poblado de colonización de El Calonge en el término municipal de Palma del Río (Córdoba).
Isla de Cabeza de la Viña (izda) y de Bujaraiza

El embalse ha sido, y es hoy todavía, una obra fundamental en la regulación hidráulica de la Cuenca del Guadalquivir, y fue la infraestructura clave que facilitó la transformación en regadío de miles de hectáreas en el Bajo Guadalquivir con una aportación media de 1’5 mill. de m3 al día para esta finalidad. Por el contrario, las implicaciones territoriales de la obra, estudiadas por Eduardo Aranque (2012), son particularmente negativas para la comarca. Los beneficios de la obra fueron coyunturales. La energía eléctrica generada junto con los recursos hídricos, paradójicamente, también se ha trasladado muy lejos de la comarca que los producían. Por otra parte las mejores tierras de las vegas agrícolas de la comarca fueron sepultadas por las aguas embalsadas, generando un problema social que se acentuó con la expulsión de miles de pequeños agricultores que ocupaban, bien bajo la figura de concesiones o de forma no regulada, terrenos agrícolas en los montes públicos, y que fueron expulsados por las repoblaciones forestales de la cuenca que se desarrollaron desde mediados del S. XX, propiciando que la comarca fuese declarada en 1941 como de Interés Forestal Nacional, dándose prioridad las obras de repoblación forestal que afectaban a la corrección hidrológica de la cuenca de alimentación del embalse, con la finalidad de evitar el arrastre de tierras que propiciara el entarquinado para alargar así la vida útil del embalse.

La intensidad de la acción repobladora forestal no se detuvo en la propia cuenca de alimentación del embalse con la creación del Coto Nacional de Caza en 1960, que supuso un nuevo ataque a los intereses de las gentes de la Sierra de Segura al limitar, más aún, la acción de explotación tradicional de estas tierras, originando más motivaciones al poblamiento serrano, que realizaban dinámicas económicas tradicionales incompatibles con las actividades cinegéticas, para emigrar provocando un notable retroceso demográfico que llegó a cifras propias del siglo XIX. De esta forma la notable extensión de uso forestal implicó un retroceso, añadido al de las zonas inundadas, en el aprovechamiento agrícola, siendo el avance de los usos forestales muy notable, lo que dejó prácticamente el uso agrícola como testimonial y perviviendo con mucha dificultad en las proximidades del Cortijo de la Haza del Espartal, el paraje de La Tobilla y algo en las aldeas de Las Canalejas y Los Centenares, incluso con plantaciones de algunos olivares bajo cierta permisibilidad de la administración pública. Esta permisibilidad administrativa fue debida principalmente al interés de fijar una mínima ocupación del territorio, ya que la escasez de mano de obra era un riesgo porque suponía también un serio problema para garantizar los trabajos de salvaguarda del monte, concretándose con la creación, en 1968, de un nuevo núcleo de población de estructura colonizadora en la cola del embalse, denominado Coto Ríos, donde se establecieron los últimos desahuciados habitantes de aldeas y cortijadas próximas, y que no tuvieron más remedio que reconvertir su actividad en la guardería del Coto Nacional de Caza o en la mano de obra necesaria para las labores forestales y de prevención de incendios. Todo ello muestra un territorio orientado casi exclusivamente a la explotación forestal y cinegética, actividad excesivamente limitada y limitadora de posibilidades de progreso económico para los habitantes de estos parajes.
Poblado de Coto Ríos

Pero las cosas no mejoraron en el último tercio del S. XX, con una actividad maderera en claro retroceso al proliferar las traviesas de hormigón y limitarse, todavía más la acción de explotación de las tierras serranas, con la declaración de las Sierras de Segura, Cazorla y las Villas como Reserva de la Biosfera de la UNESCO en 1983 y como Parque Natural en 1986, siendo de esta forma el mayor de España y el segundo de Europa por su extensión (214.000 Ha). Sin embargo, esta misma consideración que viene a reconocer su riqueza medioambiental y paisajística, a lo que debemos sumar el propio embalse del Tranco, ha supuesto, ya desde los inicios del presente siglo, una enorme revitalización económica por su capacidad de acogida de actividades de turismo y ocio, lo que está claramente creando una economía terciarizada que, por ahora, no puede evitar ser muy puntual, localizada y especialmente estacional en pocas épocas del año.
Mapa de situación

Este aspecto se aprecia con mayor intensidad en el mismo poblado del Tranco con las instalaciones del complejo de ocio, restaurante y zona de embarcadero del barco solar y en las proximidades de la isla del castillo de Bujaraiza, en el Collado del Almendral, con la explotación turística de la reserva cinegética, siendo diversas las instalaciones de explotación turística a lo largo de la carretera A-319, la verdadera arteria de comunicación de este enclave que lo atraviesa en sentido norte-sur, especialmente cercanas a Coto Ríos, la Torre del Vinagre donde se ubica el centro de interpretación del parque y en Arroyo Frío; siendo también a destacar en esta vía de comunicación los diversos miradores  que ofrecen paisajes increíbles donde se mezcla la vegetación sobre el azul de las aguas del embalse como son los del Castillo, Rodríguez de la Fuente,  de las Ánimas o el mirador Cabeza de las Viñas.
Centro de Ocio y Turismo del Tranco con su barco solar

TAL DÍA COMO HOY.....

$
0
0
( jt )

La II República trajo consigo para la sociedad española una serie de cambios que intentaron generar dinámicas hacia la modernización de un país que nadaba en el más estricto subdesarrollo. Muchas de sus decisiones fueron estrictamente políticas y económicas, pero otras muchas fueron destinadas al cambio de modelos sociales. Uno de esos modelos históricamente arraigados en nuestra sociedad era la estricta religiosidad que marcaba formas y comportamientos de la vida cotidiana, cuestión entendida por aquel primer gobierno republicano como muestra de subdesarrollo y atraso de un pueblo subyugado a modelos arcaicos alejados de la modernidad y del progreso.
Preámbulo de la Constitución de 1931 con el retrato de D. Niceto Alcalá Zamora, presidente de la II República
El afán republicano por apartar a la sociedad de estos modelos religiosos que otorgaban un poder moral a la iglesia católica quedó reflejado en la Constitución de 1931 y a partir de este momento, el gobierno republicano presidido por D. Manuel Azaña, comenzó a legislar de forma clara y rotunda con designios anticlericales. Y es ese sentido el que se refleja en una de las medidas de la resolución de la Comisión Gestora del recién constituido Ayuntamiento de Puente de Génave el 27 de Abril de 1933 y que reproducimos en este artículo, para respetar lo determinado por la Ley de 30 de enero de 1932 y que se refiere a la titularidad de los lugares de enterramiento que debía pasar a ser pública, pues los cementerios eran tradicionalmente potestad de las parroquias y por lo tanto ellas administraban, obteniendo incluso rendimientos, estos lugares de reposo eterno.
Cartel anticlerical en la II República
Históricamente la necesidad de estar cerca de Dios hizo que la mayoría de nobles y eclesiásticos pudieran descansar eternamente en criptas o sepulturas en capillas, conventos o iglesias, mientras que el pueblo llano tan solo podía ser sepultado en la parte exterior, quedando los cementerios ubicados en los alrededores de estas construcciones. Será durante la Ilustración y el afianzamiento de las teorías liberales, no sin grandes dificultades derivadas del peso de las tradiciones y costumbres, cuando se logró racionalizar el sistema de enterramiento en España, estableciendo los lugares de enterramiento en las afueras de las localidades atendiendo a motivos estrictamente sanitarios, que no por ello dejaban de tener la protección divina al ser declarados “campos santos”.
Delimitación del cementerio católico
Según lo apuntado por Pedro Castiella en su estudio “Política religiosa de la II República”, los dirigentes republicanos emprenden otra reforma que tenía que ver menos con la sanidad y sí más con las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Fue una medida más en línea con las políticas secularizadoras emprendidas por el nuevo régimen, en aplicación de lo dispuesto por la Constitución de 1931. Los cementerios no debían tener una vinculación religiosa, excepción hecha de las sepulturas en sí.

Ya se toma una determinación preconstitucional con un decreto del Gobierno Provisional de 9 de julio de 1931, que establecía el sometimiento de los cementerios civiles a los Ayuntamientos, pero lo que es más importante, estipulaba que el carácter del enterramiento podría ser civil o religioso, cuestión que era voluntad exclusiva del difunto y/o de sus familiares, rompiendo con la vinculación religiosa que primaba hasta ese momento; para después según lo establecido en el texto constitucional de 1931, que establecía una jurisdicción civil exclusiva para estos recintos o incluso la cremación como forma de enterramiento, siendo esta determinación un motivo más de fricción del gobierno con la Iglesia.
D. Fernando de los Ríos
Unos días antes de ser aprobada la Constitución se presentó en el Consejo de Ministros el proyecto de Ley de Cementerios, por el ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, para adaptarse al futuro texto constitucional, siendo aprobado el proyecto y enviado a las Cortes para su discusión, siendo la Ley fue aprobada el 30 de enero de 1932.

Con la intención de ser descriptivo podremos decir que la Ley establecía que los cementerios eran municipales y comunes a todos los ciudadanos, sin diferencias internas en función de cuestiones confesionales, prohibiéndose la inhumación en templos y criptas, ni en ningún edificio religioso. Es importante destacar también que los Ayuntamientos podrían incautarse de los cementerios parroquiales o de cualquier otro que funcionase como cementerio general, pues la Ley obligaba a que todos los Municipios españoles tuvieran cementerios de su propiedad donde sólo podría haber simbología religiosa en las tumbas, estableciéndose un plazo de un año para construirlos si no los poseían.
Vista cenital del cementerio de Puente de Génave
En virtud a esta exigencia legal, el nuevo municipio de Puente de Génave tiene que legislar sobre la propiedad del cementerio, admitiendo que los terrenos son una donación y que es la parroquia quien ejerce por delegación el control del mismo, cuestión que a partir del acuerdo municipal dejará de tener efecto, convirtiendo esa gestión en municipal y así quedar regularizados en este aspecto de manera formal y práctica respecto a la ley en vigor. Dicho acuerdo municipal es el que a continuación reproducimos. 



Sesión ordinaria supletoria del 27 de Abril de 1933

En Puente de Génave, a 27 de Abril de 1933 y hora de las diez, se constituteron en sus salas capitulares, los señores de la Comisión Gestora, D. Gil Antonio Campayo Martínez, Alcalde Presidente, y los vocales D. Valentín Amador Herrera, D. Eladio Bellón Nares y D. Santiago Idañez Idañez, no asistiendo por ausencia D. Cándido Ortega García, al objeto de celebrar la sesión ordinaria supletoria a la del día 29 de los corrientes, con asistencia de mi el Secretario del Ayuntamiento.
Abierto el acto públicamente por el señor Presidente diose lectura al borrador del acta de la anterior que fue aprobada, se dio cuenta de la correspondencia oficial de la semana y expedientes en curso y se entró en el orden del día.

Visto el reglamento para aplicación de la ley del 30 de Enero de 1932, sobre secularización de cementerios fecha ocho del actual y de acuerdo con lo dispuesto en el capítulo II de dicho Reglamento, la Comisión por unanimidad, acordó: que existiendo en esta localidad un cementerio, cuyo origen fue por donación del solar que hizo D. Juan Mª Idañez y su construcción por prestación personal lo que demuestra que, si bien la Parroquia viene cuidando de él no es de su exclusiva propiedad procede incautarse del mismo, con los requisitos previstos en las disposiciones antes señaladas; que ha dicho fin se notifique al Sr. Cura Párroco por si estima oportuno concurrir al acto que tendrá lugar en día 2 del próximo a las diez y siete, y siguiendo, después, los demás trámites reglamentarios.
Cementerio en la década de los 50.
Fue examinada la factura que de las recetas por medicinas facilitadas a esta beneficencia durante el trimestre anterior, presenta el Farmacéutico D. Felipe Idañez Idañez, importante trescientas seis pesetas cuarenta y cinco céntimos, y la comisión por unanimidad la restó su aprobación.

No teniendo más asuntos de que tratar se levantó la sesión de orden del Sr. Presidente siendo la hora de las once y media y aprobado que fue el borrador del acta en la siguiente se transcribe a este su libro que firmaron los señores concurrentes de que certifico.
Interior del cementerio de Puente de Génave


HISTORIA DE UNA DEVOCIÓN. SAN ISIDRO LABRADOR

$
0
0
SAN ISIDRO LABRADOR, PATRÓN DE PUENTE DE GÉNAVE.

( jt )
No vamos a entrar aquí a reseñar el origen de Puente de Génave, aunque estaría bien recordar que radica en un conjunto de cortijadas en torno a las riberas del río Guadalimar, en un paso estrecho sobre el que se situaba un puente romano, y en el que instalaron algunos molinos harineros. Un poblamiento disperso que empezó a tener cierta entidad urbana en las últimas décadas del siglo XIX gracias al proyecto de trazado de la carretera general Córdoba-Valencia (1859) y la construcción de un nuevo puente sobre el río en esta zona (1889) en sustitución del tradicional paso por el puente romano. Prueba del aglutinamiento demográfico en un nuevo núcleo poblacional, junto a los puentes y en ambas márgenes del Guadalimar, fue la concesión de una parroquia por parte del Obispo de Jaén, Don Manuel María González Sánchez, con fecha 21 de Octubre de 1891, iniciándose así la construcción de un nuevo templo que fue inaugurado dos años más tarde, siendo acordada la advocación a San Isidro Labrador.
Procesión en Puente de Génave
No existe una razón clara sobre esta asignación de advocación como patrón a San Isidro, y por supuesto no la buscaremos en el razonamiento, que de forma jocosa realiza mi querido primo Manolo “el zapatero” cuando se acercan las fiestas al afirmar que “San Isidro era del Puente y por eso es nuestro patrón, lo que pasa es que por diversos motivos se fue a Madrid a vivir y allí no tuvieron más remedio que hacerle su patrón al ver lo buena persona que era”. El razonamiento más lógico se puede encontrar en la gran devoción con la que contaba este santo entre las gentes de la zona al ser eminentemente las labores propias del campo las que les proporcionaban el sustento y ser siempre bien recibida la ayuda divina para tal labor, aunque también suma argumentos la enorme afluencia de agricultores de todo el entorno serrano a los molinos que se encontraban sobre el río Guadalimar para realizar las tareas de molienda.
Procesión Puente de Génave

No sería hasta concluida la contienda civil española cuando se concretaría definitivamente el patronazgo de San Isidro, en el contexto de la fundación en los primeros años del franquismo de las Hermandades Sindicales de Agricultores y Ganaderos en los municipios de vocación agraria, de los cuales adoptaron como patrón a San Isidro muchos de reciente creación en aquella época, como es el caso de Puente de Génave, que se había segregado de La Puerta de Segura en 1933. Desde entonces y hasta la actualidad, las fiestas mayores del pueblo se celebran cada 15 de Mayo, cuando la primavera eclosiona en todo su esplendor en este bello rincón del mundo que es la Sierra de Segura.
San Isdro sobre el Puente Nuevo. Puente de Génave


FIESTAS EN HONOR A SAN ISIDRO LABRADOR EN LA PROVINCIA DE JAÉN

Si hay un santo del calendario cristiano que destaque en el mes de mayo es San Isidro Labrador, especialmente en el entorno rural debido a su advocación que lo convierte en patrono de los que se dedican a las tareas agrarias, por lo tanto siendo festejado en numerosos pueblos de la provincia de Jaén y en muchos pueblos de España. Destacaremos en nuestra provincia las celebraciones en Santo Tomé, que por ser su patrón le dan un baño en las aguas del Guadalquivir para pedir la necesaria lluvia sobre los campos. En la aldea alcalaína de Caserías de San Isidro lo sacan en procesión en medio de un desfile de carrozas ricamente adornadas. En Albánchez sacan su imagen en andas para bendecir los campos y reparten rosquillas o panecillos a todos los asistentes. En Arjona se organiza un desfile de carrozas con aperos y caballistas que llevan al santo a lomos de un tractor a «La Alharilla» para bendecir los campos. En Benatae es costumbre que la Cámara Agraria invite a los agricultores a un lebrillo de «cuerva». En Jamilena se realiza una romeríacon desfile de carrozas, siendo durante la noche de la víspera de la festividad cuando se celebra una velada serrana junto a la ermita de San Isidro, en la que se canta y se bebe junto a una gran fogata; al día siguiente tiene lugar la procesión. En Jódar, el santo es traído en la víspera desde su ermita de Fuente-Garciez, siendo devuelto al día siguiente en forma de romería.
Imagen de San Isidro en Arjona
Otras celebraciones de San Isidro son en Solera, que por ser su patrón le dedican tres días de fiesta, sacándole en procesión por las calles del pueblo junto al Cristo de la Buena Muerte. En Guarromán celebran una feria con romería a Piedra Rodadera. En Segura de la Sierra, San Isidro es el patrón del núcleo pedáneo de Cortijos Nuevos, siendo en la noche previa al 15 de Mayo cuando los vecinos realizan una verbena que se prolonga hasta altas horas de la madrugada y al día siguiente se celebra la romería en paraje de La Lomilla, situado junto a la aldea de El Ojuelo, para después realizar la correspondiente misa y procesión. La cofradía de San Isidro Labrador de Torredelcampo realiza una gran tractorada y una verbena con orquesta, para el día del santo patrón, en la iglesia de San Bartolomé llevar a cabo la celebración religiosa y la procesión vespertina con inicio y final en la plaza del pueblo. 
Romería de San Isidro en Cortijos Nuevos
También destacaremos las celebraciones en honor a San Isidro las de Santiago de Calatrava los vecinos engalanan tractores y remolques para realizar el camino romero y dedicar dos jornadas de fiestas dedicadas a San Isidro, ataviados con sus mejores trajes de gitana, y disfrutando del hermoso entorno de paisaje de olivar en su romería. El municipio vecino de Higuera de Calatrava, comienzan un día antes sus festejos, pues también veneran a la virgen de Fátima, combinando actos litúrgicos y lúdico festivos. En Villardompardo, la procesión por las calles del pueblo es muy participativa siendo jóvenes y mayores los que también se dan cita en su tradicional romería. En Lopera, y en el entorno de la ermita en el paraje de Pilar Nuevo, se celebra una tradicional romería con la participación de diversas carrozas y caballistas. También en Vilches, en el poblado de colonización de Gaudalén, se venera al santo patrón celebrando el tradicional baile nocturno en la plaza de las Cigüeñas Blancas, espacio de singular geometría, celebrando el día grande con misa rociera y procesión. También en Quesada, y más concretamente en la aldea de Cortijuelo,  celebran la festividad con una romería. En Villanueva de la Reina, y en su pedanía de La Quintería, se agasaja al santo con el tradicional baile al son del típico canto quintereño. También en el anejo baezano de Las Escuelas, se celebra esta festividad con actividades organizadas por la cofradía de San Isidro Labrador de Baeza.
Imagen de San Isidro en Lopera
Habría incluso alguna más a resaltar pero la verdad es que la más significativa en la comarca de la Sierra de Segura es la que se celebra en Puente de Génave. El pistoletazo de salida de las fiestas lo constituye el pregón, acto en el que un puenteño/a de nacimiento o adopción realiza un elogio al pueblo y sus gentes. Posteriormente las actividades lúdicas, culturales y deportivas llenan el programa de festejos, que tiene como platos fuertes las animadas verbenas y conciertos nocturnos que siempre tienen gran asistencia de público, los festejos taurinos que ahora se concretan en la suelta de vaquillas por las calles durante diversas tardes, y los actos religiosos del día del patrón.
La festividad de San Isidro es el día principal de todas las fiestas. El día 15 de Mayo las gentes visten sus mejores galas e incluso son muchos los que visten con orgullo el traje típico andaluz. La solemne misa en honor al patrón se realiza a media mañana en la parroquia, con la intervención del coro romero local que da color a la celebración. Tras la misa, el santo es sacado en procesión por las principales calles de Puente de Génave, acompañado de las autoridades, banda de música y el pueblo devoto en general. La talla, aunque carece de valores artísticos reseñables está datada a mediados del siglo XX y representa la típica iconografía del santo, es portada a hombros de devotos sobre unas sencillas andas. Uno de los momentos más bonitos de la procesión lo constituye el transitar del santo por las antiguas piedras del puente viejo, dejando que el ruido de las aguas del Guadalimar acompañe su lento deambular; pero la emoción se desborda cuando, en mitad del llamado puente nuevo, los portadores levantan al cielo las andas con su patrón para dar significado a la bendición de todo ese magnífico entorno salpicado de verdes campos, básicamente de olivos, entre los aplausos y los vítores al patrón de todos los puenteños/as.
Procesión a su paso por el Puente Viejo
Algunas de las tradiciones más arraigadas se conservan en las fiestas del Puente como el juego de "la bolea" que se celebra en el barrio de Las Ánimas, en el entorno de la era, entendiéndose como una variante de los "bolos serranos", que es un juego autóctono de la Sierra de Segura, en el que equipos de tres lanzadores impulsan una bola de metal resultando ganador aquel que logre llevarla más lejos; así como los bailes típicos de la comarca, en especial la "Jota de Puente de Génave", con letrillas alegres y ritmo ágil, de las que se encarga el grupo folklórico “Fuente Vieja”. Otros han cambiado de lugar y forma como son las típicas verbenas que se realizaban delante del ayuntamiento para luego pasar al patio de las escuelas detrás de propio ayuntamiento y ahora estar ubicadas en el parque Jorge Flores; o los festejos taurinos que se realizaban, incluso con novilladas, en la plaza de toros del barrio de Las Ánimas siendo ahora una suelta de vaquillas por las calles del barrio de los Atascaderos; incluso algunos han desaparecido como es el caso de la feria de ganado muy arraigada a mediados de siglo pasado en toda la comarca. Y claro está, se han introducido nuevos actos como son el propio pregón que data desde mediados de los años 70 o el encuentro de puenteños/as que regresan a su pueblo con motivo de las fiestas. En resumen, se podría afirmar que durante las cinco jornadas en que se desarrollan las fiestas, el recinto ferial, situado entre la Avenida de Andalucía y el Paseo de la Vicaría, es un hervidero de puenteños, propios y emigrados que regresan para disfrutar de estas fechas tan significativas, propiciando un ambiente de reencuentro y armonía que se concreta en largar “ligas” en medio de conversaciones que, por supuesto, dejan espacio para el recuerdo.
Pregón de fiestas en Puente de Génave


José Antonio Molina Real

BREVES APUNTES GASTRONÓMICOS DE LA SIERRA DE SEGURA

$
0
0

SIERRA DE SEGURA. CAPÍTULO GASTRONÓMICO



Ninguna pretensión científica, pues el tema ya ha sido tratado por autorizados expertos, se contiene en estos renglones, sino que, esbozado por nosotros, aunque muy superficialmente, el estudio de la Sierra de Segura en sus aspectos histórico, lingüístico y costumbrista, aspiramos a completar en este trabajo, que aunque no inédito nos complace divulgar, las peculiaridades gastronómicas de la región.

La cocina de cada lugar está indudablemente influenciada por tres elementos básicos: clima, suelo y situación. Punto de intersección esta comarca de la Sierra de Segura, según es sabido, entre las provincias de Albacete, Murcia y Granada, esta geografía gastronómica, el estilo y la forma de cocinar de estos pueblos participa del de sus vecinos, sin excluir, claro está, la influencia culinaria de Jaén.
Cocina tradicional
No es esta, como no lo es el Sur, tierra de glotones, aunque por excepción se dé con algunos tragaldabas de diente sano y pocos remilgos; pero en líneas generales puede decirse que la pobreza de la agricultura obliga a la sobriedad, sin que esto signifique que falten los buenos platos de sólido y suculento yantar, y que quien venga a estas tierras se quede sin comer.

Del acervo gastronómico de Albacete procede el típico gazpacho, que por aquí se llama «galianos» y cuya calidad ha sido notoriamente mejorada, pues no en vano la Sierra da finura y transparencia a las cosas. Se confecciona aquí a base de conejo y perdiz menudamente picados y de torta de harina de trigo cocida a fuego lento en el rescoldo de una hoguera de romero y tomillo y otras leñas olorosas, que le comunican su aroma, sin que se le añada más aderezo que un poco de ajo, y carece de ese caldo que, por perjuicio de la vista y el gusto, contiene el gazpacho manchego. También de Albacete y por tanto poderosa razón como la de tratarse de tierra adentro mal comunicada, ha recibido el gusto por el bacalao y los pescados salados y de conserva, pues los frescos apenas si cuentan, únicamente las exquisitas truchas de Río Madera, merecen ser mencionadas.
Galianos
Mas la nota culinaria característica, la dan las legumbres y hortalizas. No en vano estas tierras formaron parte del reino de Murcia, de cuya cocina viene el singular aprecio que en la mesa serrana se concede al pimiento y tomate: pimientos rellenos de carne y huevo picado, pimientos con huevos fritos, y para el desayuno y como plato de entrada, pimientos fritos con patatas, de guarnición con la carne y la caza, asados y aderezados con aceite como complemento del cocido, confeccionado con garbanzos de Pontones tan tiernos y finos como los mejores, y crudos como entremés. El tomate es, igualmente, elemento principal o complementario de varios guisos y así, se aplica con perejil y aceite para elaborar una sabrosa salsa con la que se rocía el cocido, y aparte su consumo en los numerosísimos y conocidos guisos, se conserva en botellas o se secan al sol para ser consumidos en invierno, y se hace además una riquísima mermelada que merece los honores de que los vientos de la fama propaguen sus cualidades más allá de estas montañas, para delicia de los buenos gourmets.
Huevos con patatas y productos de la huerta.
Los espárragos silvestres son únicos por su suave y fino paladar, y los «guiscanos», que en Madrid se llaman «níscalos», son también muy sabrosos y apreciados. Las frutas son buenas, y los melocotones acaso no los produzca ninguna otra comarca más dulces y aromáticos.

Una observación curiosa es que, situados en la zona culinaria «del aceite y el ajo», el plato típico de Andalucía, el «gazpacho andaluz», si bien no puede decirse que es plato desconocido, apenas si es apreciado y en muy rara mesa se sirve.
Guiscanos
Pero la cocina típicamente popular y serrana es, como hemos observado, sobria y sencilla, casi ascética: migas de pan, migas de harina de maíz que llaman «ruleras», y suelen comerse con arenques y pimientos, gachamigas, que es una a modo de tortilla, sin huevos ni patatas, en cuya composición entran únicamente la harina de trigo y el aceite con que se fríe, y el «ajo » que puede ser de patatas, de harina o de pan, pero que por extraña paradoja, no lleva ajo o lo lleva en proporción apenas perceptible. En realidad es un puré. En esta especial culinaria cabe mencionar también el «moje», ensalada de bacalao y cebolla, aliñada con ajo, comino, aceite y vinagre, que luego se cuece.
Gachamiga serrana
La «olla gitana», un hervido de patatas y jadías verdes con sal, pimentón y aceite. Y el «guisao», que son recios trozos de patata condimentada en forma parecida a la «olla gitana» y al que llaman viudo o «blincaciecas» si no lleva carne.

Estos guisos constituyen la base alimenticia de los campesinos, quienes lo comen lo mismo para desayunar que para el almuerzo o para la cena. En suma, una cocina elemental y primitiva, sin personalidad ni refinamiento, propia de un pueblo que a más de ser sobrio, se ha acostumbrado a no comer, sin que pueda llegarse a la análoga conclusión en cuanto al beber.
Olla gitana
Por ello, la «matanza», amorosa e ilusionadamente cuidada y esperada desde las fiestas de Orcera a la feria de La Puerta, donde se compró el cochino (con perdón o «hablando conmigo solo», dicen los campesinos siempre que nombran al animalito de la vista baja), es una gran fiesta, que viene a reforzar la mesa de quienes disfrutan de más holgada economía, e incluso constituye motivo de vanidad y jactancia el número de cerdos sacrificados.

Suele tener lugar por San Andrés: «San Andrés mata tu res», reza un refrán campesino, y, efectivamente, cuando llegan estas calendas, equipos de matarifes previamente requeridos, van de casa en casa a sacrificar los cerdos, faena que por lo general suele hacerse en las calles ante la admirativa expectación de los curiosos viandantes si el animal es de buen peso; el regocijo de la chiquillería que se divierte golpeándose con las vejigas infladas de aire, y la vigilancia del «amo», que orondo y complacido se anticipa mentalmente a los placeres de la gula, esos días satisfecha sin limitaciones.
Matanza tradicional en Puente de Génave

Es tradicional en el día de la matanza cenar el «ajo de pringue», plato muy sustancioso a base de hígado muy picado con miga de pan y con aceite crudo, y que de este yantar participen los numerosos invitados, ya que para ayudar a los trabajos y gozar de la abundancia y suculencia de los manjares, se «convida» a deudos, allegados y amigos.

Don Enrique Casas Gaspar escribe, a este propósito, que «los rasgos sobresalientes de la matanza parecen retrotraerse a épocas muy primitivas. Ya nadie cuenta con el concurso de sus vecinos para levantar su casa ni para arar sus tierras (aunque se haga una excepción con los labrantines que enferman); pues bien, para la matanza se dispone con seguridad de los brazos de todos los invitados. Este colectivismo laboral se encuentra en todo su esplendor en las sociedades muy atrasadas».
Ajopringue
Así será, sin duda; pero lo cierto es que por aquí, la gente acude a la matanza por glotonería y porque se divierte, sobre todo los jóvenes, que cantan y bailan y beben de lo lindo, y en cuanto a los dueños, es una ocasión propia para obsequiar, a veces, con verdadero rumbo, a sus amistades y parientes.

El trabajo, con la sola excepción del sacrificio y despiece del puerco, se reserva exclusivamente al elemento femenino; y una vez confeccionados los embutidos, se cuelgan en grandes varas sujetas a las vigas del techo de la cocina o en el humero, para activar su curación.
Productos de matanza
También se cruzan «presentes» que al final suelen quedar compensados entre los que se envían y los que se reciben, sin contar con que bajo la apariencia del obsequio, lo que realmente se busca es mostrar la destreza de las amas de casa en lograr el punto que deben llevar diversos alimentos. Aparte de esto, la carne apenas si entra en la alimentación campesina. Cuando con motivo de alguna festividad o para celebrar algún acontecimiento familiar o un trato, se «echa el alboroque» y se asan al horno unas cabezas de cabrito, que se comen con una especie de ajoaceite, llamado «ajo atao», esto constituye un festín pantagruélico.
Ajoatao

Bien es verdad que el andaluz es un pueblo que no necesita comer mucho, pero aun así sería curiosa una estadística de la escasez de carne en la de por sí parva alimentación de estas gentes; el político y el sociólogo, podrían deducir de ella múltiples consideraciones.

En contraste con esta austeridad gastronómica, son regalo del paladar los más variados y exquisitos dulces y confituras: las yemas de La Puerta de Segura no aceptan la competencia de las famosas de Santa Teresa, ni la de las igualmente nombradas de San Leandro. En Santiago de la Espada hay una especie de alfajor, llamado «colación», que constituye una verdadera especialidad digna de figurar en las mesas mejor abastecidas. 
Arrope

       También debemos considerar la importancia de la mermelada de tomate, el arrope con trozos de calabaza y la excelente miel que con abundancia se produce en esta región; los «suspiros» que se hacen al horno con clara de huevo, almendra tostada y azúcar, y las «tortas de Peñolite» y las de aceite, madalenas y rosquillas de aguardiente, mantecadas de diversos sabores y una especie de polvorones llamados «perrunas», «melojas», almíbares y compotas, son las muestras más destacadas del variado repertorio de la repostería de un pueblo que ha heredado de los árabes, a través de los reinos de Murcia y Granada, la afición a los dulces, de los que se hace gran consumo, hasta el punto de que en la feria de La Puerta, que apenas si dura setenta y dos horas y cuya concurrencia la dan humildes labrantines y jornaleros, se instalan todos los años incontables puestos de turrón y confituras.
Tortas de manteca
Los «pestiños», pródigamente espolvoreados de azúcar, que se deshacen en la boca, y las «tortas dormidas», tan esponjosas, tampoco deben emitirse, y por si algún lector quiere probarlas, he aquí las respectivas recetas:

PESTIÑOS.- Una taza de aceite de oliva, otra de vino blanco, media de aguardiente rebajado y harina de flor en cantidad suficiente para constituir una masa fluida. Después de bien trabajada la masa, se extiende con el rodillo hasta dejarla lo fina que se desee y se trocea. Luego se fríen en aceite, más bien fuerte que flojo, y se espolvorean con canela y azúcar.
TORTAS DORMIDAS. Para una libra de manteca de cerdo, otra de azúcar, un cuartillo de leche, media libra de levadura, tres libras y media de harina de Castilla, y siete huevos. Se cuecen al horno como las ensaimadas.
Pestiños tradicionales
En los dominios de Baco, nada digno hay de citarse. Antaño se elaboraban buenos mostos, pero la filoxera y el olivo expulsaron a la vid y hoy, la vecindad de Villanueva de los Infantes provee al copioso consumo que se hace de esos caldos. De cuando el país producía vino y fabricaba aguardiente, queda el recuerdo de la «mistela» y la «cuerva»; para la primera se emplea esta fórmula:

Se prepara la miel a punto de caramelo. En un litro de agua se hierve concha de naranja y anís en grano, y cuando la miel está a punto se le agrega este cocimiento, añadiendo aguardiente en cantidad proporcionada al gusto, según se desee de fuerte.
Cuerva de vino tinto
La “cuerva”” es una especie de sangría que se prepara en proporción de una parte de agua y dos de vino tinto o blanco. Se añade azúcar al gusto y se agrega naranja en trozos sin mondar.

Las comidas suelen hacerse en invierno en la cocina alrededor del fuego y en el buen tiempo a la puerta o en el portal de la casa aldeana y con más conveniente horario que en la capital, pues el almuerzo tiene lugar a las doce y entre siete y ocho la cena.
Licor de café
Generalmente se sitúa la familia en torno a la sartén o cazuela, de donde cada comensal va extrayendo la correspondiente cucharada, y en la ponderación y ritmo con que procedan, se echa de ver la buena crianza. El cuchillo y el tenedor no se usan; para ambos servicios se utiliza la navaja y el agua se bebe en recipiente común de hoja de lata o de fresco y poroso barro de Andújar.

 Genaro Navarro López.


UN RÍO QUE DA VIDA. EL GUADALIMAR

$
0
0
Si hay algo que los puenteñ@s, especialmente los que vivimos en otros lugares, no nos cansamos de fotografiar, y mucho más ahora que con nuestro aparato de telefonía móvil podemos captar todo tipo de imágenes, es nuestro río. Efectivamente, el Guadalimar, el que en otro tiempo los árabes denominaron río rojo, conserva un especial significado para todo aquel nacido en esta tierra porque este río ha formado y forma parte de la vida de todos nosotros. En este artículo que presentamos de Ramón Gallego, que apareció en el programa de fiestas de San Isidro de 2008, se quiere realzar como elemento vertebrador del pasado y del presente de nuestro pueblo a ese río que nos ha dado y seguirá dándonos vida.
Visualización longitudinal entre el Río Guadalimar y el Guadalquivir


EL RÍO. NUESTRO RÍO.


Si midiéramos la longitud de nuestro río colorado y la comparásemos con la del gran río de Andalucía, el Guadalquivir, nos daríamos cuenta de que son casi parejos. El que nace en Villaverde, nuestro Guadalimar,  aparece en numerosos mapas antiguos con el nombre de Guadalquivir; así ocurre en la cartografía elaborada por G. Rossi en 1692. Está claro que es una confusión debida no sólo a su longitud sino también al mayor caudal que nuestro río rojo en el momento de unirse al gran Guadalquivir tiene mayor volumen de agua propiciado por poseer una superior superficie de cuenca. Pero geográficamente el criterio predominante es el de la longitud y en eso el que nace en el término de Quesada es algo más estirado que el nuestro.
Sirva esto para darnos cuenta de que nuestro río, al que los romanos llamaron Tago, Tagus o Tugio pues nacía en las montañas que ellos denominaban Tugia y que después adquirió el nombre de Guadalimar ya que los árabes le llamaron "wad al-ihmar" o río colorado por el color bermejo de sus aguas, ha tenido gran importancia a lo largo del tiempo, tanto es así que se ha llegado a confundir con el Guadalquivir en numerosas ocasiones, como ya hemos visto, hasta que la cartografía moderna eliminó estos equívocos.
Villaverde del Guadalimar
Nuestro pueblo bien podía haber asumido su nombre como topónimo y llamarse Puente de Guadalimar. Quizás hubiera sido lo lógico y lo más asumible, pero los archivos nos indican claramente la vinculación del puente viejo sobre el río con el topónimo Génave.
En 1565 el molino junto al río, el de los hermanos Segura, estaba en pleno funcionamiento pero no se cita el lugar o pago. No será hasta 1743, según testimonio del párroco D. Diego Ximénez de Figueroa, cuando tengamos la primera referencia escrita a este mismo molino que textualmente se cita como “el molino que dicen de Génave”, habitado por molineros foráneos, concretamente de Cazorla y Villanueva del Arzobispo. En el lapso de tiempo que media hasta 1801 es cuando se fragua definitivamente el nombre de nuestro pueblo, al citar el párroco de La Puerta de Segura el llamado Cortijo de las Ánimas del que indica claramente que está situado en “la puente de Génave”, tal cual, aunque parezca una incorrección es nombrado en femenino. Este topónimo deriva claramente del nombre asignado tradicionalmente al molino.
Río Guadalimar en Puente de Génave
Por lo tanto si en 1833 el grupo de cortijos ya se llaman Puente de Génave, tanto el molino como el puente son los dos elementos que, estrechamente vinculados al río, articulan el desarrollo ulterior de la localidad.
Poco a poco, el río, como lugar de paso o de trabajo va atrayendo a gentes de diversos lugares y los cortijos surgen a su alrededor. Se sitúa uno muy destacado que es llamado de Las Ánimas (1801), otro el denominado La Vicaría (1814), el del Llano de Moya (1835) y por último el de La Mina (1870).
Puente Romano. Puente de Génave
Sea cual sea la actividad -cabe suponer que no muy alejada de la relacionada con las tareas del campo- de las diversas gentes que pueblan estos cortijos de Puente de Génave, a los que añadiremos también el de Pedro Nares y otros más de su alrededor como el de Paules, Los Avileses o los llamados Cortijos Nuevos de factura y estructura posterior, señalaremos que no se van a alejar demasiado de las posibilidades que ofrece el río. Es conocido que, al margen de estos cortijos, el poblamiento se produjo a ambos lados del cauce en torno al Puente Viejo, en las actuales calles de las Parras y de San Isidro por un lado y en la calle Goya, que recibió originariamente el nombre de calle del Río, por otro.
Calle Goya. Puente de Génave
La construcción a finales del S. XIX del Puente Nuevo con la mejora de la carretera de Jaén a Albacete, supuso un espaldarazo definitiva para el desarrollo de la hasta entonces aldea o agrupamiento de cortijos de Puente de Génave, y a partir de aquí su evolución para constituirse como núcleo municipal independiente en 1933.
No todo han sido mimos para nuestro río. Los auténticos disparates medioambientales que se han realizado hasta prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo nos lo han dejado muy dañado. Talas abusivas de arbolado y vegetación de ribera, sobrepastoreo, vertidos de alpechín, extracción de áridos aguas arriba, construcción de represas de riego, alteraciones irreversibles del cauce, vertidos de aguas sin depurar, etc… han mermado su ecosistema, en ocasiones de forma irreversible. 
Riada en la Central. La Vicaría.

Mucho se ha hecho y se continúa haciendo para remediarlo, pero el esfuerzo ya es enorme y las administraciones, especialmente las locales, se muestran muy limitadas por entes como la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y no pueden asumir las tareas de recuperación. Los puenteños le debemos mucho a nuestro río, pocas poblaciones pueden presumir de poseer el tesoro que la naturaleza nos ha dado por lo que debemos cuidar el tesoro que nos ha dado y nos da vida.


Ramón Gallego Martínez

QUEVEDO, SEGURA Y SU SIERRA

$
0
0
Para concluir esta etapa de publicaciones que nos acerca al periodo estival, y deseando a todos los lectores un feliz verano, presentamos desde el blog un artículo de D.Genaro Navarro que vincula de forma indiscutible a nuestra comarca a un personaje ilustre, y a la vez controvertido, que vivió su destierro y muchas otras etapas de su vida en su señorío en el cercano pueblo manchego de la Torre de Juan Abad.
La cercanía a la Sierra de Segura y el conservar influencias y amistades como destacado miembro de la Orden de Santiago en Segura de la Sierra y en Beas de Segura provocó, como ya publicamos en febrero de 2015 en un artículo de Jesús Molina Gimeno, numerosas visitas y vinculaciones con nuestra comarca. Quede aquí de forma más concreta y puntualizada esa vinculación a través de este magnífico artículo publicado en 1974. 

ANDANZAS DE QUEVEDO POR TIERRAS DE JAEN

Por: Genaro Navarro López

La muerte en el cercano pueblo manchego de Villanueva de los Infantes de don Francisco de Quevedo en 1645, con memorada en artículos y escritos diversos, trae a nuestra pluma, para rememorarla, la presencia, apenas conocida, del gran satírico en tierras de nuestra provincia, que le acogieron hidalgamente y se consideran con derecho a ocupar una página en la biografía del que fuera señor de la Torre de Juan Abad.
Retrato de Quevedo identificado como caballero de la Orden de Santiago
Don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, como es archisabido, es uno de los más preclaros escritores de nuestro Siglo de Oro. Su persona y su obra han sido escudriñadas y analizadas por multitud de críticos y comentaristas, bien con criterio francamente exaltante, bien con ponderado juicio. Pero su fuerte personalidad y su cultura enciclopédica siempre han quedado a salvo. El llamado “Juvenal Español” por su poética y el “Luciano” por su prosa, es un hombre de vida turbulenta y errática en el ambiente político de la época que le tocó vivir. Unas veces en altos cargos y otras, aherrojado por la desgracia acarreada por la virulencia de su sátira que le enfrentó al Válido del Rey, Conde Duque de Olivares. A la postre,  ya viejo y achacoso, refugia su destierro y amargura en la Torre de Juan Abad, para acabar sus días el 8 de septiembre de 1645, a los 65 años de edad. Pero dejemos estos escarceos y veamos ahora la relación que mantuvo con Segura de la Sierra y Beas de Segura en estas tierras de nuestra comarca.
Habitación donde murió Quevedo en el Convento de los Dominicos de Villanueva de los Infantes 
El campo de Montiel, en el que está enclavada la Torre de Juan Abad, es fronterizo con la jurisdicción de Segura de la Sierra: «avecinábase -escribe el erudito académico don Aureliano Fernández Guerra— a la iglesia de Acci, frente a la batistana Segura» (Segura de la Sierra), y como además el camino real de Madrid a Andalucía pasando por la Torre, se adentraba en el territorio de Segura, la relación entre los moradores de ambos lugares necesariamente habría de ser muy frecuente. El mismo señor Fernández Guerra alude a los trajinantes de «Veas» y de Segura, que aprovisionaban de diversos abastecimientos a la Torre y establecieron, desde remotos tiempos, una actividad y frecuente comunicación entre las dos villas.
Monumento a Quevedo en la Torre de Juan Abad
Todo ello autoriza a pensar que cuando Quevedo, para apaciguar el temporal de sus borrascas, se retira en largas temporadas a la soledad de la Torre, trataría de conllevar el tiempo entregado a su producción literaria y en aliviar las horas con sus asuntos privados e íntimos. Sus relaciones con los pueblos circunvecinos le proporcionan amistades mantenidas por medio de correspondencia epistolar, corroboradas con algunas salidas de su retiro, y es fácil imaginarlo visitando en Beas a su pariente don Sancho de Sandoval, en Segura a su entrañable amigo don Alonso de Mesía y de Leiva, bien por complacencia de pura amistad cuando no para tratar de cuestiones atinentes a su hacienda, o con el más grato motivo de ofrecer a Belisa, que en Segura reside, la flor que es primicia de sus amores.
Segura de la Sierra, destino de muchas visitas de Quevedo a la comarca
Quevedo visita en diversas ocasiones Segura de la Sierra y sus contornos. El soneto VI del poema a Lisi, que comienza «Aquí en las altas sierras de Sigura», y la silva a «El Yelmo de Sigura de la Sierra», denotan un conocimiento de lugares y parajes, que así lo acreditan; pero, además, no puede ser más patente, y ello lo proclama en forma indubitada, el romance «De ese famoso lugar», en donde alude al itinerario que seguía desde Madrid a la Torre de Juan Abad, y en el que dice:
“Partí desde aquí derecho,
antes sospecho que zurdo,
a Segura de la Sierra,
que es un corcovo del mundo.
De aquí volví a mis estados…”

Y es que en Segura vivía don Alonso Mesía de Leiva, gran amigo y en cierto modo colaborador que le ayudaba también en sus asuntos privados, como lo prueba su intervención en la venta de los bienes de la Torre para hacer pago a Quevedo del censo que tenía sobre la villa, que don Aureliano Fernández Guerra, en sus obras de Quevedo, refiere así: «Pregónese la venta; como testaferro hizo postura en la jurisdicción, con todo lo anejo y perteneciente a ella, don Alonso Mesía de Leiva en un millón y quinientos mil maravedís, que había de pagar a Quevedo, con calidad de que original se le entregase el privilegio de la exención. Dio el acreedor por recibida aquella suma, hízose cobro además con trescientas dieciséis fanegas de trigo a dieciséis reales que tenía el pósito; y después de haber don Alonso nombrado las justicias como tal dueño, cedió el remate en don Francisco de Quevedo y Villegas, el cual ya constantemente se intituló señor de vasallos desde el verano de 1621».
Calle de los Caballeros Santiaguistas en Segura de la Sierra
Fue, sin duda, don Alonso Mesía varón de muchas letras, por cuanto, con licencia del señor de la Torre de Juan Abad, enmendó «Los Sueños», haciéndolos menos desapacibles a la censura. Algo análogo sucedió con el famoso «Cuento de cuentos», mandado recoger por la Inquisición «in totum» y cuya publicación fue autorizada una vez que don Alfonso hubo retocado el libro a instancias de su autor.

Es muy verosímil que don Alonso Mesía fuera natural de Segura de la Sierra, ya que el hecho de no conocerse el lugar de su nacimiento no debe significar que no lo tuviera en esta villa, y, en cambio, es cosa perfectamente comprobada que en ella vivía y en ella vivían muchos de este apellido Mesía, notado entre los hijosdalgo de ella. Pero sea de ellos lo que quiera, lo cierto es que los papeles de Quevedo, concretamente los manuscritos de «Los Sueños» y del «Cuento de Cuentos», y tal vez alguno más, en Segura fueron corregidos por don Alonso; y que estos papeles no fueron los únicos del genial escritor y que a Segura llegaron, resulta de la correspondencia sostenida entre Quevedo y don Sancho de Sandoval.
Edición de "Sueños y discursos"
Vivía este caballero en Beas de Segura, pueblo de su naturaleza, y era, por su matrimonio con doña Leonor de Bedoya, también natural de Beas y prima de Quevedo, le convertían en pariente del famoso literato. Don Sancho, del hábito de Calatrava, familiar del Santo Oficio, perteneciente al ilustre linaje del célebre arzobispo don Bernardo de Sandoval y Rojas y del duque de Lerma, sostuvo con el señor de la Torre, desde enero de 1635 hasta agosto de 1645, una copiosa correspondencia constituida por cuarenta y una cartas, que con otra dirigida a su hijo don Juan de Sandoval, otra a don Florencio de Vera y otra de éste a don Sancho, fueron reunidas por el último en un manuscrito en folio , de 94 hojas, y publicadas por primera vez por don Luis Astrana Marín, como adición a las referidas obras completas.
Escudo de armas de los Messía
Por esas cartas sabemos el gran sentimiento que a Quevedo produjo la muerte de su fiel amigo, acaecida en mayo de 1638. «Y o perdí en él -dice en una de ellas- cuanto más estimaba», y venimos en conocimiento de que en poder de don Alfonso se hallaban diversos papeles de Quevedo, quien, con fecha 11 de mayo del antedicho año de 1636, encomienda a don Sancho que cobre entre sus papeles «todos los que son de mi letra», principalmente la «vida de Marco Bruto i unas otabas de la Locura de Orlando, que no las tengo, y será para mí una gran pérdida quedar sin ellas». Con fecha 18 del mismo mes y año, torna a escribir al mismo destinatario, insistiendo en que recoja los documentos y manuscritos de muchas obras que tenía don Alonso, a quien «se las entregué como a mi archibo y toda mi confianza»; y en 30 de diciembre, como no hubiera obtenido respuesta a sus anteriores misivas, despacha un mensajero a don Sancho, con el exclusivo objeto de pedirle una vez más que recobre los papeles que tenía don Alonso, y muy particularmente el testamento del padre don Antonio Benegas y la relación del suceso de Melilla (que Sandoval llama de Arcilla). Pero que esos papeles tan estimados debieron quedar, al morir Mesía, en manos de don Pedro Pretel, por cuanto en 2 de enero de 1639 pide a don Sancho que con el portador le avise las señas de aquél en Madrid, para hacer de ellos diligencia, que otra vez sería infructuosa, porque cuando don Francisco llega a Madrid, don Pedro ya había abandonado la Corte. Mas no se aviene Quevedo a perder documentos tan preciados, para cuya devolución, sin duda, andaba algo remiso don Pedro Pretel, y para vencer su resistencia, con fecha 31 de mayo de 1639, suplica a don Sancho que haga llegar a su destino la carta que adjunta para don Pedro, e insista en tan justa pretensión, e incluso si fuere necesario se compren «los libros y papeles que tenía míos nuestro buen amigo el señor don Alonso que está en Gloria».
Quevedo. Retrato de Francisco Pacheco en su libro "Descripción de verdaderos, ilustres y memorables varones"
Fácil es colegir lo que sucediera a la muerte de don Alonso con los manuscritos, libros y papeles de Quevedo. Probablemente, don Sancho se encontraría en Beas, lugar de su habitual residencia, y don Pedro Pretel, que la tenía en Segura y era amigo de ambos, recibiría el preciado depósito, por cuya devolución porfía durante más de año y medio don Francisco: primero, al señor de Sandoval, y luego, cuando sabe que quien de ellos se hizo cargo fue don Pedro Pretel, directamente a éste. Sin duda, este don Pedro Pretel pudo ser escribano público y por esta razón recibiría los papeles cuya recuperación traía tan a mal traer a su dueño.

Para pensarlo así, tenemos en cuenta que los Preteles, que ya figuran entre los hijosdalgo de Segura en la Relaciones Topográficas de los pueblos de España, llevadas a cabo por orden de Felipe II, vinieron sucediéndose en el desempeño de tal función en Segura durante varias generaciones y hasta tiempos relativamente próximos. A la vista tenemos una carta por la que Fernando VII , con fecha 3 de diciembre de 1830, autoriza a don Ramón López Pretel, natural y vecino de Segura de la Sierra, y antepasado del autor de este estudio, para servir «cualquier Escribanía del Número, Juzgado y Gobernación de todas las Ciudades, Villas y Lugares de la jurisdicción y distrito de las dichas Ordenes de Santiago, Calatrava, Montesa y Alcántara», y seguramente que el antedicho testamento de Benegas se encontraría en su poder por razón de tal cargo. A la postre, los papeles se recuperaron, porque no de otro modo hubiera sido posible imprimir la vida de Marco Bruto, uno de los manuscritos que obraban en poder de don Alonso y que, dedicado al duque del Infantado, se publicaba editado por Pedro Coello, «mercader de libros» y editor de otras obras de Quevedo, en la imprenta de Diego Díaz de la Carrera, en el año 1644, uno antes de la muerte de su insigne autor.
Escudo de la Orden de Santiago
Un ejemplar de la edición príncipe se halla en la Biblioteca Nacional, referencia 17213. Antes, en 1631, se había publicado también en la Corte, en la imprenta de la viuda de Alonso Martín, la edición corregida y cercenada por don Alonso Mesía, de «Los Sueños», bajo el título de «Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio», en cuya edición se incluyó el «Cuento de cuentos», enmendado también por don Alonso, y todo con una «advertencia de las causas de esta impresión», en las que manifiesta que «Don Francisco me ha permitido esta lima; y aseguró en su nombre que procurará agradar a todos sin ofender alguno; cosa que en la generalidad de que trata de sólo los malos, forzosamente será bien quisto, sujetándose a la censura de los ministros de la santa Iglesia romana, en todo con intento cristiano y obediencia rendida». También en la Biblioteca Nacional, referencia 10759, puede consultarse la edición príncipe de esta obra.
Edición de "Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio"
Otros papeles de Quevedo hacen alusión, por referencia, a Segura de la Sierra. Cuando el gran satírico adquiere el señorío de la Torre, en donde, achacoso y pobre, acabará refugiándose, la civilización no se ha hecho llana aún, y Segura, en la cima de su empinado cerro, es todavía una villa importantísima, que irradia su influencia hasta mucho más allá de los confines de su circunscripción. Ello le da una poderosa fuerza de atracción, y allí acuden, por los más diversos menesteres, gentes de todas partes y de la más varia condición: quienes en los oficios públicos han de resolver sus asuntos, y los postulantes de favor e influencia, sopistas, estudiantes de Teología en el colegio de jesuitas, los campesinos que suben los mantenimientos al pueblo y los frailecicos teatinos del convento que en las cercanías fundó años atrás Cristóbal Rodríguez de Moya, en íntima comunión espiritual con la monjita de Avila, a través de asidua y edificante correspondencia.

Don Sancho de Sandoval de fijo que acude también frecuentemente desde su lugar, requerido por sus asuntos las más de las veces, acaso también porque allí reside don Miguel de Sandoval. Suponemos que era hijo de don Sancho y que debió vivir en Segura, por una carta de Quevedo a don Juan de Sandoval en la que dice a éste que Dios tendrá en el cielo a don Miguel de Sandoval, «a quien años ha vesé la mano en Segura de la Sierra». Esta carta, datada en la Torre a 18 de diciembre de 1644, pertenece, como las demás a las que se hace referencia, al Códice de Barnuevo, descubierto por Astrana Marín, cuyo estudio exhaustivo de la personalidad y obra de don Francisco de Quevedo y Villegas ha de ser consultado inexcusablemente por quien de la materia se ocupe.
Escudo de armas de los Sandoval
Acudiría, concertado previamente con su pariente el señor de la Torre, en homenaje de amistad a don Alonso Mesía, que, ordenado sacerdote en los últimos años de su vida, ejerce en Segura su sagrado ministerio, y con ellos tres se reuniría a buen seguro don Pedro de Pretel, cuya amistad con don Alonso, don Sancho y Quevedo se revela por la correspondencia entre estos dos últimos. Departirían en animados coloquios sazonados por el chispeante ingenio y los donaires del ínclito autor de «Los Sueños», y podemos aventurar que discretamente se separaría de sus amigos para rendir a Belisa el homenaje de su pasión amorosa.

Estas visitas a Segura a las que se refiere Quevedo, según antes se indicó en el romance de «Ese famoso lugar», se corroboran en la precitada carta a don Juan de Sandoval, en la que, aparte de la alusión al encuentro que allí tuvo con don Miguel, añade que se compadece de don Sancho por haber ido en aquel tiempo —diciembre de 1644— a Segura, ya que él conoce muy bien «las costumbres» del Yelmo, «aun por agosto». Quizá huyendo de los rigores estivales en la Torre, pasaría Quevedo con don Sancho algunas temporadas en Segura o su sierra, pues que en posdata a la carta del 19 de marzo de 1638 dirigida, como la casi totalidad de este epistolario, a don Sancho, se excusa ante éste de que a causa de tener que atender al cobro de una deuda que le debe un canónigo, a quien vendió una casa, no podrá acompañarle, por lo que siente «no poder gozar este verano del buen sitio de la Sierra».
El Yelmo, fuente de inspiración de Quevedo
Ese conocimiento, de casas y lugares de Segura, se refleja en los papeles de Quevedo en la silva «el Yelmo de Sigura de la Sierra», monte muy alto al austro.

Belisa, como ya sabemos, moraba en Segura y a ella va dedicado también el soneto en que la ofrece la primera flor que abrió el verano. Y en el mismo manuscrito, al folio 100, se halla el soneto en que encomienda su llanto al Guadalquivir, para que lleve sus lágrimas a Lisi.

Lisi encubre a doña Luisa de la Cerda, de la casa de Medinaceli, a quien Quevedo amó durante largos años; más bien pudiera suceder que Lisi, Belisa e Isabel fueran tres personas distintas y una sola la verdadera.
Casa de quevedo en la Torre de Juan Abad

¡Papeles de Quevedo en Segura de la Sierra!... Si a juicio de un insigne biógrafo y compilador de la obra total del caballero de la Orden de Santiago y señor de la Torre de Juan Abad, este pueblo ha ganado la inmortalidad por haber albergado al gran satírico y haber escrito en él sus más importantes producciones, como en Segura de la Sierra se corrigieron y retocaron algunas de ellas y acogió también hidalgamente a su autor, parécenos justo que un nimbo de esa gloria se proyecte, asimismo, sobre sus viejas murallas. Y si el corazón de Quevedo palpitó de amor por una linda segureña, se añade un inefable encanto a este poético episodio.

Segura de la Sierra ha caído, al correr de los siglos, en un letargo. En sus solitarias callejas hay un denso silencio, en donde puede fructificar la paz de las ideas. ¿Renacerá vivificada a los nuevos tiempos, y en su ámbito se albergará otra vez la proceridad —pareja a su situación ingente— del hombre entregado al culto del espíritu? ¿Surgirá un Quevedo que la visite y reanude su extinto esplendor? Sitio incomparable es para el cuerpo y para el alma.


7º Premio Domingo Henares. MELODÍA PATRIÓTICA DE UN TRISTE VIOLÍN

$
0
0
Retomamos actividad después de un, esperamos, gratificante verano; y lo hacemos con la dinámica de difusión de los diferentes aspectos que tienen como relación su ubicación en nuestra comarca de la Sierra de Segura. En esta ocasión reproducimos un relato de María José Toquero del Olmo titulado "Melodía patriótica de un triste violín" con el que recientemente ha obtenido el premio de relato histórico Domingo Henares convocado por el Ayuntamiento de Puente de Génave. Relato ambientado en el periodo en el que las tropas francesas ocupaban nuestra comarca en un momento crítico del desarrollo de la Guerra de Independencia, con unos hipotéticos hechos ocurridos en las tierras de Beas. Debido a su extensión lo publicamos en dos partes, pasando a continuación a mostraros la primera de ellas.
Mª. José Toquero del Olmo



MELODÍA PATRIÓTICA DE UN TRISTE VIOLÍN  (1ª parte)

José Torres García tomó posesión de una cortijada en las Cumbres de Beas en presencia de los testigos que más tarde darían fe. Como estipulaba el protocolo, recorrió el sendero que cruzaba las tierras, cortó algunas ramas de tejo y aventó un puñado de tierra. Se detuvo en un descampado y contempló el paisaje que se recortaba contra el cielo raso de aquella mañana del último día de abril. Supersticioso como era, consideró un buen presagio el vuelo de un águila perdicera sobre su cabeza. Había tenido la suerte de que Francisco Peñaranda, el dueño de la parcela, le concediera, además de la licencia de explotación de la magnífica arboleda que allí crecía, el uso de los neveros.
– Has hecho un buen negocio. La montaña ofrece oportunidades de oro a quien sabe aprovechar la altura y la nieve– dijo don Francisco, estrechándole la mano–. Negocia con perspicacia y preserva bien el hielo, que, cuando lleguen los calores, tendrás buena parroquia y podrás venderlo a buen precio ¡Los adinerados de Beas te lo pagarán bien!
– Dios le oiga, don Francisco, porque usted tiene que cobrar el alquiler y, lo que es más importante y dicho con todo el respeto del mundo: mi familia tiene que comer– respondió José Torres, con un mohín afable y cierta sorna.
– En este caso Dios lo va a tener muy fácil–dijo don Francisco, y añadió un tanto apremiado por regresar a su casa antes de la hora de la comida:  –Asienta unas cuantas piedras en el nevero principal y, si no se te antoja otra cosa, con eso daremos por terminada la ceremonia de traspaso.
Panorámica de Beas de Segura 
José Torres señaló el pozo y los presentes corroboraron que todo se había hecho arreglo a derecho. La madera y la nieve eran por entonces bienes muy preciados y José Torres, nacido y criado en una familia de madereros de la Sierra de Segura, conocía bien la geografía del monte y sabía cómo sacar partido a los recursos que le ofrecía.
Una mañana de mediados de abril de 1808, José de Torres se mudó de camisa con la intención de bajar a Beas de Segura. Habían transcurrido cinco años desde que firmó las escrituras de arrendamiento de los terrenos. La situación política en España no era nada halagüeña y, casi con toda seguridad, la economía acabaría por acusar la debilidad de una monarquía que se vendía sin el menor pudor a Napoleón; pero, de momento, habían disfrutado de un bienio de buenas cosechas y todo permanecía en una calma tensa. A él, tal y como pronosticó don Francisco, no le había ido mal ni el negocio de la madera ni el de la nieve. Así, cada año que pasaba, obtenía mejor precio por las cortas y tenía más compradores de hielo. Precisamente, José Torres decidió ir a Beas esa mañana para tratar con los intermediarios que se ocupaban de la distribución del hielo entre los vecinos del pueblo. Al despedirse, su mujer le previno: “Ten presente, José, que vas a vender hielo y madera, y no a sentar cátedra sobre que ese tal Bonaparte  destronará a los reyes y los mandará a las Indias para hacer y deshacer a su antojo en España ¡A ti la política ni te va ni te viene! ¡Eso lo tienes que tener claro, por tu bien y por el bien de tu familia!”
La mañana era magnífica. Embriagaba el azul prístino y rotundo de un cielo sin nubes y las casas eran como palomas enjalbegadas varadas en las lomas. La primavera hermoseaba el valle de Beas y recorrerlo era una delicia; no obstante, Torres cabalgaba absorto en sus pensamientos. Saludaba de vez en cuando a los campesinos, atareados en los olivares; pero, no prestaba la menor atención a las enormes matas de romero recién florecido ni a las primeras campanillas y arvejas que crecían en las praderas.
Retrato de Manuel Godoy
Desde que comenzaron los rumores sobre la entrada de las tropas de Napoleón en España y se tuvo noticia del amotinamiento de Aranjuez contra Godoy, en muchas regiones de España, prendió el patriotismo. El veintisiete de marzo del año 1808 se recibió en Beas de Segura la noticia de que los franceses habían entrado en España en son de paz y amistad, y muy pronto la comarca se convirtió en un hervidero de voces críticas contra las secretas intenciones que albergaba Napoleón. Hasta aquellos hombres que nunca se habían preocupado por la política parecían contagiados por una creciente agitación. Unos pocos decían que Godoy era la mejor cabeza pensante de las Españas y que sus razones tendría para permitir el paso del ejército galo hacia Portugal, y otros muchos afirmaban que era verdad que el Príncipe de la Paz era listo, más que un zorro, tanto que en la madriguera de la reina María Luisa se había metido, aludiendo a los amoríos adúlteros que se les atribuían, y todavía no había salido. Pero tanto a partidarios como a detractores les preocupaban los tratos que pudiera hacer Godoy con los gabachos. A Torres, que tenía espíritu de mercader, no le cabía en la cabeza que Napoleón, teniendo la posibilidad de hacerse con la joya de España, se conformara con la bagatela de Portugal. Por eso había discutido ya varias veces en la taberna y en esas cavilaciones andaba cuando se cruzó, ya en la entrada del pueblo, con Rafael Molina, un rico olivarero de Beas al que le unía una gran amistad desde que ambos eran chavales.
– ¡Buenos días, José Torres!– dijo Rafael Molina – ¿Qué asuntos te traen a Beas?
– Buenos días nos dé Dios– dijo Torres –. Vengo a tratar de la venta de hielo con los habituales y, de paso, me acercaré a ver a don Francisco, para ajustar las cuentas del alquiler.
– Ándate con ojo – dijo Molina –, sabido es que vale más media onza de trato que arroba de trabajo. Además, la situación no pinta bien. Aquí, en la Sierra de Segura, nos hemos librado de la epidemia de fiebre y la hambruna no nos ha afectado tanto como a otros lugares de Andalucía, pero de la que se avecina no nos vamos a zafar tan fácilmente.
– ¿Te refieres al yugo con el que quieren unirnos los franceses?– preguntó Torres.
– ¡A eso mismo me refiero! A mí, que no tengo tantas letras ni tanto mundo como los señores del Gobierno, el Napoleón ese no me la da.
– ¡Eso mismo pienso yo!– dijo Torres, deseoso de explayarse con alguien que opinaba como él.– No hemos padecido la peste, en eso hemos tenido suerte, como tú dices; pero los franceses son codiciosos y no pasarán por alto la riqueza maderera de nuestra sierra ¡Napoleón es un lobo con piel de cordero!
Torres pensó en la reciente epidemia de peste. Un primo suyo, que explotaba los ventisqueros del pico de la Maroma, en Málaga, le había escrito que aquel año hizo un buen negocio con la venta de hielo porque las autoridades, desbordadas por el imparable avance de la fiebre, le compraron todo el hielo, y a buen precio, si no para sofocar definitivamente la calentura, sí para mitigar el padecimiento de los infectados. Pero había visto morir a tanta gente cercana, incluidas su mujer y la niña que acababa de alumbrar, que consideraba maldito el dinero que le proporcionaron los neveros.
Grabado de la epidemia de peste de principios de S. XIX
También en Jaén había fallecido mucha gente. José Torres, que visitó la capital en plena efervescencia de la enfermedad vio morir a su padre, que vivía con su hermana Carmen, casada con un corregidor, que también murió a causa de la plaga y dejó a la mujer viuda y con cinco hijos a su cargo.
La enfermedad llegaba sin preludios que indicasen su venida. Se manifestaba con escalofríos y entumecimiento, precedidos de lasitud e inapetencia y seguidos de palpitaciones, calentura, sequedad de boca y dolor de cabeza y articulaciones. Se quejaban los enfermos de agudo dolor de estómago y de continuas náuseas, frecuentemente acompañadas de vómitos verdosos. Si los síntomas no remitían, el semblante se volvía marchito, de un color amarillento oscuro, los ojos inyectados en sangre y un cansancio tal que el enfermo no podía levantarse del lecho. La ardentía desazonaba a los dolientes hasta el punto de arrastrase del lecho hasta el suelo, buscando el frescor de las baldosas. Aparecía después el espantoso vómito negro, parecido a la pez derretida, tan abundante en algunos casos que llegaba a asfixiar a quien lo padecía. Coincidía este síntoma con hemorragias y ulceraciones por todo el cuerpo, de forma que la muerte, que se anunciaba con la frialdad de las extremidades y lo amoratado de los labios, se convertía en la única liberación posible para el enfermo. Y Jaén había padecido los horrores de la peste hasta el punto de que su población se redujo a la mitad. El padre y el cuñado de José torres habían muerto sin que él pudiera hacer nada, ni siquiera aliviar su calentura con el hielo de sus ventisqueros, que estaban muy lejos.
– La vida nunca es fácil. Ni en los momentos más felices nos faltan padecimientos– dijo Torres, a modo de reflexión– ¡Ahí tienes a mi hermana Carmen, que vivía como una reina y ahora no tiene más remedio que emplearse de criada para sacar a sus hijos adelante! Yo la visito de vez en cuando, pero poco puedo hacer para ayudarla.
– Parece que a los serranos el aislamiento de la montaña nos salvó de las fiebres amarillas, pero del hambre no nos hemos librado – añadió Molina, también a modo de reflexión de lo que habían sido esos años.
Toro ensogado -imagen extraída del mapa mural del barrio de San Isidro de Beas de Segura-
– ¡Así ha sido! Pero dejemos a un lado cuitas y enfermedades, que pronto celebraremos San Marcos y eso nos pone contentos a todos los beatenses.
– Ahí te doy toda la razón– dijo Molina–. En San Marcos no hay miseria o no la tenemos en cuenta. Llevamos dos años de bonanza y parece que este año, si las cabañuelas no mienten, tampoco tendremos mala cosecha. Los pobres no esperaran con tanta ansia el reparto de la carne del toro pero apreciaran, como siempre, lo bueno que sabe el puchero.
– Yo bajaré con toda la familia a casa de mi suegra, aunque los chicos se van haciendo mayores y estamos muy apretados. ¡La casuca no da mucho de sí!
– A mi casa también vienen mis parientes de Orcera, y, aunque la casa es grande, son tantos que no andamos holgados de sitio.
– A mí me tira el mucho el toro de San Marcos. Muy malo tendría que estar para perdérmelo, aunque me riña la Juana– dijo Torres, refiriéndose a su esposa–. Sigo tirando de la maroma como cuando era un chaval. Y lo seguiré haciendo mientras las fuerzas no me fallen.
– Mi mujer también me dice que no soy ningún jovenzuelo, para tontear con el toro ensogao – rió Molina–, pero, como yo le digo, los hombres de Beas lo llevamos en la sangre desde chicos y, cuando llega San Marcos, no podemos resistir el probar que aun somos jóvenes, ante la bestia, ante el público y ante nosotros mismos. Aunque, si te digo la  verdad, cada año que pasa me cuesta más mantener el tipo ¡Los años no perdonan!
– No perdonan, no. Hemos nacido para ser burros trabajadores y estamos acostumbrados al esfuerzo, pero hemos ido perdiendo fuelle con el tiempo, aunque San Marcos venga a remozarnos.
Representación de una taberna a principios de S. XIX 
– ¡Iba a la taberna de la Mariblanca! – dijo Molina–. Acompáñame y te invito a una jarra de vino para regar el encuentro.
– ¡Hecho!– contestó Torres, que pasaba las semanas aislado en el monte y necesitaba de vez en cuando compartir charla y vino con los viejos amigos y los parroquianos de la taberna.
Los dos bancales de olivos que había heredado Mariblanca no producían lo suficiente para sacar adelante a sus siete hijos y para mantener al vago irredimible de su marido. Vivaracha y lista, aprovechó la ubicación de la casa que fuera de sus padres, cerca de la plaza, la amplitud de la portada y la sombra del emparrado que la cubría para abrir una taberna. Decía que había nacido en jueves, que era la séptima hija y que había cantado en el vientre de su madre, requisitos todos que la convertían en una buena sanadora del mal de ojo. Así, en la cocina contigua a la cantina, en la que a diario hervía la olla que daba de comer a su numerosa prole, instaló su consulta de curandera. A la bulla de la taberna se le unían los murmullos de los ensalmos en un tótum revolútum que, de no haber sido por el buen vino y lo sabroso del embutido, hubiera desanimado a los parroquianos más acérrimos.
De que en la casa de Mariblanca se escanciaba un vino generoso dieron buena cuenta los dos amigos. A la segunda jarra, vaporosa la cabeza y suelta la lengua, Torres y Molina ya ejercían como patriotas de las Españas, de las peninsulares y de las de ultramar. La tercera jarra de buen vino terminó en vivas a Nuestra Señora de Gracia, que era por aquel entonces la patrona del pueblo, a España y a Fernando VII. A la cuarta, los dos hombres juraban que, de necesitarse, allí estarían ellos para dejarle muy claro a Napoleón y a toda Francia de quién era la tierra de la Sierra de Segura y la de Andalucía entera. (………………………….. continuará )
Mª José Toquero junto a Domingo Henares

7º Premio Domingo Henares. MELODÍA PATRIÓTICA DE UN TRISTE VIOLÍN (2ª parte)

$
0
0
Para completar el relato "Melodía patriótica de un triste violín" de María José Toquero del Olmo, pasamos a publicar la segunda parte del flamante premio Domingo Henares de Relato Histórico convocado por el Ayuntamiento de Puente de Génave. En este ocasión se describe como se produjo la ocupación de las tropas napoleónicas en nuestra comarca y la oposición y enfrentamientos que mantuvieron con diversos grupos de guerrilleros que impidieron se hiciera efectiva la ocupación de la población de Beas de Segura.
Mª José Toquero y Domingo Henares durante la ceremonia de entrega del premio

MELODÍA PATRIÓTICA DE UN TRISTE VIOLÍN  (2ª parte)

(……………..continua)

Torres fue el primero en levantarse. Se lavó la cara en la fuente de la plaza, se atusó el pelo y se dirigió a casa de don Francisco. En el camino se encontró con Juan Laureano Sandoval, un rico hacendado jaenés que se instalaba en Beas cuando llegaba la primavera y que tenía fama de afrancesado entre los vecinos. Era un hombre grave, ventrudo y de calva reluciente, que vestía a la francesa, pensaba a la francesa y presumía de ser muy amigo del Duque de Berg, cuñado y poderoso lugarteniente de Napoleón. Y qué decir de su flamante esposa, Rosalía Ventura, una dama enjuta de ojos glaucos y rostro cerúleo, más afrancesada que su marido, fiel seguidora de la moda de París y asidua a los banquetes y bailes que celebraban los franceses en Jaén. Una pareja que, con su desapego y su inmodestia, despertaba la inquina de todos aquellos beatenses que albergaban dudas sobre las intenciones de los franceses.
Joaquin Marat. Duque de Berg
– ¡A usted quería yo verle!– dijo Sandoval, saliendo al paso de Torres.
– ¿Y qué se le ofrece a usted, don Laureano? – preguntó Torres.
– Se acerca ya el calor – dijo Sandoval–. Esta temporada espero más visitantes que los de costumbre y voy a necesitar más hielo que otros veranos. Pásate por casa y ajusta precio con doña Rosalía.
– Agradecido– dijo Torres, mascando para sus adentros cierta preocupación, porque se le presentaba una oportunidad inmejorable de negocio, pero no quería que en el pueblo le criticaran por sus relaciones con los afrancesados.
Molina y Torres volvieron a coincidir en casa de Mariblanca el día primero de junio. En Beas se hablaba de los diferentes edictos que se habían pregonado por toda Andalucía. Ante el temor de una sublevación, se protegían las casas y las vidas de los franceses residentes en el territorio, se imponía el toque de queda, de manera que a partir de las ocho de la tarde se prohibía transitar en grupos de tres o más personas, y se hacían rondas con gente armada para evitar incidentes. En el pueblo transigían con la presencia de afrancesados como Sandoval y su esposa, aunque con muchas reticencias.
– ¿Has bajado a vender hielo a los franceses?– preguntó Molina a Torres con ironía.
– No– respondió de manera tajante Torres –. He bajado para invitarte a una jarra de vino y celebrar la abdicación del rey Carlos en su hijo Fernando.
– Te la acepto– dijo Molina– Aunque seas amigo de los afrancesados.
– También he bajado al pueblo para decirle a don Laureano que el hielo que me queda en el nevero lo tengo reservado y no podré servirle de hoy en adelante.
– ¡Eso me gusta más, amigo Torres! Con gusto me tomo la jarra contigo y brindo por Fernando VII y España.
Carlos IV
Los hombres que extraían el hielo en el nevero de Torres y la preparaban para repartirla en Beas fueron los primeros en tener noticia de que una avanzadilla del ejército galo se dirigía a Beas. Se lo dijeron dos guerrilleros de la partida de Hermenegildo Bielsa, Comandante de las Guerrillas de Jaén, que se habían escondido en la Sierra de Segura y vigilaban los movimientos del enemigo. Dijeron que sería conveniente dar la voz de alarma a la población y evitar que instalaran una guarnición el pueblo, pues esas eran las órdenes de los militares franceses.
Torres apremió a sus hombres para que llenaran lo más pronto posible los serones en los que se transportaba el hielo. Habitualmente, cargaba las caballerías hasta hacerlas reventar; pero, en aquella ocasión, quería llegar lo más pronto posible a Beas para avisar a los vecinos y se permitió el lujo de aligerar a la mitad su cargamento. A medida que avanzaba la caravana de la nieve y se tenían noticias de la invasión francesa, más serranos se unían a la reata de acémilas. En el silencio de la noche y a la luz de las teas y farolillos que guiaban la recua, parecían un paso procesional de la Semana Santa.
Al amanecer, cuando llegaron a Beas, eran un ya tropel vociferante. Los beatenses se asomaron a las puertas y ventanas y, ante la amenaza de los ejércitos de Napoleón, se echaron a la calle. A las diez de la mañana, una multitud enardecida ocupaba la plaza y exigían a Sandoval y a Rosalía que se unieran a ellos en la defensa de Beas.
Asalto de las tropas francesas
Torres y Molina volvieron a encontrase en medio de la turba. Sandoval y su esposa permanecieron un tiempo atrincherados en su domicilio. Hubo momentos angustiosos en los que la muchedumbre que rodeaba la casa amenazaba con echar el portón abajo y cobrarse venganza por lo que iba a suceder en los afrancesados. “¡Laureano y Rosalía, hay que darlo todo por vuestra tierra, que no es Francia, sino Andalucía!” gritaba el gentío en un crescendo cada vez más enardecido.
El portón se abrió y Laureano Sandoval pidió silencio para pronunciar unas palabras.
– Habéis de saber, apreciados amigos, que doña Rosalía y yo mismo apoyamos vuestra causa y nos unimos a vosotros.
Y así fue cómo los únicos afrancesados que había Beas hicieron piña con el resto del pueblo en defensa de la soberanía española.
La rebeldía se extendió en la comarca de la Sierra de Segura como la tinta en el papel secante. Lo accidentado del terreno y el conocimiento exhaustivo que los hombres tenían de él fueron las armas más eficaces en la lucha contra el francés. Así, lo que puso traba a la invasión, además de las navajas que los patriotas blandieron en las calles y los trabucos en ristre con los que los guerrilleros se echaron al monte, fue lo escarpado de las cumbres montañosas, inaccesibles a los batallones galos y lo angosto de los desfiladeros en los que se emboscaban los guerrilleros para caer como una maldición en el corazón de las huestes napoleónicas. Las sendas montañosas eran como dédalo enloquecedor para unas tropas bien pertrechadas, pero acostumbradas a batirse en terrenos abiertos e incapaces de acceder a las guaridas en las que se escondían las cuadrillas que luchaban contra el ejército más poderoso del mundo.
Documento firmado por Hermeregildo Blesa

Torres no volvió a ver a Molina desde el levantamiento de Beas, que impidió que el destacamento galo tomara posesión del pueblo; pero tuvo noticias de que había formado una cuadrilla de guerrilleros y de que campaba a sus anchas por los pagos de la Sierra de Segura.
            La partida de Rafael Molina era una banda de ochenta hombres, la mayor parte de a píe, armados unos con trabucos antañones, otros con fusiles roñosos, vestidos como su fortuna, siempre escasa, les permitía, con un pañuelo descolorido por el sol en la cabeza, la manta al hombro y calzados con alpargatas o con botas tan zarrapastrosas que mejor hubieran ido descalzos. Al grito de "¡Viva Fernando y vamos robando!", ora se enfrentaban con las tropas napoleónicas, ora confiscaban las cosechas y el ganado de los lugareños, y lo que era peor para los franceses, incitaban a sus paisanos a armarse y a seguirlos.
 Fernando VII
Las órdenes de José Napoleón fueron tajantes. Los tenientes coroneles al mando de los destacamentos franceses acantonados en las provincias andaluzas debían poner orden a los desmanes cometidos por los guerrilleros. La cuadrilla de Molina, emboscada en un desfiladero próximo a las Cumbres de Beas, acabó con un pelotón de Dragones del ejército francés. El coronel Bellangé, ansioso de revancha, concentró a todos sus hombres y marchó a Beas. Su objetivo era desmantelar la partida de Rafael Molina y capturar vivo o muerto a su cabecilla.
Vana pretensión, pues los guerrilleros, sabedores de las intenciones del francés, se dispersaron y quedaron en encontrarse, pasados unos días, cuando hubiera amainado la tempestad, en el cortijo de José Torres.
Bellangé era un buen estratega, capaz de vencer en batalla franca a cualquier enemigo, pero muy poco hábil con los guerrilleros.
– ¿Qué noticias tenemos de la banda de Molina?– preguntó a sus exploradores.
– Se han esfumado – fue la desesperante respuesta.
– ¡Malditos fantasmas! ¡Se nos ha mandado a España para cazar alimañas que desaparecen en las montañas no para luchar contra soldados de verdad!– exclamó Bellangé
El coronel, dolido en el orgullo por la burla de los brigands, que así llamaba a los guerrilleros, se dirigió a la plaza de Beas y amenazó con quemar el pueblo, si no recibía noticias que le condujeran a la guarida donde se ocultaba Molina.
Los vecinos juraron y perjuraron que nada tenían que ver con las andanzas y fechorías de la partida de Molina y suplicaron el perdón del coronel Bellangé.
– No soy yo quien puede salvar de las llamas a Beas- dijo Bellangé con altanería- Sois vosotros los que tenéis que convencer a Molina y a su banda de que se entreguen. Disponéis de veinticuatro horas para ello, que empiezan a contar desde este momento.
– Ya le hemos dicho que desconocemos el paradero de Molina– replicó el alcalde.
– ¡No es mi problema!– contestó Bellangé.
– No se ponga usted así– dijo el alcalde–. Trataremos de encontrar a Molina lo antes posible. Mientras tanto, les invitó a ustedes a comer en la taberna de Mariblanca, que es la mejor del contorno.
Guerrilleros en la Sierra de Segura
A Bellangé, que llevaba muchas horas sin descansar, persiguiendo a los escurridizos guerrilleros no le desagradó la idea.
– ¡Saca las mejores viandas para nuestros huéspedes! – ordenó el alcalde a Mariblanca, señalando al coronel y a sus hombres– No te preocupes por precio. Todo corre a cargo del Ayuntamiento.
– Les trataré lo mejor que pueda – dijo Mariblanca, dirigiéndose con una inclinación de cabeza a Bellangé–. Tenemos buen vino y les puedo ofrecer aceitunas machacadas y aliñadas con limón y tomillo, potaje de garbanzos con todos sus avíos y migas al estilo de Beas, además de embutido y lomo de orza. Y de postre, mistela y rosquillas de anís.
– ¿Y para divertirnos?– preguntó Bellangé.
– ¿A qué se refiere usted, coronel?– preguntó Mariblanca, atemorizada por la posible respuesta.
– ¡Música, mujer!– rió Bellangé– ¿En qué estabas pensando?
– Tenemos un violinista que, de no haber estado ciego y tullido de cintura para abajo, habría hecho carrera en una buena orquesta – dijo Mariblanca y añadió: – ¡Con su permiso, voy a buscarlo!
Mariblanca les sirvió la comida y llenó sus jarras cuantas veces le pidieron y el violinista tocó para ellos sin concederse el menor descanso. Mientras, el alcalde, fue en busca de Torres, pues sospechaba que era el único vecino de Beas que podía conocer el paradero de Molina y convencerle de que se entregase.
– Sé que hace unos días atacaron a los franceses en el desfiladero y que se dispersaron. No sé en qué guarida se ha escondido y un día no es mucho tiempo para buscarlo – fue la respuesta de Torres.
– ¿Y qué podemos hacer?– preguntó el alcalde.
– Darme un par de buenos caballos – contestó Torres–. Daré el aviso a las tropas de Juan de Uribe, que sé que vienen hacia Beas, para que agilicen el paso y nos ayuden a defender el pueblo.
– ¡Así sea! – contestó el alcalde.
Emboscada guerrillera
Expiraba casi el plazo dado por Bellangé cuando los hombres de Uribe tomaron las alturas de Beas con la intención de emboscar a las tropas francesas. Se dividieron en tres partes y la comandada por Valeriano Rodríguez, teniente de Dragones de Sagunto, se dirigió al pueblo. Al aproximarse al pueblo, vieron que lo estaban incendiando y la tropa se arrojó sobre ellos disparando. Los vecinos se unieron a los soldados y consiguieron desalojarlos de Beas. Las huestes apostadas en el monte los persiguieron durante más de cinco leguas, de camino a Villanueva del Arzobispo, mientras los militares al mando de Valeriano Rodríguez ayudaban a los vecinos a apagar los incendios.
Nada pudieron hacer por la iglesia consagrada a Nuestra Señora de Gracia, que se vio reducida a cenizas, ni por el violinista, al que degollaron, cuando en el instante en que se cumplió el plazo dado, y expusieron en la plaza para que los vecinos vieran con sus propios ojos lo que esperaba a los pueblos que desobedecían sus órdenes.
Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción. (Antigua Ntra. Sra. de Gracia). Beas de Segura

EL CAMINO DE SAN JUAN DE LA CRUZ. UNA OPORTUNIDAD PARA LA SIERRA DE SEGURA.

$
0
0
EL CAMINO DE SAN JUAN DE LA CRUZ. ¿LO CONOCES?

Por José Antonio Molina Real

Posiblemente esta iniciativa, que está cogiendo cuerpo y que va a convertir en realidad un proyecto que se inició hace unos pocos años, sea una verdadera novedad para muchos de los que mostráis interés por todo aquello que afecta a la Sierra de Segura. Nos estamos refiriendo al Camino de San Juan de la Cruz que une las poblaciones de Beas de Segura y Caravaca de la Cruz, pasando por Hornos, Pontones, Santiago de la Espada, Nerpio,  y El Espinar (Moratalla).
Símbolo del Camino de San Juan de la Cruz

Las raíces históricas de este trazado que hoy en día afecta a tres Comunidades Autónomas sirven como perfecto argumento para el desarrollo de un proyecto que basándose en la vinculación que la orden del Carmelo mantuvo y mantiene con las poblaciones de Beas de Segura y Caravaca de la Cruz haya cogido dimensión comarcal. Y todo ello gracias al esfuerzo llevado a cabo desde los diversos ayuntamientos por los que discurre esta ruta, que han seguido acertadamente la labor motivadora del Padre Prior del Convento de los Carmelitas Descalzos de Caravaca de la Cruz el P. Pascual Gil.
Presentación en Santiago-Pontones del Camino a cargo del P. Pascual Gil. Octubre-17
El trabajo de coordinación ha sido dificultoso ya que dichas poblaciones pertenecientes a la Sierra de Segura se encuadran en tres comunidades autónomas diferentes y tres provincias diferentes, logrando constituirse primero en el Grupo de Ciudades del Camino de San Juan de la Cruz como fórmula inicial de organización. A partir de aquí el trabajo se concretó en el objetivo del desarrollo y estructuración de una propuesta turística, cultural y patrimonial que, sirviéndose de eje en la figura del santo místico carmelita, diera a conocer la enorme riqueza del entorno por el que discurre este camino dentro del marco de la Sierra de Segura. Está claro, pues, que este proyecto surge con la vocación de consolidarse como una ruta de peregrinación que permita acercarse al legado literario y espiritual del Santo carmelita al tiempo que desarrolle una actividad turística basada en la riqueza patrimonial, natural y etnográfica del territorio de nuestra sierra.
Alcaldes y técnicos. Reunión de coordinación. Beas de Segura. Julio-17

El trayecto rememora el realizado por San Juan de la Cruz en, al menos, siete ocasiones, desde el año 1579 hasta 1587, a través de las montañas y valles de la Sierra de Segura, desde Beas hasta la localidad de Caravaca de la Cruz, a fin de atender las necesidades espirituales de las monjas, especialmente de su priora Ana de San Alberto, del Convento de Carmelitas Descalzas fundado en esa localidad por Santa Teresa de Jesús en el año 1576, así como resolver también diversos asuntos de ámbito burocrático entre los que destacaba la tramitación para la fundación de un convento de frailes Carmelitas Descalzos que fraguó en el año 1586. El santo místico había recalado en Beas de Segura como prior del Convento de Ntra. Sra. Del Monte Calvario en 1578, después de su fuga tras estar ocho meses recluido en el Convento de los Carmelitas de Toledo, motivada por los pleitos de división interna que se estaban produciendo en la Orden del Carmelo desde la Reforma Carmelita realizada por Santa Teresa de Jesús en 1562 y que se tuvieron que dirimir en Santa Sede, finalizando con la aceptación como orden religiosa de los Carmelitas Descalzos en 1593 por carta de aprobación del Papa Clemente VIII.
Representación de San Juan de la Cruz
El hecho que el Convento de Beas de Segura fuera el más cercano y la confianza que Santa Teresa tenía en el que ella cariñosamente llamaba “su medio fraile”, posiblemente debido a lo enjuto de su semblante y su reducida estatura, le llevó al santo místico en esas siete ocasiones en viaje de ida y vuelta a tierras de Caravaca, atravesando toda la Sierra de Segura en un trayecto que le llevaría no menos de tres jornadas a lomos de caballerías y posiblemente acompañado de algún otro fraile. Determinar exactamente el camino seguido sería altamente complicado al carecerse de documentación adecuada, pero es evidente que se buscarían las rutas más cortas salvando circunstancias como la nieve en invierno o los calores en verano que le llevarían por vaguadas más sombrías y cercanas a corrientes de riachuelos y arroyos, así como evitar bandoleros y otros peligros. Es de suponer que se seguirían rutas utilizadas por pastores y arrieros que solían pasar por poblaciones, aldeas y ventas donde reponer fuerzas y quitarse de encima el peso de los kilómetros. A día de hoy las poblaciones que vieron sus pasos se pueden determinar en las que anteriormente hemos nombrado que forman parte del Grupo de Ciudades del Camino de San Juan de la Cruz, incluso se han concretado, teniendo en cuenta su distancia y dureza, en un recorrido que supera los 150 km. dividido en seis etapas distribuidas de la siguiente forma: Beas de Segura-Hornos de Segura (23,4km), Hornos de Segura-Pontones (20,4km), Pontones-Santiago de la Espada (17’8km), Santiago de la Espada-Nerpio (32’1km), Nerpio-El Sabinar (20’8km), El Sabinar-Caravaca de la Cruz (36’5km).
Recorrido del Camino de San Juan de la Cruz
No es necesaria una sola motivación para realizar este Camino. Las motivaciones son diversas y muy personales, pero lo que está claro es que en este Camino podremos encontrar una perfecta excusa para llegar a Caravaca de la Cruz, quinta ciudad Santa del cristianismo junto a Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana en Cantabria, o partir de ella, según se prefiera, para adentrarnos en el corazón de la Sierra de Segura y, siguiendo el Camino, poder hacer de él la guía que nos permita conocer de forma directa y profunda la historia, el patrimonio monumental y cultural, sus costumbres, su rica gastronomía, su naturaleza y sus bellos paisajes; y todo ello bajo la figura de San Juan de la Cruz, acercándonos, como experiencia mística, a nuestra propia realidad. Por lo tanto este Camino reúne e sí mismo dinámicas religiosas, turísticas, de contacto con la naturaleza e incluso de simple reto deportivo.
Camino de San Juan de la Cruz con Caravaca al fondo.
Se pretende con la dinamización del Camino de San Juan de Cruz, crear una realidad que suponga una oportunidad para muchos caminantes y peregrinos, pero también para los habitantes de estas tierras serranas que podrán contribuir a que esa realidad sea factible con sus aportaciones en cuanto a servicios, convirtiéndose en una oportunidad económica para los lugares que recorre. El peregrino no sólo necesita un camino para caminar, pues debe reponer fuerzas, descansar y se hacen necesarios servicios como tiendas, restaurantes, albergues, etc… que podrán dar oportunidades a una economía muy limitada en estos lugares de la Sierra de Segura.
Peregrinos y caminantes cerca de Santiago de la Espada
Evidente es la realidad ya contrastada del Camino de Santiago que supuso y supone un dinamismo para las tierras gallegas y otras por las que discurre y, salvando las distancias pues esto es un proyecto incipiente y que está empezando a desarrollarse, por qué no este Camino de San Juan de la Cruz puede llegar a convertirse también en un referente a nivel nacional. Para ello se necesita una implicación directa de las autoridades de las localidades por donde discurre que empieza primero en el acondicionamiento de un trazado que esté bien señalizado a través de balizas que indiquen dirección y distancia recorrida que se pueden complementar con otra señalización no vertical con pintura a través de flechas o símbolos situada estratégicamente que eviten pérdidas y desorientaciones. Pero ese trazado se debe mantener, evitando que la vegetación o maleza lo invada así como evitar su lógico deterioro provocado por lluvias o nieve.
Camino de San Juan de la Cruz en las cercanías de Nerpio
Pero como se ha dicho con anterioridad, el caminante además de camino necesita servicios, especialmente de alojamiento, para lo cual los ayuntamientos tienen la opción de adecuar espacios públicos como albergues municipales o concertar con empresarios locales la prestación de esos servicios, que a un precio razonable, se ofrezcan a los futuros peregrinos, condición que sólo tendrán aquellos que acrediten que lo son a través de un documento o credencial del peregrino que se podría expedir en los diversos ayuntamientos y parroquias, especialmente en los puntos de partida, es decir, Beas de Segura y Caravaca de la Cruz. Esta credencial podría tener un espacio destinado a la estampación de cuños que justificarían la realización de cada etapa. Incluso, y siguiendo el modelo compostelano que justifica la realización del Camino de Santiago a través de “la Compostela”, se podría repartir en los lugares de llegada, tras la presentación de esa credencial con los cuños correspondientes que justifiquen la realización del trayecto del Camino de San Juan de la Cruz, de un documento acreditativo de haber realizado el recorrido total del Camino que realizó el Santo Místico, que, por qué no, se podría denominar perfectamente esta acreditación como “la Mística”.
San Juan de la Cruz
Es evidente que el recorrido no es fácil y supone recorrer distancias en las que se tendrán que salvar desniveles considerables, que las ondulaciones del terreno e incluso la inclemencias del tiempo se encargarán de endurecer más aún el camino, y que el caminante, teniendo en cuenta su propias circunstancias, será el que adapte recorridos y distancias; pero lo que nadie pone en duda es que este Camino puede suponer un revulsivo personal que rompa la monotonía diaria, nos enseñe de forma clara nuestras capacidades y espíritu de superación para asumir retos y demostrarnos que, con fuerza de voluntad, somos capaces de superar dificultades y problemas. Además realizar el Camino de San Juan de la Cruz se puede convertir en extraordinaria oportunidad para compartirlo con amigos, profundizando en el conocimiento mutuo y en las dinámicas de ayuda y solidaridad entre las personas, enfocándolo como un reto personal que convierta en posible lo que a priori resulta imposible, dejando que salgan a tu encuentro montes, llanuras, roquedos, valles, fuentes, ríos, aldeas, cortijos o pueblos; en definitiva vida y paisaje natural en medio de un viaje hacia el propio interior personal. En definitiva, San Juan de la Cruz te invita a mirarte y mirar la vida en medio de la naturaleza segureña.
Vistas del Pantano del Tranco. Etapa Beas de Segura-Hornos
Todas estas experiencias ya las están viviendo peregrinos que, desde hace tres años y organizados desde el Convento de los Carmelitas de Caravaca de la Cruz, quieren vivir esta singular experiencia de vida recorriendo un camino que tiene ya más de 400 años, donde se viven momentos de contacto y profundización interior, al tiempo que un acercamiento al legado espiritual y literario del santo místico carmelita, sin olvidar del disfrute de una riqueza paisajística y natural que les ofrece el Parque Natural de las Sierras de Segura, Cazorla y las Villas.
Camino de San Juan de la Cruz en bicicleta. Paraje del nacimiento del río Segura
En definitiva, este proyecto empieza a desarrollarse, a convertir en realidad, una idea y un proyecto que debe ser considerado especialmente desde la administración pública al realizar un esfuerzo inicial que posibilite el conocimiento y la afluencia de peregrinos y caminantes para lo que se hacen necesarias campañas de difusión en ámbitos de turismo rural y de contacto con la naturaleza, porque en definitiva se trata de una oportunidad económica y de desarrollo de los lugares por los que discurre la ruta, teniendo en cuenta que esos peregrinos y caminantes sólo vendrán a disfrutar de este Camino si se realiza la promoción adecuada del mismo, los trazados tienen el cuidado que requieren y los lugares que atraviesa les propician los servicios y atenciones que cualquier visitante necesita.

Esta tarea de impulso inicial y de estructuración posiblemente no conlleve unos resultados espectaculares de forma inmediata, pero a corto plazo, siempre que las administraciones se impliquen en su debida promoción, y más hoy en día con el destacado papel que tienen las redes sociales, hace previsible la rápida difusión de su existencia y perfecto acondicionamiento a todos los rincones de España, por lo que será segura una notable afluencia de peregrinos y senderistas que querrán conocer los valores naturales y turísticos de la Sierra de Segura y profundizar en aquellos criterios de conocimiento interior, espiritual y personal que les ofrece llegar a la ciudad santa de Caravaca para rendir visita a ese lignum crucis en la Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz, o viceversa, llegando a Beas de Segura para alcanzar un perfecto conocimiento en las fundaciones místicas que permitirá llegar hasta Úbeda y Baeza, ciudades muy ligadas a San Juan de la Cruz y que están declaradas por la Unesco como patrimonio de la humanidad, después de haber tenido el privilegio de disfrutar de la enorme riqueza paisajística, patrimonial y humana de la Sierra de Segura.
Castillo y Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz
Os dejamos, a forma de conclusión, el enlace para que podáis visitar la página web del Camino de san Juan de la Cruz, donde podréis encontrar información detallada y concreta de todas sus particularidades, así como del recorrido, tramos, perfiles de dificultad, track y pequeñas indicaciones sobre los lugares a visitar por las zonas donde pasa este Camino que esperemos suponga un referente dentro de las rutas religiosas y de disfrute de entorno natural en España.


-Mapas de los recorridos de las etapas....

1ª etapa.-Beas de Segura- Hornos de Segura.
2ª etapa.-Hornos de Segura-Pontones.
3ª etapa.-Pontones-Santiago de la Espada.
4ª etapa.-Santiago de la Espada-Nerpio.
5ª.-Nerpio-El Sabinar (Moratalla).
6ª etapa.-El Sabinar (Moratalla)- Caravaca de la Cruz.


CUANDO LA MÚSICA YE-YE LLEGÓ A LA SIERRA DE SEGURA

$
0
0

LOS ÁNGELES AZULES...... SU HISTORIA.

Por José Antonio Molina Real

       En el año 1965, en plena revolución musical, iniciada principalmente por grupos míticos como Los Beatles o Los Rolling, en España aparecen diversos grupos como Los Brincos, Los Bravos, Pekeniques, Relámpagos etc… que secundan esta dinámica musical e introducen en nuestro país la música electrónica que popularmente se denominará moderna.
Como consecuencia de esta revolución cultural-musical que marcó una época, y gracias a medios como el NO-DO, la radio o la televisión; esta fiebre musical también llega a Puente de Génave y más concretamente cala en diversos e inquietos jóvenes, en especial Isidro García, un niño de 14 años, sin medios económicos, pero con la ilusión por bandera, que por aquellos tiempos tocaba el laúd en una rondalla. Lleno de ilusión y entusiasmo decide formar un grupo musical, de los que en aquel entonces se llamaba músico-vocal.
Primeros integrantes del grupo Los Rayos.
            La tarea no fue nada fácil y fueron muchos los amigos y jovenzuelos que, tras dar su conformidad, después aparecían con muchas excusas. Finalmente logró contagiar su entusiasmo a Rufino Flores quien aceptó a condición de encargarse de la batería, Clemente Santoyo al que le apasionaba guitarra rítmica y otro que también accedió fue el añorado y querido por todos Ángel Díaz como guitarra bajo. Los tres junto, claro está, a Isidro García como guitarra solista y finalmente cantante, se hicieron llamar Los Rayos.
En un primer momento la ilusión y el entusiasmo podían claramente a la falta de medios e instrumentos pues empezaron a ensayar sin guitarras eléctricas. Los costoso del material era un claro impedimento que se pudo subsanar con requerimientos a familiares y amigos, posibilitando que, tras múltiples calamidades y algún que otro milagro, lograran comprar instrumentos en Valencia y Granada que, aunque no eran los mejores del mercado, daban perfecta satisfacción a las necesidades iniciales facilitando enormemente los ensayos ya que ofrecían múltiples posibilidades en cuanto a melodía y acústica, propiciando que surgiera la idea de cambiar el nombre del grupo por el de Los Penikes.
Actuación del grupo Los Penikes
Así empezaron los maratonianos ensayos en la carpintería de Julián Flores, ensayos que a decir verdad, no salían del todo mal adaptando y versionando éxitos del rock anglosajón. Pero al parecer su música no iba a ser del gusto de todos los vecinos, quienes apreciaban más la tranquilidad que escuchar los últimos éxitos interpretados por aquellos jóvenes que ellos llamaban despectivamente “modernos” y evidentemente alguna que otra queja tuvieron al respecto.
Es de destacar aquel día que se presentó en la carpintería la Guardia Civil con la intención de requisar todos los instrumentos, que con alguna dificultad y no sin la preocupación lógica entre los integrantes del grupo, introdujeron en el vetusto Land Rover. Evidentemente los integrantes del grupo pensaron que lo que para ellos era música para los vecinos debería ser simplemente ruido, y ante la oportuna denuncia, debían de presentarse ante el sargento que era el Comandante del Puesto de la Guardia Civil en el cuartel de Puente de Génave. Al día siguiente, y ya en el cuartelillo, el Sargento quiso comprobar en primera persona los efectos que producía nuestra música y, como resulta que era 12 de Octubre, día del Pilar y festividad de la Benemérita, por lo que ordenó que se ubicara un lugar preferente en el patio del cuartel y que tocaran para amenizar la estancia de las autoridades que ese día lo visitaban, por lo que debemos deducir que mal no resultaría “la prueba pericial”, incluso fueron invitados al pertinente ágape que se servía a los invitados, y de esa curiosa forma, entre cervezas y el miedo de enfrentarse por primera vez a un público, se produjo la primera actuación del nuevo grupo musical.
Verbena amenizada por Los Ángeles Azules
Lo cierto es que se dejó un buen sabor de boca y a continuación vinieron nuevas actuaciones. La primera verbena fue en El Tamaral con motivo de sus fiestas patronales en honor a Santa Teresa. Allí ya había escenario y hasta luces de colores, pero lo que comenzó con muchas ganas e intención de impresionar a los asistentes una actuación que fue recibida con mucho entusiasmo y eso se notó en la pista de baile durante los dos primeros temas interpretados, que eran exclusivamente instrumentales. El tercer tema era ya cantado y debía de ser Ángel su interprete, así lo habían ensayado, pero los nervios le atenazaron repentinamente y su estado de nervios fue in crescendo por lo que tuvo que ser el mismo Isidro el que, sin tener muy claros los acordes, salió del paso con una interpretación que no quedó del todo mal, naciendo de esa forma tan improvisada el futuro vocalista del grupo.
Ciertamente la primera actuación pública de animación de una verbena no quedó nada mal y la gente se divirtió al ritmo de sus modernas canciones, por lo que a ella siguieron otras diversas por toda la comarca. El boca a boca era la mejor de las campañas publicitarias y desde bodas, pasando por verbenas y todo tipo de eventos especialmente programados para fiestas patronales eran su principal mercado artístico, recibiendo unos ingresos que se destinaron a completar su equipo y a la adquisición de nuevos instrumentos, la calidad de las actuaciones mejoró ostensiblemente, por lo que se decidió romper con ese pasado de bisoñez cambiando el nombre al grupo, pasando a denominarse Los Ángeles Azules. A partir de este momento pasearon con orgullo por todos los pueblos de la Sierra su estupendo rótulo en el tambor de la batería que había confeccionado de forma más artística el primo de Isidro, Ventura el pintor.
Anuncio de actuación de Los Ángeles Azules en la Costa Brava
Se perfeccionaron ritmos, melodías y letras, con adaptaciones que resultaban bastante acertadas que incluso les llevó a presentarse en Baeza a un festival donde competían diversos grupos de la provincia, aunque el resultado mejor no recordarlo.
En el año 1969, se incorpora al grupo Antonio Alguacil, de La Puerta, para tocar el órgano o teclado y nuevamente hubo adquisición de nuevo instrumental y de modernización de equipo acústico, incluso utilizaban amplificadores que eran la envidia de otros grupos como Los Trinos, Blue Star, Los Calipso de Úbeda, con los que compartían eventos y verbenas en diferentes poblaciones de la Sierra de Segura y de toda la provincia, incluso en algunas poblaciones cercanas de Albacete o Ciudad Real.
Pero el verdadero espaldarazo a su trayectoria llegó a través de un hermano de Ángel, Guardia Civil destinado en Gerona, el cual había apalabrado con un empresario de la Costa Brava la posibilidad de que fueran a tocar en algunos hoteles durante la campaña turística. El reto era considerable pues tenían que abandonar sus obligaciones profesionales, amigos y familia para dedicarse íntegramente a la carrera musical. El reto no les amilanó, y aunque para algunos era la primera vez que salían de Jaén, lo afrontaron con verdadera profesionalidad, aunque no dejaba de ser en sí una verdadera aventura.
Actuación de Los Ángeles Azules 
La primera actuación llegó a los pocos días de estar instalados allí, concretamente en unos salones de un hotel de 5 estrellas en la Cala de Bagur, cerca de donde estaban instalados. Para la ocasión les habían confeccionado a medida un traje con chaleco acampanado claro y corbatas rojas, algo estrafalario y cursi, pero adecuado a la época, que servía para darles apariencia de mayor edad de la que tenían en realidad pues no sobrepasaban los 18 años en la mayoría. Las actuaciones se contaban por éxitos y era raro el día en el que tenían algo de libertad para poder disfrutar de su juventud y de sus locuras en esas playas plagadas de turistas y chicas guapas de otros países que rompían el molde tradicional de las chicas del pueblo, y ahora que el tiempo ha pasado, podemos decir que alguna que otra locura cometieron, todo propio de la juventud que atesoraban. Incluso llegaron a tener algunas fieles seguidoras, que no dudaban en desplazarse a Palafrugell, Playa d’Aro o Lloret de Mar. Curiosa fue la situación en la que tras comenzar una actuación, y en medio de la euforia que las canciones provocaban en un público predispuesto a la diversión, a lo que contribuía decididamente la carga de bebida y sangría correspondiente, hicieron subir al escenario a un grupo de chicas francesas, pero lo que no sabían es que llevaban la intención de llevarse un pequeño recuerdo de tal situación, entre bailoteos y en plena actuación una de ellas cogió la corbata de Isidro al tiempo que este le acercaba el micro para compartir el fácil estribillo de una canción. La sorpresa fue que cuando bajaron del escenario se negaba a devolverle la corbata roja, incluso hizo intención de retirarse del salón para poder conservarla, por lo que Isidro, que no podía perder tan preciado complemento de vestuario, no se cortó ni un pelo y, tras dejar suavemente su guitarra sobre el escenario, bajó del mismo para iniciar una curiosa persecución por los pasillos del hotel entre las risas de los asistentes, y hasta que no la recuperó no reiniciaron su actuación, siendo ese el comienzo de una buena amistad con aquel desinhibido grupo de turistas francesas con las que coincidimos en más de una ocasión, aunque ya nunca más invitaron a subir al escenario aunque si a compartir algo más que una copa. Cosas de juventud.
Integrantes de Los Ángeles Azules. Finales de los años 60
Hay que decir que adquirieron algo de fama por la zona costera gerundense, porque a decir verdad, solían animar mucho y bien al público. Pero todo acaba y con la llegada de septiembre la temporada turística se vino abajo y el regreso al pueblo era cosa cantada. La rutina de nuevo nos llevó a las ocupaciones cotidianas, dejando atrás las mieles del éxito vivido en ese verano, y tan sólo de vez en cuando alguna actuación rompía la monotonía y calmaba su inquietud musical. Fueron tiempos muy felices para el grupo, incluso se creó un pequeño grupo de seguidores que recorrían los diferentes pueblos para verlos actuar y la legión de jóvenes del pueblo que nos seguían, allá donde tocábamos y bailaban sus canciones con verdadero entusiasmo, haciendo fácil el éxito de público en cada una de sus actuaciones. No se puede decir que fueran un club de fans pero se le parecía mucho.
Pero todo se truncó de una forma involuntaria, provocado por el servicio militar obligatorio, y la llamada a filas en el año 1971 de Rufino, provocó la necesidad de buscar sustituto siendo Manolo Lucas de La Puerta el elegido, después fue Ángel el que ingresó en el ejército y se tuvo que recurrir a Mario, también de La Puerta, pero un año más tarde llamaron a filas a Isidro, alma mater del grupo, por lo que las dinámicas fueron mucho más complejas de realizar, desaparecieron las melenas y la historia de Los Ángeles Azules  y su aportación a la música concluyó “gracias” al servicio a la Patria en aquel año 1972.
Última actuación de Los Ángeles Azules. 1972
Después del servicio militar, y como el regreso fue escalonado, resultó muy complicada la tarea de coordinación que propiciara el reagrupamiento. Cada uno buscó nuevas perspectivas de vida y salidas profesionales al margen de la música, aunque Clemente continuó su vinculación al formar parte de la banda de música de Puente de Génave, siendo el único que asumió la música como actividad profesional Isidro, quien se trasladó a Madrid realizando estudios de piano en el conservatorio que sufragaba con pequeñas actuaciones utilizando los teclados en hoteles de lujo de la capital, hasta incorporarse a un grupo que realizaba actuaciones diarias en el Parque de Atracciones de Madrid llamado Neón, pero el nivel de ingresos era insuficiente por lo que obtuvo la licencia de detective privado, actividad que le obligó a dejar definitivamente la música en 1998.
Isidro García actuando como pianista en Madrid
A pesar de las dificultades lógicas que un grupo vocal-musical que nació en los años 60 en Puente de Génave, debemos reconocer que el papel de Los Ángeles Azules en el panorama musical de la comarca y de la provincia fue altamente destacado, quedando constancia en la memoria de muchos que bailaron con sus canciones un extraordinario recuerdo que les sitúa en un lugar destacado, no sólo de añoranza de aquellos tiempos, sino del panorama musical de Puente de Génave y de la Sierra de Segura del que debemos sentirnos altamente orgullosos.
Actuación del grupo Neón en el Parque de Atracciones de Madrid

P.D. Agradecer la colaboración de Isidro García en la aportación de datos y fotografías para la confección de este artículo.




ESA ESTRUCTURA OXIDADA EN LA PARED DEL EMBALSE DEL TRANCO

$
0
0
La mayoría de los que, de una forma u otra, estamos vinculados con la Sierra de Segura, en alguna ocasión hemos pasado por la carretera que pasa por encima de la pared de la presa del Tranco. Justo al lado, algunos habrán observado una estructura metálica, ya muy oxidada y deteriorada, y se habrán preguntado qué función pudiera tener tal artilugio que parece emerger de las aguas del pantano. Pues bien, con este artículo de Fernando Frías se nos proporciona la debida explicación a esa misteriosa estructura, aportando unos interesantes datos sobre su funcionalidad que parece olvidada, en este momento, en el tiempo.

EL ELEVADOR DEL EMBALSE DEL TRANCO.

Por Fernando Frías.

Para todo amante de la Sierra de Segura, sea nacido en ella o no, la imagen de la silueta del Tranco (no voy a ser tan incauto como para añadirle la inexplicable coletilla de “de Beas”) serpenteando majestuosamente entre las cimas de la sierra permanece grabada en la retina de cualquiera que la haya podido contemplar. Ciertamente el Tranco cambió la fisonomía y el paisaje serrano, y aunque los beneficios y rentabilidades económicas para sus habitantes podríamos considerarlos de dudosos en un principio, en la actualidad se ha integrado plenamente en su paisaje y forma parte importante de su riqueza medio-ambiental que supone la base de la explotación turística de nuestro entorno, cuestión que está proporcionando a muchas personas, especialmente jóvenes, un medio de vida y sustento que ha paliado, notablemente, el fenómeno migratorio.
Visión desde la carretera sobre la pared del embalse del Tranco

Está claro que la planificación y ejecución de la presa supuso un duro golpe a la vida de muchas personas e incluso muchos lugares y cortijadas con sus fértiles huertas, como Bujaraiza, que desaparecieron bajo sus aguas, rompiendo estructuras y cortando caminos lo que vino a dificultar enormemente la vida de sus gentes. Una vida marcadamente dura donde los habitantes de la sierra han visto durante muchos siglos como su comarca, ejemplo de territorio dotado de abundantes recursos naturales, ha venido a satisfacer  y favorecer intereses externos, que incidieron en su empobrecimiento y desertificación.
Isla del poblado de Bujaraiza en el embalse del Tranco

Debemos considerar que el desarrollo económico y demográfico de las Sierra de Segura siempre estuvo muy condicionado por su orografía y aunque en el fondo de los valles existían algunas zonas de huerta, la mayor parte del territorio es muy montañoso y abrupto, sin una posibilidad expansiva de aprovechamiento agrícola o ganadero, pero precisamente esa orografía ha posibilitado a lo largo del tiempo unas grandes extensiones de bosques, por lo que no es de extrañar que, tradicionalmente, las principales actividades económicas de la zona fueran las relacionadas con la silvicultura, y su principal recurso la madera. Todos conocemos que su riqueza forestal fue objeto de una particular atención y control por parte del Estado, que declaró, allá por el año 1748, todo su basto territorio como “Provincia Marítima” a efectos de sus aprovechamientos madereros, por constituir una materia prima estratégica para los astilleros de la Armada, además de servir para la construcción de obras y edificios públicos, y ya, desde mediados del S. XIX hasta mediados del S. XX para las traviesas del ferrocarril, explotación que se mitigó notablemente después de la declaración por parte de la UNESCO como Reserva de la Biosfera en 1983, a lo que siguió su declaración como Parque Natural en 1986 y Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA) en 1987.
Mapa de situación del embalse del Tranco

De hecho, las Sierras han contado desde muy antiguo con grandes extensiones de pinos carrascos, negrales y laricios, variedad esta última muy apreciada para la edificación y para la construcción naval. Por si eso fuera poco, al estar situada en la cabecera del Guadalquivir resultaba idónea para la obtención de grandes piezas de madera que posteriormente podían ser enviadas río abajo hasta Córdoba o Sevilla, donde servían como vigas de grandes edificios o como piezas y mástiles de embarcaciones. La importancia de la extracción de la madera llegó hasta el punto de que en 1748 fue constituida por Decreto la Provincia Marítima de Segura, figura que permitió al Estado apropiarse de prácticamente todo el aprovechamiento maderero de la zona en perjuicio de los montes comunales, y de hecho condenando a la miseria a muchas familias que hasta entonces dependían de pequeños trabajos relacionados con el aprovechamiento silvícola.
Provincia marítima y vías de salida madereras

Con el paso del tiempo la importancia de la madera para la construcción de edificios y buques fue disminuyendo, y de hecho la Provincia Marítima dejó de existir hacia 1836, pero pronto apareció una nueva industria devoradora de árboles: el ferrocarril. Los pinos laricios resultaron ser, de nuevo, idóneos para la construcción de instalaciones, material rodante y, sobre todo, traviesas, y durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX las talas de árboles fueron aún más frecuentes que antes.
Bosque de pino laricio en el paraje de río Madera

La extracción de madera solía hacerse mediante cuadrillas de trabajadores que se desplazaban por la Sierra montando aserraderos provisionales en los que cortaban y daban forma a las piezas necesarias (principalmente traviesas). Posteriormente se lanzaban a los arroyos y ríos (a menudo construyendo lanzaderos provisionales que permitieran un desplazamiento suave, impidiendo golpes que pudieran deteriorarlas), para llevarlas a las zonas llanas del curso alto del Guadalquivir, donde se iban acumulando.
Trabajos de explotación tradicional maderera

La madera, finalmente, era transportada a lo largo del río formando enormes maderadas, a veces de decenas de miles de piezas que eran hábilmente guiadas por los gancheros. El proceso de la extracción de madera (que fue magistralmente retratado por José Luis Sampedro en El río que nos lleva, novela convertida más tarde en película) dependía por lo tanto de que el curso del Guadalquivir permaneciese practicable, y más aún si tenemos en cuenta que en la época ni las carreteras ni los vehículos de transporte eran demasiado abundantes, que digamos.
Acumulación de partidas madereras para su extracción fluvial por gancheros

Pero entonces llegó la presa del Tranco. Aunque el proyecto original venía de casi dos décadas atrás, la construcción de la presa del Tranco se inició en 1929-1930, finalizando en 1944. Se trató de una obra de ingeniería muy notable: en su época era la mayor presa de España, la segunda de Europa y la tercera del mundo, y además tuvo que afrontar diversas dificultades técnicas que obligaron incluso a modificar sustancialmente el proyecto en plena construcción, impermeabilizar varias áreas rocosas y alguna que otra cueva. Pero, en fin, dejaremos esas cuestiones para otro día, por si algún experto quiere contarlas; para nuestra historia lo que cuenta es que la presa constituía una pared de noventa metros de altura justo en el camino de la madera.
Características del embalse del Tranco

Pero debemos considerar que, además, esta obra surgía en el momento más inoportuno, es decir, tras la Guerra Civil y con la consiguiente destrucción de infraestructuras, especialmente ferroviarias, por lo que se calculó era necesario sustituir al menos seis millones de traviesas deterioradas o destruidas por el conflicto, a las que había que añadir otros dos millones más cada año para reposiciones y nuevas construcciones. Y claro, si buena parte de esas traviesas tenían que salir de las cada vez más esquilmadas Sierras de Segura, habría que hacer algo para salvar la barrera de la presa.
Acumulación maderera dispuesta a ser transportada por el elevador de la presa

Posiblemente se hayan fijado en cualquiera de las visitas realizadas, y si no es así, les invito a que se fijen, que en la misma pared de la presa del Embalse del Tranco existe una extraña estructura metálica. Ni su aspecto ni su evidente abandono facilitan la identificación del artefacto, que lo mismo podría ser algún resto de la maquinaria empleada en la construcción de la presa, allá por los años 30 y primeros 40 del pasado siglo. Pero no.  Su historia y uso es bastante más curioso, y para comprenderla tenemos que remontarnos mucho más atrás.
Aspecto actual del elevador de la presa del Tranco

En otros embalses existían canales que llevaban el agua desde el curso superior del río, manteniendo una cota similar a la de la coronación de la presa. Sin embargo, en el Tranco no era posible adoptar una solución así, entre otras cosas porque la madera podía provenir de cualquier parte de la cuenca del embalse.
Y aquí es donde entra en juego el famoso artilugio, que no es ni más ni menos que un elevador de madera. El elevador permitía que las piezas llegasen flotando hasta la presa y desde allí fueran subidas hasta la coronación de la misma. Una vez elevadas, volvían a bajar hasta el cauce del Guadalquivir por un lanzadero. Una idea muy simple, ¿verdad? O no.
Gráfico del proceso de elevación de la madera para salvar la pared del embalse

Para empezar, el elevador no existía; fue creado expresamente por la empresa Boetticher y Navarro. Consiste básicamente en una doble cadena dotada de una especie de garras a las que se enganchaban las piezas. La cadena se deslizaba mediante unos rodillos colocados en los engarces de los eslabones, y era movida por dos ruedas tractoras situadas en la parte superior del ingenio; en la parte inferior (y casi siempre cubierto por las aguas del embalse) hay un par de ruedas que sirven como tensoras. La cadena está recubierta por una malla metálica que impedía que las piezas que pudieran desprenderse cayeran al interior del mecanismo, atascándolo o averiándolo.
Detalle del mecanismo del elevador

La longitud del montaje permite su uso incluso con muy poca agua embalsada; de hecho, las fotografías más recientes de esta entrada fueron tomadas con el embalse lleno hasta tan solo un 40% de su capacidad, pero como puede apreciarse el extremo inferior sigue sumergido, así que aún podría utilizarse. Otro dato interesante es que la anchura del elevador y la disposición de las garras muestran que fue diseñado especialmente para elevar traviesas, aunque la documentación de la época indica que admitía también piezas de otros tipos y tamaños.
Extracción tradicional de la madera en la Sierra de Segura

No he encontrado información acerca del motor que movía el ingenio. Dado que se puso en marcha antes de la finalización de la construcción de la presa, es probable que al principio funcionase con un motor de gasolina o incluso fuera accionado por un camión o algún otro vehículo, pero posteriormente, cuando ya se pudo contar con la electricidad procedente de la central del Tranco, debió contar con uno o dos motores eléctricos. En cualquier caso su rendimiento era notable: estaba diseñado para elevar quinientas piezas por hora (lo cual suponía la friolera de 8.000 piezas en una jornada de dieciséis horas), si bien admitía incrementar el ritmo hasta en un 50% adicional. Se calcula que en 1944 elevó nada menos que 300.000 traviesas.
Acumulación de traviesas

Traviesas que necesitaban bajar de nuevo hasta el río, y ese era otro problema. Las piezas se deslizaban por un canal que discurría en parte atravesando un túnel, y que se supone que debía ir lleno de agua para suavizar en lo posible la bajada; sin embargo no siempre debió ser así, ya que se comenta que en más de una ocasión las maderas acababan incendiándose por el calor generado por la fricción con las paredes del túnel. En cualquier caso, donde no podía faltar el agua era en la balsa de recepción de las piezas, para amortiguar su caída y evitar que acabasen hechas pedazos.
Detalle de la construcción de la pared del embalse y del canal de deslizamiento

Es difícil calcular cuántas traviesas llegó a elevar el ascensor a lo largo de sus alrededor de dos décadas de funcionamiento, aunque quizá no tantas como se esperaba en un principio, ya que las cifras muestran que las apropiaciones de madera para traviesas fueron siendo de menor volumen año tras año. Un hecho que se refleja también en el estado de los montes: comparando las fotografías de la época con las actuales puede apreciarse que la masa forestal ha crecido muy notablemente, a pesar de que las sacas de madera siguen produciéndose, para gran pesar de los serranos. Pero ahora la madera es transportada por camiones, y el viejo elevador se ha quedado como una reliquia tecnológica que, a pesar de encontrarse en un estado sorprendentemente bueno, quizá merecería algo más de atención por parte de los gestores del Parque Natural, ¿no les parece?
Posterior extracción de la madera en vehículos de motor

Otra de las curiosidades que nos depara la presa es su nombre: al igual que el embalse, su denominación oficial es el Tranco de Beas, en alusión a la localidad de Beas de Segura… a la que no pertenece. De hecho la presa pertenece a partes prácticamente iguales a los términos municipales de Santiago-Pontones y Hornos de Segura, y la totalidad del vaso del embalse se reparte también entre ambas poblaciones. El término municipal de Beas se queda a bastante distancia del embalse, y de hecho ni siquiera llega hasta el cauce del Guadalquivir.
Aspecto actual de la presa del Tranco

¿Cuál es el motivo de esta denominación? La única explicación que he encontrado es que durante la construcción de la presa los ingenieros vivían en Beas, aunque no suena muy convincente, siendo la más probable que era el paso natural para salir de la zona alta de la sierra y poder acceder a la villa de Beas de Segura, ya que la palabra tranco viene a significar paso angosto y dificultoso. Pero, en cualquier caso, y dado que más de setenta años después de la inauguración del embalse aún hay gente muy dolida con el hecho de que haya sido “hurtado”, aunque sea solo de nombre, a sus legítimos propietarios, yo les recomiendo que si van por allí se limiten a hablar del Tranco, a secas. Que así lo conocemos todos.

LOA A UN PUEBLO Y SUS GENTES

$
0
0
Todos los que tenemos nuestros orígenes en cualquier pueblo de nuestra Sierra de Segura consideramos que el nuestro es particularmente mejor a los demás, entrando en una dinámica de justificaciones que corroboren nuestra afirmación, buscando mil y un argumentos para llegar a la conclusión que como nuestro pueblo no hay ninguno. Pero rara vez nos hemos atrevido a escribir sobre esas particularidades que lo hacen especial y diferente a los demás, por lo que el escrito de nuestro paisano Antonio Soria Guillen, que se atrevió a publicar en un libro de fiestas de hace más de 15 años, adquiere singular notoriedad por saber concretar en palabras todo la carga emocional que cualquiera de nosotros llevamos dentro en referencia a eso que valoramos como único y especial, nuestro pueblo.

MI PUEBLO, PUENTE DE GÉNAVE

Por Antonio Soria Guillen

Mi pueblo se prepara para sus fiestas, es un pueblo bonito; mi pueblo se va haciendo grande desde su bautismo hace ya setenta años. Mi pueblo es joven y tiene historia porque los romanos nos dejaron un trozo de su arte arquitectónico. Yo era muy niño y por lo tanto vivía ajeno a las luchas internas de unos hombres que deseaban tener un pueblo, algo suyo y que no dependiera de sus vecinos de La Puerta. Cuando se tiene un hijo los padres quieren lo mejor, y cuando los hombres poseen tierras, construyen casas y levantan fábricas en su suelo yermo, lo quieren hacer suyo y también deseándole lo mejor. Así fue como aquella Entidad Local Menor en la que yo vivía se convirtió en dueña de su patrimonio para salir de su anonimato, y el Puente, mi pueblo, nació a la vida para convertirse en uno de los municipios más jóvenes de la provincia.
Puente de Génave. Vista general
Tiempos difíciles, sí, porque una República vacilante se enfrentaba a una nación vocinglera y hambrienta que pedía el fin de los acaudalados para que los pobres pudiesen comer. Pan, trabajo y libertad, gritaban las voces exultantes de los menos favorecidos. Mi pueblo escapaba al vendaval desenfrenado amparándose en su propia idiosincrasia que no era otra que su carácter propenso a ocuparse solamente de sus necesidades, y los pobres no envidiaban a sus amos que a la postre eran los forjadores del paulatino crecimiento del pequeño núcleo que ya iba tomando forma.
Restauración del puente romano S. I
Mi pueblo contaba desde el tiempo de los romanos, y esa fue su herencia, con un puente de piedras de un solo ojo; las aguas del Guadalimar hacían de espejo cuando el sol de mayo cambiaba su color rojo de las lluvias por el cristal inmaculado de su cauce. Había una iglesia de paredes blancas y una torre no muy alta pero altiva que se asentaba humilde en su plaza donde chirriaban los vencejos volando por encima de la torre; también recuerdo una fábrica de harina en la misma carretera, dos almazaras, un casino y el nuevo puente que semejaba un gigante frente al viejo que lloraba su abandono, pues a la granítica majestad del puente nuevo, al viejo lo calzaban con tablas y algún que otro remiendo en menoscabo a su ancestral origen.
El Puente Viejo desde el Puente Nuevo.
¿Qué dónde está mi pueblo? A no ser por la belleza y riqueza de su entorno, el pueblo no existiría. Ya desde un principio cavaron en las entrañas en busca de un filón de plata y plomo que se cruzaba en el camino de sus tierras. El yacimiento sigue ahí, dormido, ubicado en lo que se conoce por la “mina”. Las explotaciones cesaron por sus altos costes, y porque no era tierra para mineros y sí para los agricultores que hendían sus arados y sus azadas en busca de una cosecha que emergía por la abundancia de sus aguas. Mi pueblo nació a orillas del Guadalimar que riega sus huertos y da vida a los frutales que fructifica la generosidad de sus tierras húmedas. Además de nuestra riqueza olivarera que es patente, nuestro perímetro cuenta con una extensa vegetación que va desde el álamo blanco al chopo y al pinar también. Majuelos, escaramujos, el carrizo, el alcaucil, el cantueso, el labiérnago, el lentisco, etc… Y así una variada y exótica vegetación que brota por la bondad de una tierra capaz de sumergirnos en el manantial de su exuberancia. Todo esto es una realidad a la que se unen montes y sus frondas, encinas y quejigos, el nogal y la higuera, y allí donde no existe arboleda se dan cita la retama y el tomillo, el romero, el hinojo y la camomila, y de origen humano existen las plantaciones de eucaliptos, cipreses y pinos de los llamados piñoneros. Tal variedad sólo es posible en el Puente, porque mi pueblo, es una ruta que se realiza por el cuadrante noroeste de la provincia, es una zona donde confluyen los límites de territorios dispares como Sierra Morena Oriental, el Condado y la Sierra de Segura.
Paraje del Pizorro en Puente de Génave
Si damos un paseo saliendo del pueblo podremos admirar un paisaje que nubla nuestros ojos. Oteando el horizonte contemplamos un núcleo rural que aglutina en un montón de piedras; son las casas en ruina de los Avileses y Cortijos Nuevos que lloran su pasado entre dos montes que prevalecen en el tiempo. El cerro de la “Hermanilla Alta” configura ubres que amamantan la tierra preñada de su entorno. Al lado opuesto otro núcleo de viviendas resiste la embestida de los siglos y continúa vivo anclado en su alta loma sembrada de olivares; es el Tamaral que se niega a morir, como lo hizo el cercano Paules.
La Hermanilla Alta.
Siguiendo nuestro paseo alcanzamos una carretera paralela a un arroyo que nos llevará a otra pedanía. Nos dirigimos a Peñolite dando vista a unas torres que se suponen atalaya y avanzadilla de los árabes cuando éstos dominaban la península, por lo que podemos deducir que en aquellos tiempos ya había moradores a las puertas de la población.
Las Torres de Peñolite.
Peñolite viene a ser como un brazo del Puente, ha crecido y sus habitantes se esforzaron para que sobreviviera, y a fe que lo consiguieron. Electricidad, alcantarillado y pavimentación de calles hicieron de Peñolite un emplazamiento modelo y un ejemplo a seguir. Aquí premiaban a los matrimonios que tuvieran hijos, y aquí hay una almazara en la que se molturan miles de kilos de aceituna con la maquinaria más sofisticada y que reemplazó a las arcaicas piedras de antaño.
Peñolite
Este es mi pueblo, y como todos los pueblos, tiene un patrón al que le rinden culto y le recuerdan con fiestas en el mes de mayo. San Isidro Labrador es el santo que enciende pasiones cuando es primavera, la gente sencilla, hacendados y labradores no pudieron elegir mejor. En la iglesia parroquial que ya cumplió sus cien años, ocupa lugar preferente como único patrón, los puenteños lo veneran con gran amor.
Procesión en honor a San Isidro Labrador. Puente de Génave
Estamos en el Puente y en el mes de mayo, llega la feria, y siendo tan repetida año tras año, nos encontramos que asistimos a ella como si fuese la primavera. A la sencillez y necesidad de otros tiempos, ahora vivimos el esplendor de una feria que nos empuja a festejarla intensamente, yo diría desenfrenadamente. Me acuerdo las que viví antes de la guerra con caballitos, bombones y caramelos y también toros. Por diez céntimos permanecía media hora montado en los caballitos, me hartaba de golosinas y entre piernas de  los músicos que entraban tocando en la plaza, yo me colaba a los toros y disfrutaba de lo lindo en aquel ruedo improvisado junto a la iglesia. Había juego de canicas y aplaudía a los titiriteros cuando hacían sus números. En aquella época la gente se divertía con muy poco.
Viejas atracciones de feria. La Ola.
Año tras año los puenteños esperaban sus fiestas, y allá por los cuarenta, desde la capital, yo recomendé un novillero a mis amigos Santiaguete, Marcelo y Julianete para que actuara en nuestro pueblo. Al regreso le pregunté cómo le había ido, explicándome que además del triunfo valoraba como se había volcado la gente con él siendo nuestra gente acogedora en un pueblo extraordinariamente bonito. En nada me extrañó su respuesta, pues estaba convencido que la generosidad y amabilidad de las gentes de mi pueblo no me iban a defraudar.
Cartel taurino. Fiestas 1954
Y si alguien se pregunta por qué los puenteños volvemos una y otra vez a las fiestas en honor a San Isidro, le puedo asegurar que aun siendo lo mismo cada año, siempre son distintas pues la relación y comunión entre la vecindad es lo que le da ese matiz singular. Las luces, el colorido, la acogida al forastero, la música y los toros es para que disfrutemos haciendo honor a nuestro sentir de puenteños y podremos recitar sin miedo este decir:

¡Viva la feria del Puente,
Que nadie se meta en líos,
No vaya a ser que la gente,
Te eche de cabeza al río!
Desfile de la banda de música acompañada de cabezudos
Es necesario hacer hincapié y felicitar a la banda de música por una razón, mejor dos razones; por su uniformidad y buen hacer así como porque es la nuestra, la de todos los puenteños de corazón. Fue un acierto su creación y yo los envidio porque me traen recuerdos de mi niñez. Quise ser músico y lo hubiera logrado sin la trágica muerte del que fue mi maestro, el siempre recordado D. Emilio Cebrián.
Panorámica de Puente de Génave
Nuestro pueblo, mi pueblo, es una bonita realidad, realidad que alegra los corazones de los que tenemos la suerte de vivir en él y los que en la distancia lo añoran, porque es un pueblo bonito, abierto y único. Puente de Génave, has cambiado mucho. Ahora tienes bancos, almacenes, supermercados, buenos lugares para la gastronomía, nuevos pobladores, nuevas calles y nueva vida volcada al trabajo y el progreso. Fue de niño cuando te viví como Entidad Local Menor, y ahora he vuelto y me siento extraño por todo lo que has cambiado, pero no me importa, desde mi silencio te sigo adorando, sí, a ti, a Puente de Génave, mi pueblo que también lo fue de mis mayores.

RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA SIERRA DE SEGURA (XIII)

$
0
0
Presentamos una nueva entrega de este particular recorrido por la historia de nuestra comarca en el que queremos hacer llegar a todos las particularidades más significativas de la Sierra de Segura. En este decimotercer capítulo nos centramos en las particularidades históricas que se produjeron en la Sierra de Segura durante el convulso S. XIX, que mantienen los mismos estereotipos que han marcado nuestro pasado, con una población empobrecida que ha visto como la explotación de nuestra riqueza natural no repercutió positivamente en el desarrollo de nuestra tierra ni en el beneficio de nuestras gentes.
Mapa comarcal de la Sierra de Segura

Capítulo decimotercero.-LA SIERRA DE SEGURA DURANTE EL S. XIX

(jt)

        Si la comarca de la Sierra de Segura ha sido, por sus particularidades geográficas, un territorio que ha hecho de su aislacionismo una característica que ha marcado su evolución, resulta más que evidente que sus gentes vivieron totalmente al margen de las particularidades de los cambios sociales, económicos y políticos que se estaban fraguando en la época de la Ilustración. El liberalismo fue un concepto totalmente desconocido hasta bien entrado el S. XIX, pues la vida en la sierra estaba siguiendo las mismas pautas de las establecidas por el absolutismo monárquico que permitían el dominio de los señoríos y encomiendas.
Estructura social del Antiguo Régimen
    Un hecho que en aquella época pasó totalmente inadvertido por las gentes de la sierra fue la revolución iniciada en Francia en 1789 contra la monarquía absolutista, aunque posteriormente tuvo una gran repercusión en España, al verse invadida por la tropa francesa dentro de su proceso de expansionismo imperial. España se vio así involucrada en una guerra de liberación contra el invasor que trajo saqueo, pobreza, muerte y destrucción, la llamada Guerra de Independencia. Pero dentro de las consecuencias de esa guerra debemos valorar como positiva la introducción de las formas y dinámicas liberales por parte del invasor en las estructuras políticas, sociales y económicas de nuestro país, estableciendo los principios que acabarían con el absolutismo monárquico.
Asalto de las tropas francesas a Segura de la Sierra
        Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) la presencia y ocupación francesa de la comarca no se produjo hasta los primeros meses de 1810 con el asedio a Segura de la Sierra, permaneciendo desde entonces bajo la administración de José I, nuevo rey de España, hasta bien entrado 1812. Ello no significa que no padeciera los efectos de la guerra antes y después de esas fechas. La gran mayoría de la comarca de Segura ayudó con suministros y dinero al ejército patriota que pretendía hacer frente a los franceses en Bailén. Para ello se creó un fondo de donativos procedente de las aportaciones vecinales, entre los que las ayudas eclesiásticas, a través del vicario de Segura, tuvieron especial relieve.
José I Bonaparte
          José I, hermano de Napoleón y nuevo rey de España, estaba intentando demostrar que era capaz de proporcionar a la inmensa mayoría de españoles la justicia social que le tenían arrebatada las clases dominantes a base de privilegios dentro de sus dominios o señoríos. En un primer momento toda la oposición política al francés se aglutinó en torno a la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, que tras pasar por varias sedes y ante el acoso de las tropas francesas a pesar del contratiempo de su derrota en Bailen, finalmente, recaló en Cádiz, ciudad que, en cierta forma, contaba con la protección de la armada inglesa. Las dificultades de la Junta para ejecutar acciones de gobierno y ante la falta de legitimidad que mantenía, propició su disolución en enero de 1810, no sin antes hacer una convocatoria a Cortes Generales. 
       Estas Cortes se conformarán en septiembre del mismo año, ya con capacidad legislativa, en la que participaron seis diputados representantes de la circunscripción de Jaén: Francisco González Peinado, Diego Marín y Vadillos, José Manuel de Vadillo, José Serrano y Soto, Juan Manuel Subrié Martínez y Tomás Tauste. Es así como las Cortes de Cádiz pudieron abolir todos los privilegios de la nobleza y de la iglesia con el Decreto de 6 de agosto de 1811 de supresión de los señoríos jurisdiccionales, que pasaron a incorporarse a la nación, iniciando el camino del liberalismo en España con la redacción de la Constitución de 1812 “La Pepa”. De esta forma el pueblo pudo aspirar a ganar aquellos derechos que no había llegado a tener nunca. 
Juramento de los diputados a las Cortes de Cádiz
        Los desajustes estructurales a los que se vio condenada nuestra comarca durante la vigencia de su estatus como provincia marítima provocó grandes despoblamientos, pues su población vivía en las peores condiciones aferrada a una economía de subsistencia al tiempo que veía como su principal riqueza, la maderera, salía de sus tierras sin aportar ningún tipo de beneficio a sus gentes. Esto se vio alterado, pero no resuelto con la Guerra de la Independencia que, como en el caso de Segura de la Sierra, dejó sangre y destrucción cuando las tropas francesas alcanzaron la población en 1810 siendo saqueada e incendiada posteriormente, con lo que se pierden los archivos de la Encomienda de Santiago existentes en la localidad. Pero, a nivel general, la comarca de la Sierra de Segura, por lo intrincado de su territorio, ofreció una dura resistencia al dominio francés, pues sus tropas no muchas veces se atrevían, por miedo a sufrir emboscadas de lugareños, a utilizar sus caminos, por lo que algunas aldeas y cortijadas sufrieron, sólo de forma muy esporádica, el acoso y dominio francés a través de saqueos centrados en el hurto de comida que sirviera para alimentar a la tropa. En esta labor de acoso hacia las tropas francesas destaca la acción de los llamados guerrilleros y bandoleros, siendo nuestro territorio el lugar por el que realizaron muchas incursiones y acciones armadas,  de control de caminos y de lucha antifrancesa, destacando en las zonas próxima a Cazorla y Segura el llamado comandante de Hermenegildo Bielsa, quien habiendo sido nombrado Comandante General de las Guerrillas del Reino de Jaén por la paupérrima resistencia del ejército español, se desplazó a la Sierra de Cazorla y Segura y empezó a reunir y organizar las partidas guerrilleras segureñas, secundadas por el Padre Franciscano Juan de Rienda y otros lugartenientes como P Pedro de Alcalde o los hermanos Pedro María y Juan de Uribe naturales de Villacarrillo.
Carta firmada por Hermenegildo Bielsa en 1910
Los franceses no dejaron pasar la oportunidad de sobreexplotar la riqueza maderera de nuestro territorio y fueron muchos los cargamentos de madera que circularon río abajo para potenciar la armada y marina mercante francesa. Un informe realizado en 1811 por Francisco Angulo, durante el mandato de José I, pone en evidencia la sobreexplotación incontrolada que se estaba llevando a cabo en los montes de Segura para abastecer a los astilleros de la Carraca en Cádiz para la marina mercante, aunque también se abasteció a diferentes poblaciones a orillas del Guadalquivir para la reconstrucción de infraestructuras dañadas por la guerra.
En 1812, las Cortes de Cádiz suprimen todas las Ordenanzas de Montes y conceden libertad para cortar y vender sin privilegios, pasando los bosques segureños a propiedad particular o comunal de los ayuntamientos. Pero la vuelta de Fernando VII, y con él las prácticas absolutistas, anulan de facto todas esas determinaciones y acuerdos, recuperando las Ordenanzas su vigencia hasta el 22 de diciembre de 1833 en el que se publican nuevas Ordenanzas Generales de Montes que en la práctica supusieron la abolición definitiva de la provincia marítima.
Ordenanza General de Montes de 1833 que puso fin a la Provincia Marítima
     El triunfo sobre los franceses supuso el triunfo de las clases reaccionarias que volvieron a ejercer sus privilegios, bajo la protección del rey Fernando VII, con más furia si cabe, contra el pueblo, sobre el que recae el trabajo más duro y las peores condiciones de vida. Por lo tanto, con la vuelta del monarca Fernando VII tras finalizar la guerra se suspenden todos las acuerdos y determinaciones realizadas por unas Cortes liberales que consideraba ilegitimas y contrarias al orden absolutista. De esta forma la Iglesia, los comendadores, nobles y grandes propietarios recuperaron nuevamente su poder absoluto y privilegios sobre la explotación de los latifundios agrarios englobados en sus señoríos, cuestión que también afectó a la comarca de la Sierra de Segura, aunque no favoreció la recuperación de los derechos jurisdiccionales de los señoríos, por lo que fue la corona la encargada del nombramiento de alcaldes, que normalmente recaían entre miembros de las familias de la vieja oligarquía que, de esa forma, ejercía el control de tierras y bienes en las poblaciones más importantes.
Fernando VII
El reinado de Isabel II (1843-1869) supuso la prosecución de un largo y accidentado camino hacia el Estado constitucional. Fallecido Fernando VII, y tras la abolición de la Ley Sálica que impedía a las mujeres acceder al trono, transcurrieron diez años de Regencia, primero de su madre María Cristina de Borbón y después del general Espartero, hasta la mayoría de edad de Isabel, un decenio no exento de trascendencia para la historia comarcal. Es en este momento en el que se produce un hecho transcendental para nuestra comarca. En 1833, tras 587 años de existencia, el Real Decreto de 30 de noviembre redactado por el secretario de Estado de Fomento en aquel entonces, Javier de Burgos, suprimió el Reino de Jaén, creándose la actual provincia de Jaén, que se formó uniendo las localidades del reino homónimo, algunas localidades del reino de Murcia, y dos poblaciones que hasta entonces pertenecían a La Mancha: Beas de Segura y Chiclana de Segura. De esa forma podemos decir que la sierra de Segura dejó de pertenecer al Reino de Murcia, pues los municipios y villas de Benatae, Génave, Orcera, Santiago de la Espada, Segura de la Sierra, con los agregados de La Puerta y de Bujaraiza que incluía a Hornos, Siles, Torres y Villarrodrigo se incorporaron a la provincia administrativa de Jaén la antigua Encomienda de Segura, el Adelantamiento de Cazorla y la Encomienda de Beas.
Javier de Burgos
Otro acontecimiento a destacar para la Sierra de Segura la desamortización eclesiástica en 1836. Aunque el proceso desamortizador tuvo sus antecedentes en siglos anteriores, no cabe duda el desarrollado en esta primera etapa liberal constituye un proceso político, social y económico de calado para la historia de España y de la comarca, donde la presencia y la riqueza de la Iglesia, como hemos visto, tenían un peso específico importante. Sus fincas rústicas, tras convertirse primero en Bienes Nacionales después de la desamortización de Mendizabal, fueron subastadas públicamente por el Estado, pasando una buena parte de ellas a manos de las clases pudientes conocedoras del proceso y con contactos en la Administración: burguesía adinerada (terratenientes, funcionarios, etc.) y nobles. Por lo que se refiere a los edificios religiosos de la ciudad (conventos, iglesias), sometidos igualmente al proceso desamortizador, terminaron engrosando el patrimonio municipal en municipios como Segura de la Sierra, Siles o Beas, mientras que otros simplemente acabaron por desmantelarse, como es el caso del convento de Santa María de la Peña en Orcera.
Representación del Convento de Santa María de la Peña de Orcera
La desamortización promulgada por Mendizabal en 1836, sirvió para desmantelar los señoríos y propiedades eclesiásticas y nobiliarias, poniendo en venta las tierras de propios y baldíos y los montes comunales. Pero en la comarca de Segura la situación era especialmente grave a la hora de deslindar ya que la base de las necesidades primarias estaban en la agricultura, no habiendo grandes contingentes de venta, aunque las que se produjeron, principalmente zonas de monte bajo, provocaron que empezaran a labrarse laderas e, incluso, en las partes altas de las montaña, siendo el cultivo ideal que proliferó de forma desmedida el olivo.
Un hecho destacado de esta época fue el conflicto generado por la primera guerra carlista en nuestro territorio comarcal que, aunque quedaba bastante lejos de la zona de conflicto en el norte y levante peninsular, no quedó del todo al margen pues, precisamente por la orografía y difícil acceso de sus valles, hubo presencia de partidas carlistas que alteraron la tranquilidad de los lugareños. Es destacable, en 1836, el paso de la expedición del general carlista Miguel Gómez, originario de Torredonjimeno, por nuestras tierras cuando se dirigía a Villanueva del Arzobispo, Úbeda y Baeza, en septiembre de 1836, llegando a saquear e incendiar el antiguo tribunal de Marina en Orcera que regulaba los pleitos sobre la propiedad maderera. Posteriormente, algunas otras partidas carlistas se adentraron también en la sierra, destacando especialmente el que capitaneaba Isidro Ruiz, el Monjero, allá por el año 1838.
General Miguel Gómez.
Posteriormente, serían los propios ayuntamientos los que se verían seriamente afectados en su economía, pues el propio Pascual Madoz, elevado a ministro de Hacienda en 1855, pocos años después de la conclusión de su interesantísimo Diccionario Geográfico-Estadísitico-Histórico de España, elaborado entre 1845-1850, decretó la Ley de Desamortización de los bienes de Propios y de Beneficencia de 1 de mayo de 1855, lo que en la práctica se transformó en una medida que ponían en venta tierras comunales de propiedad municipal que ofrecían una importante fuente de recursos para cubrir los gastos de los municipios, privándoles de ingresos a ayuntamientos y las instituciones de beneficencia dependientes de ellos.
Esto supuso nuevas tierras para roturar, aunque debemos destacar que la mayor parte de sus montes quedarán fuera de las políticas desamortizadoras de la época, recalando en propiedad estatal y evitando su venta a propietarios privados. Ese es el origen del excepcional peso que actualmente tiene la propiedad pública en los montes de nuestra comarca y que ha propiciado su conversión en Parque Natural por decreto 10/86, de 5 de febrero de 1986. En las pocas propiedades que fueron vendidas se produjeron transformaciones e innovaciones agrarias, básicamente de olivar, aunque fueron actuaciones, hasta cierto punto, sostenibles, cuestión que no es comparable a la destrucción ocasionada por los grandes intereses madereros que, amparados en sus cargos políticos y privilegios sociales, aprovecharon el gran momento de especulación propiciada por la necesidad de traviesas para la construcción de las vías férreas de todo el territorio nacional a partir de mediados de S. XIX.
Innovación agraria de montaña de cultivo de olivar
A finales de siglo, el campo segureño entró en crisis. Los terratenientes seguían acumulando propiedades y creando latifundios olivareros, siendo, en parte, consecuencia de un proceso desamortizador que benefició básicamente a terratenientes burgueses más que a los propios campesinos incapaces de mantener las pequeñas propiedades a las que muy difícilmente había tenido acceso en los procesos de desamortización.  Se produce un empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado y del ganadero, muy mermado en ocasiones por los ataques de los lobos en la zona alta de Santiago-Pontones; por lo que, de alguna manera, fueron empujados a colaborar en la explotación maderera de los montes provocando, como hemos dicho, grandes expolios y fraudes a medida que nos acercamos al final del S.XIX, quedando los habitantes de la sierra condenados sobrevivir de la precaria agricultura y ganadería, así como de los trabajos procedentes de la extracción de la madera, conducción y derivados. Aquí los hacheros, que miden y señalan las zonas de corte, los aserradores, que talan y trocean la madera, los arrieros o acarreos, que la transportan hasta las zonas fluviales, los pineros, que transportan los troncos a través de las aguas de los ríos dirigidos por un maestro de río que coordinará la conducción en colaboración del mayoral de lantera que preparará las condiciones del cauce, o el mayoral de zaga, que irá encauzando toda aquella madera que se quede rezagada o atascada en el río. Además había un numeroso contingente de pinches, aguadores y ateros que se encargaban de la alimentación y de toda la intendencia para las cuadrillas de trabajadores.
Gancheros en su tarea de extracción de la madera a través de los ríos
Los destinos de la madera ya no sólo tenía como punto de destino los astilleros gaditanos o cartageneros, ahora ya eran diversos, pues con la aparición del ferrocarril éste sería el medio de transporte que distribuiría la madera, principalmente traviesas, por toda España, por lo que se buscaban las estaciones más próximas a los puntos de producción en la Sierra de Segura. La madera que bajaba por el Guadalimar llegaba hasta la estación de Linares-Baeza, la que lo hacía por el Guadalquivir hasta la de Jódar y las que lo hacía por el Segura hasta la de Calasparra para así después ser distribuida por todo el territorio nacional que en ese momento llevaba a cabo un proceso de expansión constructiva de líneas férreas.
Cargamento maderero con transporte ferroviario
Será ya en 1865 cuando se promulga un Reglamento para el deslinde de los Montes Públicos, que será la norma vigente en la materia hasta el actual Reglamento de Montes que se establecerá, por Decreto 485/62, el 22 de febrero de 1962. Como se ha tratado de explicar, la actividad maderera y de explotación forestal ha sido punto de controversia y conflicto durante más de dos siglos porque la madera y su explotación se convierten en fuente de trabajo, pero no de riqueza para la población de la sierra, aunque también se podía extraer resina, plantas para utilización en farmacia, perfumería o aromas cosméticos; así como todo tipo de setas, frutas del bosque y miel que servían de perfecto complemento a las débiles economías familiares.
Extracción de la resina del pino
Los datos anteriores son muestra de una sociedad aún estancada en la economía agraria de subsistencia del Antiguo Régimen. Así, la inmensa mayoría, prácticamente dos tercios de la población activa, todavía se dedicaba a la agricultura, el sector secundario es básicamente artesanal y el terciario residual. Hay que destacar que la población en la Sierra de Segura fue creciendo de forma sostenida entre 1800 y 1850, pero este crecimiento se estancó en la segunda mitad de siglo debido al mantenimiento de una alta tasa de mortalidad y al atraso socioeconómico ligado al fracaso de los procesos de redistribución de la propiedad agraria y el aislacionismo respecto a las principales vías de comunicación. Este atraso provocaba constantes crisis de subsistencias y una elevada mortalidad por enfermedades infecciosas, entre las que destacaban las enfermedades gastrointestinales, la tuberculosis y el cólera, debiendo destacar la mortífera epidemia de 1885. En cuanto a las primeras, se debían a las deficiencias en el abastecimiento de aguas potables y en la correcta evacuación de las residuales, por lo que diarreas, tifus y disenterías eran muy frecuentes. La tuberculosis o tisis era la compañera inseparable de la insalubridad, la desnutrición y la miseria. Por último, el cólera era una enfermedad originaria de Asia que a partir de 1830 se extendió por Europa en continuas oleadas epidémica. Entre estas últimas destaca la producida en nuestra Sierra entre el verano de 1884 y finales de 1885, que procedente de Francia, provocó en España 120.254 muertes, 2.559 de ellas en la provincia de Jaén; aunque es adecuado decir que sus efectos en la Sierra de Segura fueron limitados por la propia idiosincrasia aislacionista de su territorio.
Mapa epidemiográfico del cólera de 1885. Color negro zonas más afectadas
La última convulsión nacional de la centuria la trajo el Sexenio Democrático entre 1868 y 1874, haciéndose evidente una verdadera eclosión política en la comarca, pues numerosos miembros de la vieja oligarquía local dirigente desde mucho tiempo atrás, son sustituidos por nombres nuevos sin un significado protagonismo político anterior que ahora acceden al gobierno local. Pero estos cambios se producen en medio de la atmósfera de inestabilidad general que padecía todo el país y serán de vida tan breves como los producidos en la política nacional. Son también años en los que el progresismo aparece en la política comarcal al tiempo que las ideas anarquistas comienzan a arraigar en campesinos y jornaleros.
Alfonso XII
La restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII (1875-1902) y la Constitución de 1875 abrirán una nueva fase, caracterizada por la alternancia en el poder de los dos principales partidos: el conservador y el liberal, en un régimen político que podemos definir de constitucionalismo doctrinario, basado en el poder oligárquico y el caciquismo. A lo largo de esta etapa dos son los rasgos fundamentales que definen sobre los demás la evolución de la comarca: el lentísimo avance en su modernización, paralelo a los escasos cambios de la estructura socioeconómica, y la implantación definitiva de la política caciquil inherente al turno de partidos que caracteriza el periodo.
Podemos afirmar que a finales de S. XIX, la población de la Sierra de Segura aparece como una comunidad estancada y con fuerte matiz rural. De sus aproximadamente 4.000/5.000 hab., casi el 80% de la población activa vivía de la tierra, cuya posesión, además, ofrecía fuertes contrastes. La mayor parte de la propiedad, aproximadamente un 70%, estaba en manos de unos grandes terratenientes pertenecientes a familias, locales o foráneas, propietarios de extensas fincas o latifundios de más de 250 has. de extensión. Las pocas tierras situadas en zona de campiña se dedicaban a la producción extensiva de cereal; y las de la Sierra, que en su mayoría provenían de desamortizaciones, se dedicaban al olivar las zonas bajas y al aprovechamiento forestal y ganadero las más altas. En contraposición con lo anterior, existían también explotaciones muy pequeñas o minifundios, predominantes en las vegas de los ríos y arroyos como Guadalimar, Trújala, Hornos, Guadalquivir, etc…,  eran huertas de legumbres, hortalizas y frutales con alta productividad. Entre el latifundio y el minifundio se situaba la mediana propiedad, con extensiones inferiores 250 has., dedicadas esencialmente al cereal, aunque comenzaba ya a introducirse con mucha fuerza el olivar.
Valle del río Trújala
    El sector secundario no tenía ninguna relevancia, quedando relegado a diversos talleres artesanales dedicados en su mayoría a abastecer a las diversas familias de productos de primera necesidad. Similar peso tenía el sector terciario, aproximadamente un 10-12%, compuesto por funcionarios y demás personal que atendían los servicios derivados de la administración comarcal y del partido judicial, así como de las explotaciones forestales de la Sierra, etc… Pero el grupo de población más numeroso era el de los jornaleros. Sumaban el 90 % de la población dedicada al campo, aunque eran ajenos a la propiedad de la tierra, formando una masa de trabajadores eventuales que ejercían sus tareas en la campiña o en la Sierra a cambio de un jornal diario.
Jornaleros en la recolección de aceituna
Carentes de ocupaciones alternativas en otros sectores, padecían necesariamente un paro agrícola estacional de cinco a siete meses al año y tenían, por tanto, que procurarse mediante actividades marginales (rebusca, caza, crianza de animales, huertas…) alguna ayuda para incrementar sus paupérrimos ingresos o recurrir a la emigración que en aquella época tenía a países de latinoamérica como destino. La situación del jornalero empeoró sensiblemente conforme se acercaba el final del siglo pues la paralización de diversas tareas como labores de tala, trazado de pistas y repoblación forestal, unido a la caída de los precios del aceite y demás productos agrícolas y el aumento del precio de los jornales; condicionaron la demanda de mano de obra y, en consecuencia, el aumento de las penalidades de estos braceros.
Trabajos de recolección de aceituna
      Teniendo en cuenta el panorama anterior, con la participación política falseada y una estructura socioeconómica que estaba demasiado desequilibrada, no es de extrañar que, aunque retrasadas con respecto a otros puntos de España, se formen en la Sierra de Segura las primeras células de reivindicación sindicalista, especialmente ligadas al anarquismo, siendo este un factor que determinará importantes transformaciones sociales, económicas y políticas en toda España que afectarán decisivamente a la evolución de la comarca de la Sierra de Segura durante todo el S. XX. 

Segura Verde  ( jt ) 



LA SIERRA DE SEGURA Y LA NAVIDAD

$
0
0
LA NAVIDAD... MOVIDOS POR LA TRADICIÓN


Nadie puede negar que cuando empieza el mes de diciembre, o si me apuráis, cuando pasa la Inmaculada, nuestra mente se vuelca con la Navidad;  y no me estoy refiriendo al continuo bombardeo de la lotería o la publicidad machacona que busca su oportunidad de ventas en esos regalos navideños, sino a toda una parafernalia que se vive de forma más o menos intensa. Los ayuntamientos empiezan a engalanar las calles con decoración extraordinaria y luces de colores, siendo esta la forma de anunciar, en todos los pueblos, que un acontecimiento extraordinario se va a producir en cada municipio. Pero a nivel individual también ocurre algo parecido, pues engalanamos nuestras viviendas con todo tipo de adornos y motivos navideños. 
Belén escolar
      Es raro el hogar donde  no se decora un árbol para la Navidad o sacamos de cualquier caja las figuras que servirán para confeccionar un precioso y vistoso Belén;  que incluso algunos, que pretenden dar más realismo a las escenas, se adentran por nuestros montes a buscar hierbas, plantas aromáticas y musgos para realizar una más grandiosa composición del nacimiento de Jesús.
Belén municipal Arroyo del Ojanco
Toda nuestra comarca, y toda Andalucía podríamos decir, mantienen una importante tradición belenista que está muy arraigada en sus pueblos y sus gentes, convirtiéndose la elaboración de belenes en una de las piezas claves de la Navidad en cualquier población de nuestra tierra. A nivel público podemos encontrar trabajados belenes con diversas figuras y de dimensiones variadas instalados en zonas públicas o instalaciones de los ayuntamientos por los servicios municipales con la finalidad de completar la decoración navideña. 
Belén parroquial. Arroyo del Ojanco
      Son nacimientos simples que tratan de trasladar a la calle el sentido de la fiesta y la tradición. También la realización de belenes vivientes es una actividad que diversas asociaciones, en colaboración con los ayuntamientos, están en los últimos años difundiendo, como es el caso de Siles.
Belén viviente de Siles. Cartel anunciador 2018
      Aunque es mucho más normal y también tradicional la confección de importantes belenes parroquiales que, por su dimensión y número de componentes, alcanzan el calificativo de espectaculares, siendo expuestos en iglesias o recintos sacros al ser impulsados desde las parroquias y confeccionados por sus feligreses. Pero quizás, en la actualidad, es más notable la presencia de pequeños y, en algunos casos, grandes belenes que se quedan dentro del ámbito familiar, siendo la participación de los pequeños de la casa muy destacada, llegando a convertirse en casi un tradicional juego familiar de la Navidad. La colocación de componentes naturales invitaba a una excursión por los campos de alrededor para buscar hierbas, musgos o cualquier planta aromática que sirva para decorar con mayor gusto el nacimiento y darle mayor espectacularidad, mientras que la colocación de los diferentes elementos siempre es motivo de risas y ambiente familiar.
Instalación de decoración navideña. Siles
      También se puede vivir el espíritu navideño en los diferentes actos que se fomentan desde los departamentos de cultura de los municipios, los centros Guadalinfo, asociaciones musicales y culturales o incluso centros educativos de la comarca. Se suelen convocar concursos de confección de postales navideñas, de belenes o decoración de árboles de Navidad o de villancicos, también hay exposiciones, actos musicales con centro de inspiración en la Navidad, mercadillos y actos diversos con pequeños y mayores como protagonistas.
Certamen anual de villancicos Sierra de Segura. Puente de Génave
Otro aspecto de la Navidad tiene un componente que resulta inherente e inseparable a esta celebración, este componente es la variada gastronomía que acompaña las extraordinarias comidas típicas que se realizan, básicamente, en familia. Sentarse a la mesa en Nochebuena o el día de Navidad siempre lleva aparejado el exceso como muestra de agradecimiento divino y buenaventura. La Navidad no es tiempo de pensar en la báscula o en las dietas ya que la gastronomía típica navideña, también forma parte importante de nuestra cultura, está cargada de suculentos platos donde la presencia de calorías es bastante destacada. Comidas abundantes que se componen de manjares diversos que no suelen aparecer en otras épocas del año por nuestras mesas, dándole ese punto de excepcionalidad a la celebración navideña. Nuestras tierras son más propicias a platos con presencia de carnes y, entre ellas, destacan las propias de corral como el pavo o pollo, pero también el cabrito, el cerdo y el cordero segureño, ocupan siempre lugar destacado en la cena de Nochebuena o en la comida de Navidad. Y todo ello, casi siempre, junto al fuego y no siendo extraño que se escape alguna entonación de los villancicos más populares que son cantados por toda la familia.
Dulces navideños. Roscos de vino.
También los dulces navideños ocupan lugar destacado en nuestras mesas, pues no existe celebración navideña sin polvorones, mantecados, hojaldres y los roscos de anís o vino; y todo ello al tiempo que degustamos licores caseros y la típica mistela segureña a base de café. Es tiempo de reunirse con la familia y tiempo de melancolía por el recuerdo de los que ya no están. Especialmente cuando se acude, todos juntos en familia, a la celebración de la Misa del Gallo. Es momento de fraternidad, de buenos deseos, de olvidar problemas y rencillas, y todos juntos cantar esos villancicos tradicionales que invitan a la paz y la concordia.
Misa del Gallo. Ofrenda al Niño Jesús
Otra de las particularidades serranas y, prácticamente de toda Andalucía, es su pasión por el cante y la tradición; en el hecho de pedir el aguilando o aguinaldo se unen ambos conceptos. Es habitual ver a las calles a grupos de gente, peñas o grupos vocales, donde la edad no es un impedimento, ir cantando a golpe de guitarra, pandereta y zambomba. Sí, quién no recuerda cuando se producía en las casas la matanza y los pequeños pedían a sus madres que les consiguieran la piel de la vejiga de la orina del cerdo, para después de limpia, utilizarla en la elaboración de una pandereta o una ruidosa zambomba. Era el paso previo para reunirse toda la chiquillería, y algunos mayores, durante las vísperas de la Nochebuena, e ir casa por casa, tocando a cada puerta para decir a un solo grito eso de “se reza o se canta”; era necesario ofrecer esa opción por si durante el año que estaba a punto de finalizar en esa familia se había producido algún fallecimiento; y cuando se acababa de cantar ese villancico que se repetía una y mil veces, recoger esas golosinas o dulces típicos de elaboración casera que después se repartían en perfecta armonía y alguna que otra copita de licor casero; festejando así la alegría de la Navidad con esos villancicos tradicionales.
Tradición del aguinaldo. Puerta de Segura. Cartel anunciador
Otro acto vivido en comunidad en todos los municipios de nuestro entorno son las Cabalgatas de Reyes Magos. Hay que mencionar que dentro de la programación, normalmente para el día 1 de enero, estará la visita del Paje Real que será el encargado de recoger todos los mensajes y cartas que los niños han confeccionado y en las que piden a la “magia de Sus Majestades” todo un completo catálogo de juguetes y regalos. Será después cuando se viva el pasacalle donde la figura de los tres reyes, al tiempo que reparten dulces y golosinas, iluminará la mirada y provocará la sonrisa de pequeños y mayores que vivirán ese momento con la misma ilusión que cuando fueron niños.  Las  engalanadas carrozas traerán a nuestros pueblos a los Reyes Magos de Oriente recorren las calles para impresionar a los niños y llenarles de ilusión, ilusión que se completará tras una noche que colmará todos sus deseos.
Cabalgata de Reyes Magos. Puente de Génave
Por eso me permito recomendaros que durante estas fiestas navideñas no perdamos el espíritu, el espíritu de la Navidad, ese espíritu que te hace sonreír más, te hace sentir más cercano a los demás, hace que tengamos el corazón más abierto y predispuesto a la solidaridad….en definitiva, hagamos de la Navidad ese tiempo en el que mantenemos en viva memoria a todos los que la distancia nos impide ofrecerles directamente nuestra afectividad, mientras para aquellos que se encuentren a nuestro lado, no dejemos que se pierda esa sana costumbre de repartir sonrisas y abrazos para, de todo corazón, ofrecer nuestros mejores deseos de felicidad.

( jt )

PUENTE DE GÉNAVE. ESTUDIO SOCIO-HISTÓRICO

$
0
0
Hace casi un cuarto de siglo se publicó en el programa de fiestas este estudio socio-histórico sobre la población de Puente de Génave firmado por Ramón Gallego Martínez. En él se puede observar la evolución de la población en nuestro pueblo al tiempo que se ofrecen detalles sobre lugares y particularidades, desconocidas para la gran mayoría, especialmente de lugares que estuvieron habitados en otros momentos y que ahora permanecen como un simple recuerdo para sus gentes. Imprescindible su lectura para entender la evolución humana y la ocupación del territorio en Puente de Génave. 

AVANCE SOBRE EL ESTUDIO SOCIO-HISTÓRICO DE PUENTE DE GÉNAVE HASTA 1900.

Estas breves notas solo pretenden esbozar una serie de características que quizás puedan ayudarnos a comprender mejor nuestro pueblo y nuestro pasado. Intentaremos responder a algunas preguntas ciertamente poco complicadas a primera vista, ero inabordadas hasta la fecha. Dudas como el por qué somos un municipio tan reciente, cómo se conformó su estatus municipal, por qué se formó como municipio o quiénes realmente lo fueron conformando. Asimismo intentaremos rebatir esa “vox populi” que afirma que Puente de Génave no tiene pasado.
Término municipal de Puente de Génave

Las tierras de nuestro pueblo se vieron tempranamente pobladas por grupos humanos durante el Paleolítico Inferior (Pleistoceno Medio 700000-130000 B.P.) y el Paleolítico Medio (Pleistoceno Superior 130000-8000 B.P.) (1). Constatable en las terrazas del río Guadalimar y en el Arroyo del Muerto. Durante el Paleolítico Superior (35000-8000 B.P.) la evidencia material nos sugiere que algunos grupos humanos se asentaron en Los Corillos, el Llano de Moya, el Cerro Mirallejo o el Valle del Arroyo de Peñolite.
Terrazas fluviales del Río Guadalimar
La falta de investigaciones nos lleva a dar un gran salto hasta la Edad de Bronce (1800-700 A.C.), época en la que nuevamente existen evidencias de poblamiento en las tierras de nuestro municipio. Los asentamientos son muy numerosos para un espacio de tiempo tan corto, destacando el de los Cerros de las Hermanas, el Cerro Millarejo, el Gurugú, la Cabecilla, Cuerda de Lucas o el Peñón de Paules entre otros. No sabemos si todos estos grupos humanos fueron contemporáneos unos de otros, aunque si podemos afirmar que guardan el mismo patrón de asentamiento de yacimientos encontrados en otros municipios cercanos como La Puerta de Segura, Génave, Beas, Villarrodrigo o Bienservida.
Cerros de las Dos Hermanas desde La Vicaría
No será hasta la Alta Edad Media cuando encontraremos un núcleo habitado con cierta continuidad hasta la época actual. Ello no es casualidad si tenemos en cuenta que la mayoría de los núcleos urbanos importantes de la comarca dejan ver sus inicios en la época musulmana, con la salvedad de Beas, Segura de la Sierra, Santiago-Pontones y Hornos de Segura que tienen una historia realmente amplia en el tiempo. Hasta inicios de la Edad Media la población del municipio no se consolida en lugar fijo alguno sino que dependiendo de su cultura material los distintos grupos humanos ocupan diversos asentamientos.
Torres de Peñolite
A comienzos de la Edad Media existe un asentamiento humano en lo que hoy llamamos las Torres de Peñolite y que entonces se denominaba simplemente Peñolite. Suponemos que eran campesinos dedicados al cultivo de la tierra esencialmente y que por los restos de su cementerio y de la fortificación pudieron constituir un núcleo relativamente importante. No sabemos si tras la conquista de esta tierra en 1242 por los castellanos, la población musulmana siguió habitando en Peñolite algún tiempo. Lo cierto es que en 1575 y según las Relaciones topográficas de Felipe II era un despoblado aunque “parecía haber seydo grande edefiçio e población”. En estos años existían ya dos dehesas para el ganado, según estas mismas relaciones topográficas de 1575, La Dehesa Catenilla, que todavía existe como tal en la actualidad y la Dehesa del Entredicho. Ello nos da una idea de la actividad económica tan precaria que se realizaba por estos lares en aquel tiempo. El molino situado junto al Puente Viejo estaba habitado por inmigrantes en 1743, las fuentes se refieren a él como “el molino que se dicen de Génave”. Las Relaciones Topográficas hablan de este mismo molino pudiendo presumirse que estuviera habitado desde épocas anteriores, aunque es lógico pensar que no estuviera utilizado de forma continuada (2).
Portada de las Relaciones Topográficas de Felipe II
Algunos datos que permiten demostrar por qué la vega del río Guadalimar no está poblada en los siglos XVII y XVIII, o bien lo está escasamente si nos referimos al Molino del Puente  Viejo y su utilización por los habitantes cercanos, apuntan a la existencia del bandidaje en la zona (bandoleros, que es el término más popular y romántico). Todos sabemos la importancia de esta tierra, desde la época romana (Puente Viejo o Puente Mocho), como lugar de comunicación entre Levante, La Mancha, la Sierra y Andalucía. Ello fue aprovechado por algunos delincuentes para asaltar y dar muerte a los viajeros del Camino Real; no debemos olvidar la gravísima crisis social, política y económica que padece España en esta época y que puede ayudar a comprender fenómenos como este (3). La primera documentación sobre el asalto y asesinato de un viajero se fecha en 1682 junto a la aldea de Paules, “muerto a balazos y puñaladas” decían las crónicas. De muchos otros viajeros asesinados nunca se supo nada como demuestra el hecho que en 1756 se encuentren “los huesos de un sirviente en un corral de cabras” situado en el camino hacia la Mancha o que al año siguiente (1757) se encuentren los huesos de varios hombres naturales de Infantes en la misma área. No se habla de restos sino de huesos (4). Conocemos los nombres de varios de estos salteadores de caminos de la época, como el llamado “Parreño” (1772), que era de La Puerta; “Salvador” y el “Jesuso” que eran de Beas y asesinaron, entre otros, a dos viajeros de Begíjar en la Cuesta del Madroño (1811); “El Monago” también de La Puerta, ladrón al que mató la Justicia de Segura en 1835, y como ellos muchos más.
Puente Mocho. 

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se inicia tímidamente el proceso de poblamiento del término por parte de grupos de inmigrantes procedentes en su mayor parte de la comarca. Son numerosos los pequeños y medianos labradores con tierras propias, siendo el colectivo de jornaleros muy escaso en cuanto a número. Así encontramos que Peñolite está habitado en 1700. La Cornicabra en 1740, Paules en 1779, Las Torres en 1793, El Cortijo de Las Ánimas en 1801, Casablanca en 1805, La Vicaría en 1814, el Cortijo del Pizorro en 1815, Los Avileses o Cortijo de Avilés en 1816, Royo Zángano en 1817, Cortijo de Rojas en 1820,  Las cuevas de Tamaral en 1831, el Cortijo de Las Hermanas o Cortijos Nuevos en 1833, el Cortijo de la Cuesta del Madroño en 1842 y Puente de Génave en 1843.A partir de esta fecha se acelera paulatinamente el ritmo de la inmigración y ésta cambia sustancialmente en sus efectivos. La mayoría de los trabajadores son jornaleros y jornaleras, que también las había. Los lugares de origen se encuentran no sólo en la comarca sino también en las provincias de Albacete y Ciudad Real, y en toda la costa mediterránea desde Valencia hasta Murcia y Almería; pero destaca sobre todo la provincia de Murcia con lugares como Mula, Moratalla, Caravaca y Tortana. Baste el dato, para ilustrarlo, que en 1855 de los 57 adultos fallecidos en el municipio de La Puerta de Segura, el 47,5% no había nacido en la localidad, siendo este porcentaje incluso mayor en Puente de Génave, llegando a superar el 70% según años.
Aldea de Cortijos Nuevos. Puente de Génave
Otro denominador común es su pobreza extrema, puesto que llegan con lo puesto y cuando mueren se entierran de limosna. Este tipo de inmigración es realmente espectacular a partir de mediados de siglo XIX, manteniéndose el ritmo hasta principios del siglo XX. La pobreza la podemos ilustrar con datos del año 1855 referentes al municipio de La Puerta de Segura ya que el 40,7% de la población fallecida eran pobres absolutos, siendo en algunos años posteriores el índice de pobreza absoluta superior al 75%, como lo fue 1885, provocada por la epidemia de cólera que afectó de forma importante a la comarca.
Mapa de las zonas afectadas por la epidemia de cólera de 1885
A principios del siglo XX decaerán estos porcentajes tan nefastos. Se trata en cualquier caso de porcentajes reales y sostenidos a lo largo de muchos años y que nos dan una idea de las terribles condiciones de vida de la época de cambio al siglo XX. Esta situación se veía agravada por las constantes epidemias como la de sarampión de 1849, las de cólera morbo en 1855 y 1885. El aumento de población y el hecho de ser un lugar de fáciles comunicaciones favoreció también el flujo de mendigos de la más variada edad, especialmente ancianos, así como de familias enteras que tenían que mendigar para subsistir. Realmente son patéticos los casos de los niños muertos de frío y hambre pidiendo limosna, como queda escrito en un día de Reyes de 1813 en Peñolite (4).
Práctica de la mendicidad.
En este  breve resumen hemos visto que nuestro pueblo tiene un pasado sin grandes personajes históricos, sin sucesos o acontecimientos dignos de explotación o análisis histórico chauvinista. He tratado de dar unas impresiones sobre aspectos de la vida diaria y cotidiana, a veces amarga, pero próxima a la realidad.


BIBLIOGRAFÍA

(1)    Champion, T. “prehistoria de Europa”. Ed. Crítica. Barcelona 1988
(2)    García Serrano, Rafael. “Relación de los pueblos de Jaén de Felipe II”. B.I.E.G. 1976
(3)    Domínguez Ortiz, A. “Hª. de España: Antiguo Régimen” Ed. Alianza. Madrid 1981
(4)    Archivo parroquial de La Puerta de Segura. 1570-1900


Ramón Gallego Martínez

LAS LUMINARIAS. SAN ANTÓN Y EL RITO DEL FUEGO.

$
0
0
El fuego es un elemento que desde siempre ha atraído al ser humano y ha pasado a ser protagonista de ritos ancestrales paganos anclados en la antigüedad para convertirse en nuestros tiempos motivo de celebración religiosa. La luminarias, también llamadas hogueras en otros lugares, son tradicionales durante todas las épocas del año, aunque adquieren mayor significado en las épocas de solsticio y equinoccios como simple herencia de esos ritos que se pierden en el tiempo. Si hay una celebración que se repite en toda la geografía española son la luminarias en honor de San Antón al darse la circunstancia que este santo tiene la advocación del cuidado y protección de los animales, cuestión que era esencial para las labores agrarias, alcanzando así mayor significado en las zonas rurales como lo es nuestra comarca, donde desde siempre ha tenido especial relevancia en la mayoría de sus pueblos de la Sierra de Segura, en especial en Peñolite y Puente de Génave.
Luminaria San Antón. Peñolite.

LAS LUMINARIAS DE SAN ANTÓN EN PEÑOLITE Y PUENTE DE GÉNAVE.

Por José Ant. Molina Real

La fiesta de «Luminarias» que se celebra la noche del 16 de enero en la mayoría de localidades de la Sierra de Segura, y de forma más particular en Peñolite y Puente de Génave, se realizan en honor a San Antonio Abad por la advocación que este santo eremita representa hacia la producción tradicional agrícola y ganadera serrana que ha supuesto, a lo largo del tiempo, la forma de subsistencia esencial para el desarrollo de la economías familiares de las gentes de la comarca de la Sierra de Segura.
Procesión San Antón. Peñolite. (fot. Diario Jaén)
Pero antes de entrar en análisis debemos considerar que son diversas las motivaciones y advocaciones que se sirven del ritual del fuego como elemento diferenciador, siendo durante el invierno cuando más se realizan estas luminarias, al concentrarse en esta estación un mayor número de tradiciones y manifestaciones populares relacionadas con el ciclo agrario, básicamente debido a que es un momento en el que el trabajo en el campo exige menor dedicación, además como punto culminante de esa “magia” de la naturaleza, donde un campo ahora dormido dará paso a la recuperación de la vida con la llegada de la primavera, siendo el punto culminante de esa magia el encontrar la noche más larga del año que anunciará el solsticio de invierno a finales de diciembre, momento en el cual el sol, a quien el ser humano siempre ha rendido culto, comienza a imponerse a la noche haciendo cada vez los días más largos. Se abren pues, con el invierno, las puertas a costumbres y ritos ancestrales siendo el fuego, como simbolismo de culto a un sol fuente de luz y muestra de vida mientras la tierra duerme, el protagonista de ritos y costumbres que se sucederán desde entonces hasta febrero.
Luminaria de San Antón. Génave
El fuego junto a cencerradas, colgar manojos de hierbas aromáticas en puertas y ventanas, las esquilas, y otros simbolismos más, han sido algunas de las múltiples formas que se han utilizado, a través de los tiempos, para ahuyentar malos espíritus, combatir plagas o paliar los efectos nocivos que sobre las cosechas y personas provocaban “seres maléficos”; y que con la cristianización se vinculó con la purificación de las almas o la protección espiritual, completándose con la bendición a personas, animales domésticos y alimentos como señal de salud y buenos augurios. Dentro de este contexto mágico-festivo, será el invierno, donde debemos considerar múltiples manifestaciones en las que el fuego es el principal protagonista. En nuestro entorno destacaremos  celebraciones por la Inmaculada -luminaria de La Pura- en Segura de la Sierra (8 diciembre), Santa Lucía en Benatae y Segura de la Sierra (13 diciembre), las de San Antón en Peñolite, Génave, Villarrodrigo y Puente de Génave entre otros lugares (16 enero), San Sebastián en la población de Quesada (20 enero), San Vicente en Segura de la Sierra (22 enero), Virgen de la Paz en Beas de Segura (24 enero), las de la Candelaria en Orcera (2 de febrero) y las de San Blas en La Puerta de Segura (3 enero) entre otras.
Luminaria de la Virgen de la Paz. Beas de Segura
Los ritos y creencias eran asociados a los solsticios y equinoccios, momentos considerados como mágicos por la mayoría de las culturas de la antigüedad, especialmente los solsticios de invierno y verano. Por ese motivo, y tras la cristianización, se buscó vincular estas celebraciones paganas a momentos bíblicos importantes, como la Navidad en el solsticio de invierno, o advocaciones de santidades como el equinoccio de primavera con San José, el solsticio de verano con San Juan -momento de fiesta mayor en Peñolite con espectaculares luminarias-, o el equinoccio de otoño con la fiesta de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael; teniendo, por tanto, estas celebraciones cristianas un origen claramente pagano, que ha ido difuminado y asimilando estas costumbres a través de los tiempos, aunque han conservado el uso del fuego conservado como testigo de rito pagano y elemento tradicional.
Luminaria de Navidad. Arroyo del Ojanco

Como claro ejemplo de asimilación de festejos y celebraciones en el solsticio de invierno, que es el que nos ocupa, debemos nombrar que eran tradicionales en la antigua Grecia, el culto popular de Dioniso como dios de la vendimia y el vino; eran las llamadas Dionisíacas que se celebraban alrededor del solsticio invernal como celebración de la cosecha realizada y con carácter propiciatorio de la fertilidad de tierras y resurrección de la naturaleza que empezaba, en ese momento, un nuevo ciclo y todo ello en medio de festejos, caracterizados por la gran alegría que se compartía con toda la comunidad. Posteriormente, la cultura romana, en gran parte heredera culturalmente de la antigua Grecia, llevaban a cabo la celebración de las Saturnalias, es decir, fiestas dedicadas a Saturno como dios protector de la Naturaleza, y que tenían una duración de una semana. Después de ceremonias de carácter religioso, había grandes festejos y banquetes, se abolían temporalmente las clases sociales y, en los ágapes, los señores servían a sus esclavos; cesaba toda actividad pública en tribunales, escuelas, comercios, campañas militares, etc…, y no se permitía ejercer ningún arte ni oficio, salvo el de la cocina; se imponía el hacerse regalos unos a otros, los ricos convidaban a sus mesas, bien surtidas, a los pobres que llamaban a sus puertas, se practicaban juegos diversos y de azar, entre otras destacadas celebraciones; teniendo todas ellas en el fuego una presencia constante y común.
Luminaria de la Candelaria. Orcera
Por eso, y como clara herencia de aquel otro tiempo, en enero son tradicionales luminarias en honor a San Antón, santo patrón que tiene su advocación y protección en los animales, por lo que para la mayoría de la gente del entorno rural  supone un centro claro de devoción al depender su frágil economía de subsistencia de la utilización, en sus tareas agrarias, de diverso tipo de ganado. Era bastante común en diversos lugares de celebrar su día con la tradición de no uncir o hacer uso de los animales, ni tan siquiera se les ataba; sino todo lo contrario, se solía dar descanso y comida abundante y especial,  siendo una posibilidad enviarles libremente al monte para que se tomasen, por así decirlo, un día de libertad. Hasta los arrieros, molineros y otros gremios que empleaban animales en el desempeño de sus labores, solían tomarse muy en serio esta norma. El día de San Antón, amén de fiesta para los animales, lo era también para sus amos.
Luminaria de San Antón. Villarrodrigo
Tradicional era acudir a misa con algunos animales, y aunque las bestias se quedasen en la puerta mientras duraba la función religiosa, al término de ésta, el párroco salía al exterior y los animales eran bendecidos como señal religiosa de salubridad y durabilidad del ganado y animales de compañía, especialmente perros, muy útiles para las labores de pastoreo. Algo de eso queda todavía hoy en muchos pueblos y ciudades, que no quieren perder esas antiguas costumbres, aunque ahora han alcanzado especial protagonismo las mascotas familiares, en las, cada vez más populares, bendición de animales organizadas en el ámbito parroquial. Posteriormente eran encendidas luminarias que se convertían en punto de encuentro y reunión de vecinos y conocidos. Allí se hablaba, se comentaba circunstancias y particularidades del lugar e incluso se llegaba a cantar y bailar cuando aparecía alguna guitarra; también las brasas resultantes se convertían en el elemento necesario para asar algún tipo de carne o embutido compartido entre el vecindario al mismo ritmo que la bota de vino o los vasos de cuerva no dejaban de regar gargantas, y todo ellos en torno al calor del fuego que compensaba el duro clima de invierno de nuestra Sierra; en medio del griterío infantil que, corriendo en torno al fuego, tenía la excusa perfecta en esta celebración para prolongar sus horas de juego, siendo el fuego un elemento novedoso de fiesta y diversión. Ese fuego que propiciaba la comunicación vecinal, conformando los elementos a quemar aquellos trastos, muebles o utensilios deteriorados por el paso del tiempo que eran arrojados al fuego como elemento de renovación, siendo el fuego el verdadero juez que elimina lo viejo, purificando de esa forma aquellos nuevos instrumentos y utensilios que la unidad familiar disponga para su sustitución.
Correfuego por San Blas. La Puerta de Segura
Hablamos del fuego como elemento de unión, como elemento protector, como elemento de rito y fiesta, como elemento de purificación, puesto que lo que se quema es aquello viejo, aquello inservible, los restos de poda o los trastos viejos para así empezar un nuevo tiempo con ilusiones renovadas y nuevas perspectivas de mejor cosecha en una nueva temporada de trabajo. Era tradicional voltear o saltar las luminarias, incluso a lomos de caballerías, para así librarse de posibles males y enfermedades, normalmente en número de tres, cinco o siete ocasiones; siguiendo así el designio bíblico de los números impares. Eso es así en las luminarias de San Antón en nuestra tierra, cumpliendo esa misión de acción de gracias por la reciente cosecha de aceituna, de ofrenda ante la nueva cosecha venidera cuando el sol comienza a vencer a la sombra de la noche su particular batalla que provocará una primavera donde la tierra volverá a brotar en la vida, y de acción protectora con los principales protagonistas del trabajo del campo como son los animales, elementos clave para la subsistencia de los campesinos.
Cuerva y palomitas en la luminaria de San Antón. Peñolite

En la actualidad, las luminarias vinculadas al ciclo de la vida en nuestra comarca son habituales en diferentes épocas del año, pero destacan las que se realizan en honor de San Antón, siendo Peñolite y Puente de Génave dos localidades donde se conserva una profunda tradición que se pierde en la memoria del tiempo. Destacaremos que por su dimensión en Peñolite son pocas las luminarias que se encienden, mientras que en Puente de Génave serán alrededor de 20 las luminarias que invaden sus calles y plazas, ahora ya no impulsadas por aquellos arrieros o propietarios de ganado como devoción al patrón de los animales, sino surgidas de forma espontánea de la confraternidad entre vecinos o cuadrillas de amigos que, con días de antelación, se reúnen y planifican su confección. Algunos irán recogiendo trastos viejos, leña o restos de poda entre las olivas o cerca del río, otros se encargarán de recoger el dinero para comprar aquello que servirá para comer o beber y también habrá gente que se encargue de confeccionar la cuerva o las rosas (palomitas) para degustar mientras las brasas se ponen a punto y la carne alcanza el punto idóneo en el fuego para ser consumida. Será el día 16 de enero, cuando empieza a caer la luz del sol, cuando se irán acumulando en mitad de la calle toda la leña que se pretende quemar a lo que se sumarán algunos trastos o muebles viejos o utensilios inservibles para prenderles fuego y comenzar el ritual del tradicional fuego purificador. El lugar suele ser el habitual de otros años aunque hoy en día puede ser variable dentro de la calle o barrio, siendo la luz que desprende en la noche -de ahí el nombre de luminarias- y el acogedor calor que desprende un verdadero efecto llamada para todos los vecinos. Es el momento de las aportaciones altruistas, donde aparece el vino o la confección de una gustosa cuerva para ir calentando el ambiente de la celebración mientras las rosas o palomitas se convierten en degustación obligada. Entre palabras, comentarios diversos, risas que dan ambiente festivo y conversaciones distendidas, el fuego irá devorando todo dando lugar a algunas brasas, que serán idóneas para degustar, posteriormente, carnes y embutidos de la reciente matanza, aunque bien es cierto que, en la actualidad, las matanzas sean ya un fenómeno poco habitual.
Asando carne. San Antón. Puente de Génave
Sea como sea, la tradición continúa; puede que ahora pese más el concepto social que su connotación mágica o religiosa, pero lo que no ha variado ni un ápice es el aspecto fraternal y de relación humana que conforma, en su sentido amplio, esa vinculación tradicional que estructura a la gente como parte de un colectivo al que llamamos pueblo, siendo la luminaria la perfecta excusa para propiciar la posibilidad de relacionarse, conversar y pasar un buen rato con amigos, conocidos o vecinos. La tradición es parte esencial de un pueblo y tanto Peñolite como Puente de Génave ha sabido mantener las luminarias en honor a San Antón como una tradición que debería perpetuarse a lo largo del tiempo.
Para finalizar mostramos una pequeña colección de fotografías que muy gentilmente nos ha enviado José Miguel, de Guadalinfo en Puente de Génave, que intenta mostrar con imágenes el proceso de elaboración de las luminarias en Puente de Génave. Al mismo tiempo agradecemos las fotografías cedidas para ilustrar el artículo, en especial al amigo Joaquín Castillo.










PUENTE DE GÉNAVE. SU RÍO Y SUS PARAJES

$
0
0

ESPLENDOR EN LA YERBA

Por Pedro Ruiz Avilés

“Nuestras Vidas son los ríos
Que van a dar a la mar…”
Jorge Manrique, poeta segureño.

            Siempre he sido un fervoroso caminante y, como aconseja Machado, he hecho mucho camino al andar. Y, desde pequeño, cuando iba con mis padres a Paules me ha gustado entrar en contacto con la naturaleza, con el aire libre, andar por el campo. Porque es muy bueno y sano, y porque por estos parajes, las mejores vistas se aprecian mejor caminando suavemente, andando sin prisas, en la ciudad como en el campo, y, si es posible, olvidarse de las horas que marca el reloj.
Vista general. Puente de Génave
       Este año, como todos los años, las lluvias invernales y del comienzo de la primavera llenarán los arroyos, harán que las fuentes echen un buen chorro de agua y los más entrañables  paisajes de nuestro pueblo estarán frondosos y con un color fantástico. Y será ese verdor, lleno de matices, y de esparraguillo de las olivas, mezclado con el parduzco de las sobrias carrascas, junto con la flor blanquecina de las jaras unido al rosáceo de la flor del romero y las de algunos árboles frutales, las que darán ese color a nuestro campo, color que intentará reproducirse en balcones, terrazas y patios de nuestras casas que suelen estar siempre llenos de tiestos y macetas casi siempre floridos. Así es nuestro entorno, un entorno que anima a pasear y a disfrutar de la Naturaleza. La primavera será siempre protagonista en este contexto y la celebración de San Marcos una perfecta excusa para salir a disfrutar de nuestros parajes al cumplir nuestra viva tradición de “salir a espantar el diablo”.
Paraje del Pizorro sobre el Cortijo de Esteban
    Disfrutaremos caminando hasta Peñolite acompañados de las huertas que salpican su cañada, veremos la alfombra verde que se divisa desde lo alto de La Cornicabra, pasaremos por la Vega de Paules aunque en demasiadas ocasiones escasa de agua, llegaremos hasta El Tamaral o las Cumbres de Las Alberquillas empapándonos de un paisaje único y dibujado en policromía singular.
Camino de La Vicaría. Al fondo Las Dos Hermanas
         Esta riqueza de paisajes y parajes es algo que saben apreciar bien los que están fuera, que no dudan en venir para San Isidro o cualquier otro momento del año, no sólo para llevarse el inmejorable aceite de la reciente cosecha o el consabido cargamento de morcilla blanca o güeña, sino también el recuerdo en su corazón de todas estas bellezas paisajísticas que poseemos para disfrutarlas en sus lugares de residencia desde la añoranza.
Vista general de El Tamaral

         Y si el tiempo disponible es limitado y no se puede realizar estos paseos contemplativos por nuestro entorno, tenemos otra clara posibilidad a nuestro alcance recorriendo el entorno del río, nuestro Puente Viejo y Puente Nuevo, recordar como nuestro San Isidro pasea sobre ellos al son de los acordes que aporta nuestra estupenda banda de música y del murmullo del río, que a uno y otro lado de sus puentes, mueve sus aguas en un entorno magnífico donde las casas, recién enjalbegadas, hacen de perfecta compañía a una agua que cae por su cascada, que hasta parece auténtica, que ruge en el Zurrión y que aparece ya mansa en el Charco del Puente; y todo ello entre frondosos árboles y sauces que hay junto al antiguo molino o incluso más allá del Puente Nuevo hasta la curva de La Terrera y el Charco de Los Zarzalones.
Paraje del río Guadalimar en la zona del molino de Trillo
            Eso es simplemente riqueza natural, calidad de vida y, si de paso repasamos nuevamente las vivencias tomando una copa de buen vino o un botellín con nuestros amigos, dejándose llevar por una amena conversación en la que verifiquemos el vertiginoso cambio de nuestro municipio, realmente estaremos viviendo una experiencia única que nos reconforta, ilusiona y ayuda a vivir, al tiempo que crea siempre deseos, por no decir ansias, de volver.
Salto artificial de agua en el río Guadalimar
            Y como final, y para que la fiesta no concluya en cinco días, un ruego que ya hice a nuestro alcalde: que las luces del moderno alumbrado público den color en la noche a ese precioso entorno del río y sus puentes, porque el silencio nocturno es el más apropiado para escuchar el bronco rumor del agua chocando contra Las Riscas, disfrutando de otros insólitos matices que agudizarán nuestros sentidos en la noche y nuestra imaginación. Disfrutemos y cuidemos ese preciado tesoro que poseemos.
Puente de Génave, su río y sus paisajes.

BREVE CRÓNICA HISTÓRICA DE LA SIERRA DE SEGURA (1º PARTE)

$
0
0

INVARIANTES HISTÓRICOS DE LA SIERRA DE SEGURA.

Por Modesto Vigueras. Profesor.

Si se contempla el desarrollo de Sierra Segura a lo largo de los dos mil quinientos años de la época histórica, se puede destacar la permanencia de unas constantes humanas sobre un marco físico concreto y definido, que sobrevive durante todos estos siglos a pesar de las diferentes situaciones y circunstancias que las sucesivas épocas han ejercido influencia sobre su existencia diaria.
Indudablemente, esas peculiaridades se deben fundamentalmente – en nuestra opinión – a dos factores: el primero, el marco físico, que influye decisivamente sobre la forma de ser y vivir de sus habitantes, que forja sus características raciales, virtudes y defectos; y, el segundo, la actuación de pueblos extraños a la vida de su tierra que, al intentar conquistarles, hizo luchar contra ellos a sus habitantes, lo que finalizó, con una cierta generalidad, en una asimilación de razas, costumbres y civilización que supuso la continuidad de los aspectos más característicos de su población.
Presentar estas constantes históricas de Sierra Segura, que por su permanencia hemos querido llamar “Invariantes”-, es nuestro propósito en este, forzosamente, superficial y resumido análisis, que esperamos sea como una brevísima exposición de la Historia de Sierra Segura, tan ignorada que hizo decir a Hübner,  a finales del siglo XIX, que la Sierra de Segura era, en ese tiempo, tan desconocida como el África interior; por desgracia, creemos que así sigue en algunos aspectos y nuestro único deseo es contribuir a mantener, en sus habitantes, el conocimiento y aprecio de su gran Historia, en diversos aspectos amenazada por el olvido del que todos somos culpables en alguna manera.
El marco físico.

Sobre los límites de las actuales provincias de Jaén, Albacete, Murcia y Granada, se extiende un complejo nudo de montañas, que pertenece, en su casi totalidad, a los que, actualmente, se llaman Sistemas Prebéticos. Formando un ángulo con vértice en la Sagra (2.340 m), su lado occidental corre en dirección aproximada de S.O. a N.E. y está formado, sucesivamente, por las Sierras del Pozo y Cazorla, Segura y Alcaraz y por su lado sur, con dirección O.E., está constituido por las serranías de Guillimona, Las Cabras, Peña de Moratalla, Revolcadores, etc., que forman una especie de arco de gran robustez y altitud (2.000 m, aproximadamente). Entre ambas alineaciones, se alzan otra serie de serranías como son El Calar del Mundo, Mentiras, Cobos, Almorchón, etc., que cubren la zona intermedia y constituyen un conjunto sumamente accidentado, con profundos valles entre altas montañas, y algunas zonas mesetarias situadas en cotas superiores a los 1.200 m.
Dentro de este macizo montañoso, tiene su origen un complejo sistema hidrológico compuesto por dos cuencas totalmente diferenciadas: una, al Oeste, formada por el Guadalquivir y sus afluentes de la Cuenca Alta, como Guadalimar, Guadalmena y Guadiana Menor, que desemboca en el Atlántico; y otra formada por el Segura y sus afluentes, como Tus, Mundo, Zumeta, Taibilla, entre otros, que se dirige hacia el Este y desemboca en el Mediterráneo; la divisoria corre por el interior del macizo.
El conjunto de este complejo nudo orográfico e hidrográfico, con su accidentado relieve, forma una unidad compacta en medio de un cinturón de tierras, de mucha menor altitud, que lo rodean, con límites más o menos definidos, como son: por Levante, los llanos de Albacete y la Cuenca Media del Segura; por el Sur, las llanuras de Lorca y la depresión de Baza; por el Oeste, el Valle del Guadalquivir y Loma de Úbeda; y por el Norte, Sierra Morena y La Mancha. Frente a las óptimas condiciones de estas tierras bajas para comunicaciones y la vida de las poblaciones, las Sierras ofrecen un ambiente hostil para sus pobladores, con tierras frías y pobres, solo aptas, prácticamente, para los bosques y ganado, con una climatología muy dura y grandes dificultades para las vías de comunicación.
Estas condiciones de su marco físico han llevado a sus habitantes a un tradicional aislamiento respecto a los territorios vecinos y a la forja de un carácter que, desde las primeras épocas históricas, geógrafos e historiadores juzgaron como de frugalidad, rudeza, belicosidad y de permanente rechazo a la llegada de pueblos extraños.
La Orospeda en el mapa del geógrafo griego de la antigëedad, Estrabón.
Este territorio es el que se llamó, desde un principio, La Orospeda, de la que formó parte, quizás como su centro y corazón, Sierra Segura y que será el escenario de nuestra exposición histórica.

El marco histórico. Antecedentes.

Para una mejor claridad de los comentarios y por las diferencias de las situaciones o marcos históricos, vamos a dividir la exposición en dos periodos: el primero, desde las épocas pre-romanas hasta el fin de la ocupación musulmana, que incluye la romanización y el paso de visigodos y musulmanes, y, el segundo, que transcurre desde la Reconquista cristiana hasta nuestros días.
Entre las diversas razones que nos han movido a esta presentación de la evolución histórica, aparte de la que estimamos fundamental el hecho de recobrar la unidad de España, es la que se refiere a la situación y comportamiento de la población. En la primera, la base de la población siguió siendo la primitiva prerromana que se romanizó y, posteriormente, se islamizó y mezcló con los nuevos dominadores, adoptando su lengua, costumbres, religión, etc., En cambio, al llegar los cristianos, se produjo la total expulsión de la población musulmana existente en aquel momento, hasta el punto en que, a mitad del siglo XIII, sólo quedaban dos familias musulmanas en toda la Encomienda de Segura.
Valle del Trújala, con Segura de la Sierra (monte Orospeda según los griegos)
Foto Manuel Cervera. 
Sin embargo, creemos, que esta radical diferencia entre ambos períodos ratifica nuestra tesis de existencia de las Invariantes citadas en el devenir histórico de la región, pues, como veremos, la unidad de la tierra y la mentalidad de sus habitantes perduró hasta hace pocos años, cuando, la expansión de los nuevos medios de comunicación de todo tipo y la actuación administrativa de los poderes públicos han borrado las anteriores situaciones.

-Marco histórico. Primera fase. Hasta el dominio árabe.
         
A fin de delimitar los contenidos históricos dividiremos esta primera fase del marco histórico en tres periodos: la época íbera y romana, el breve dominio visigodo y la intensa presencia en nuestras tierras del dominio árabe.
1.- Los Íberos y dominio romano.
Desde el comienzo histórico hasta el fin de la “romanización” del territorio La región estaba poblada en su mayor parte por los “bastetanos” y al Norte, sobre la cuenca del Guadalmena, Alcaraz, Sierra Morena y La Mancha, habitaban los “oretanos”. Al intentar Amílcar Barca la conquista del territorio, fue derrotado y muerto por los oretanos y bastetanos, cerca de Elche de la Sierra.
Pueblos Iberos en la peninsula Ibérica.
Posteriormente, Asdrúbal castiga duramente a unos y a otros y Aníbal – uno de los mayores genios de la guerra –, con un gran ejército de caballería, infantería y elefantes de guerra, atraviesa la Orospeda y abre el que se conoce como el “Camino de Aníbal”; marcha, desde el Segura, por el Mundo, salta el Guadalimar y, desde allí, derrota a la tribus de la Meseta Sur y llega a Salamanca; parece que no hubo otras incursiones púnicas en tierras de la Orospeda.

Iniciada la 2ª guerra púnica el año 218 a. C., con la marcha de Aníbal sobre Roma, Escipión el Africano en el 207 a.C. derrota, completamente, a los cartagineses y los expulsa de España, que quedó a merced de Roma, que comienza su conquista. Para afirmar su incipiente ocupación, dividió el territorio en dos provincias: la Ulterior, o bética, y la Citerior, que comprendía el resto, trazando la divisoria por la margen izquierda de la Orospeda, es decir, por el borde de las Sierra Segura y Cazorla, en la parte que nos afecta.
Puente romano. S. I. Puente de Génave
Sin haber comenzado las terribles luchas que, posteriormente, emprendió contra lusitanos y celtíberos, Roma se dedicó, desde el primer momento, a la pacificación de estas tierras, aunque mantuvo una serie de guerras y combates entre los distintos cónsules de las dos provincias y los caudillos y reyezuelos de los indígenas. Finalmente, hacia mediados del siglo II a.C., la región quedó totalmente pacificada y solo alterada por los conflictos entre César y los hijos de Pompeyo y el gran bandidaje que, originado, en parte, por desertores de las legiones derrotadas y, en parte, por indígenas que hacían de esta actividad una forma de vida, obligó a los gobernadores a actuar de forma drástica para terminar esta situación.
Mosaico romano de la Villa de los Baños. Arroyo del Ojanco
Llegada la “paz romana”, la región se romanizó totalmente; adoptó el latín como lengua, con abandono de las suyas propias, su forma de vida, su organización y administración, los dioses romanos del Panteón y, posteriormente, se cristianizó, siguiendo un camino similar al del resto del Imperio. Quedó integrada en la provincia imperial de la Tarraconense y, en la reforma de Diocleciano, en el Convento y Diócesis de Cartagena.
Por su lejanía de las fronteras, quedó como lo que se llamó “provincia pacata”, con una vida tranquila; por sus características, fue, esencialmente, una región rural con bosques y ganadería y, parece, que existieron grandes latifundios que perduraron en el Alto Imperio y la Baja Edad Media.
Principales vías romanas de comunicación.
Por sus particularidades y condiciones físicas, la Orospeda quedó al margen en las grandes vías romanas y solo debieron existir algunos caminos secundarios – conservan los restos de algunas infraestructuras -, aunque, sin duda, debió construirse algún camino troncal que, a través de las montañas, permitiese el fácil paso de las legiones para la obra de la pacificación y romanización, sin que todavía se haya identificado.
2.- Los visigodos.
Después del paso de vándalos y alanos por los territorios de la Bética y la Cartaginense, la Orospeda quedó como una isla en medio de las tierras de los visigodos.

Al pedir Atanagildo, en su lucha contra Akhila, ayuda a los bizantinos, estos se apoderan del Levante y del Sur peninsular; la Orospeda quedó como provincia o, mejor dicho, aliada de los bizantinos, ya que su población, totalmente romanizada, era hostil a los visigodos por religión – recordemos que los visigodos eran arrianos -, lengua, raza y costumbres. Al emprender, más tarde, Leovigildo la reconquista de los territorios ocupados por los bizantinos, primero los derrota y expulsa en el año 572 de nuestra era y, después, ataca y domina la Orospeda el año 577; pero, después, en 578, se produce el levantamiento de su población, que los escritores de su tiempo llamaron “rustici” o campesinos, sin duda por el carácter rural de la región.
Leovigildo aplasta la rebelión y la Orospeda quedó como provincia visigótica. Durante este período, la Orospeda muestra su constante de unidad física y humana.

Viewing all 215 articles
Browse latest View live