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Gaceta de Madrid. Publicación acuerdo de segregación de Puente de Génave |
D. Juan María Idáñez Frías, presidente de la Junta Vecinal y propietario del inmueble donde se ubicó la Comisión Gestora |
Término municipal de Puente de Génave |
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Peñolite |
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Gaceta de Madrid. Publicación acuerdo de segregación de Puente de Génave |
D. Juan María Idáñez Frías, presidente de la Junta Vecinal y propietario del inmueble donde se ubicó la Comisión Gestora |
Término municipal de Puente de Génave |
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Peñolite |
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Entrada al Parque Natural |
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Mapa de construcciones y fortalezas medievales de la Sierra de Segura |
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Mirador sobre el pantano de El Tranco |
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Mirador frente al Castillo de Bujaraiza |
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Castillo de Bujaraiza. |
La isla del Castillo de Bujaraiza emergiendo sobre las aguas de El Tranco |
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Torre principal. Castillo de Bujaraiza |
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Isla de Bujaraiza emergiendo sobre El Tranco. Vista aérea |
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Vista aérea de Puente de Génave con la carretera de circunvalación. |
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Planta envasadora de aceite en el Pol. Ind. La Vicaría |
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Campo primaveral protagonista de esta tradición |
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Retama anudada como acto simbólico |
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Representación de San Marcos |
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El Pizorro. Paraje de Puente de Génave tradicional en San Marcos |
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Juegos tradicionales en el campo |
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Imagen de Santa Quiteria |
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Tradicional hornazo con huevo coloreado. |
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Tradicional comida campestre de San Marcos |
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Arroyo del Ojanco |
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Beas de Segura |
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Benatae |
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Génave |
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Hornos de Segura |
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La Puerta de Segura |
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Santiago de la Espada-Pontones |
Torres de Albanchez |
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Andrés Martínez Avilés |
Retomamos, una vez pasado el periodo estival, una nueva fase de publicaciones referentes a nuestro pueblo y a toda la comarca de la Sierra de Segura. En esta ocasión recuperamos un artículo de Pedro Ruiz Avilés, que a día de hoy, a pesar del tiempo pasado, tiene enorme vigencia al estar todavía pendiente de solución todo lo concerniente al aprovechamiento de las aguas que el río Guadalimar ofrece para ser embalsadas en la no aprovechada infraestructura de la presa de Siles. Ya anunciaba en aquel momento nuestro interlocutor los inconvenientes y problemáticas sobre su aprovechamiento, que a día de hoy sigue siendo una asignatura pendiente para el desarrollo de nuestra comarca.
SEQUÍAS Y HELADAS
Habitamos una tierra de contrastes. Nos cuesta recordar que hace tan sólo un par de años estábamos preocupados ante una posible inundación, lamentábamos que no existieran más embalses –también la presa de S
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Presa de Siles |
Pero ahora hemos vivido más de seis meses de crudo invierno y llevamos casi un año sin escuchar el agradable sonido del agua chocar con los cristales de ventanas y coches, o llenar de charcos la carretera. Nos lamentamos y empezamos a pensar que las plagas bíblicas no atenazan de nuevo; que el desierto lo tenemos cada día más cerca y que se ha incumplido el refrán de “años pares, abrid los trujales”, pero que el año impar lleva la misma pinta. Las restricciones de agua, la tierra reseca, áspera de polvo, se manifiesta con su radical crudeza, y las consecuencias son patentes: mala cosecha de aceitunas, siembras raquíticas o secas, pastos inexistentes, no hubo ni “guíscanos”, como casi tampoco hemos podido coger espárragos, el verdegueo del paisaje ha virado a pardo y plomizo, las fuentes están agotadas… Y ahora además de la sequía, las olivas se han quemado con el desastre de las heladas de los meses pasados ¡con lo que cuesta criar un olivo!
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Olivar de regadío |
En paisajes más previsores, el campo acaba dando sus frutos con normalidad y como si fuera un mero acto administrativo. Las cosechas aparecen puntualmente sin demasiados contratiempos. Por el contrario, nosotros, o tomamos la calle de en medio no reparando en nada ni en nadie, o seguimos mirando al cielo con muchas dosis de melancolía y fatalismo. Confiamos más en las cabañuelas y el almanaque zaragozano que en las predicciones de los hombres del tiempo, o en el poder de una reivindicación colectiva capaz de asegurarnos el agua de modo más regular y estable. Así nos va: “un año de cielo y cinco en cueros vivos”.
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Explotaciones olivareras |
En cuanto caen cuatro gotas olvidamos que la cosecha y el acopio de agua se deben realizar cuando llueve, y que los regadíos, como otras muchas cosas, podrían hacerse mejor y más baratos planificando el uso del agua conjuntamente y con el apoyo de los poderes públicos.
Ahora que tenemos la oportunidad de los riegos del pantano de Guadalmena, vamos a ver si somos capaces de organizarnos todos para saber reivindicar un recurso, como el agua, que es un bien de interés general. Y, luego, diseñar unos regadíos modernos como los que tienen ya en muchas zonas andaluzas.
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Acto reivindicativo del agua de la presa de Siles |
Durante unos cuantos días alteraremos, en paz y concordia eso sí, nuestro ritmo cotidiano. Pero no echaremos en el saco del olvido estas otras preocupaciones: el drama de la escasez de agua y el sombrío aspecto de nuestros campos y de nuestras decrépitas olivas. Además de contar con el próximo hospital, también es sumamente importante intentar resolver el tema del agua: para comer y para beber, pero también para crecer económicamente y generar bienestar y calidad de vida.
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Cuenca hidrográfica de abastecimiento Sierra Segura |
A ver si unidos somos capaces de demostrar a algunos y algunas, y en especial a los dos nuevos alcaldes de Zalamea de nuestra comarca (del Arroyo y de Beas), que se puede defender a sus ciudadanos y conseguir más cosas –también en ayudas por daños en heladas- desde la cooperación positiva y no con el enfrentamiento y la hostilidad.
Entretanto no está de más que le hagamos rogativas e imprecaciones a nuestro patrón agricultor para que eche una mano a los/as de su oficio y a todos sus patrocinados.
Pedro Ruiz Avilés. 2005
Muchas son las dudas y controversias acerca del lugar de nacimiento de Jorge Manrique, gran poeta medieval que viene a encarnar la perfecta visión del caballero renacentista. Tradicionalmente se entendía, sin tener pruebas concretas, llevados por el centralismo castellano, que su lugar de nacimiento era la localidad palentina de Paredes de Nava, pero el estudio desarrollado por el ilustre puenteño D. Domingo Henares, desmonta esta indocumentada hipótesis, concretando y argumentado documentalmente que el lugar exacto de nacimiento es el municipio de nuestra comarca, Segura de la Sierra. Dicho estudio es el que a continuación os presentamos.
SEGURA DE LA SIERRA,CUNA DE JORGE MANRIQUE.
El lugar donde nació Jorge Manrique, esto es, el lugar donde primero se meció su cuna, hay que ponerlo ya, a estas alturas del tiempo, en Segura de la Sierra, de la provincia de Jaén, en ese pueblo tan alto que mira de frente al monte Yelmo, como si los dos estuvieran de guardia a toda hora por la Sierra de Segura. Pero esta verdad incuestionable, en cuanto al origen del poeta cantor de la muerte, no acaba de ser compartida, sin embargo, entre buena parte de paredeños, defensores todavía del origen palentino de Jorge Manrique.
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Estatua de Jorge Manrique en Segura de la Sierra. |
Por lo que esta afirmación inicial de su nacimiento en Segura de la Sierra necesita, antes de llegar a su conclusión última, una serie de negaciones previas y que no serían tan precisas, de no mediar en la discusión una serie de factores en nada científicos, sino, más bien, debidos a un cúmulo de prejuicios que, a su vez, son el exponente claro de una pereza intelectual, de una incuria al menos por la investigación con argumentos.
Repárese, si no, en las afirmaciones que, en favor de los intereses palentinos, hacía el senador señor Gallego Cuesta en sede parlamentaria, con el objeto de conseguir las obras de la segunda fase del monumento a Jorge Manrique: “El Secretario de Estado sabe... lo que es Paredes de Nava, cuna de genios ilustres, tales como Jorge Manrique y Berruguete...” (Cortes Generales. Diario de Sesiones del Senado. 4-XI-1998).
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Segura de la Sierra, sede de la Encomienda de la Orden de Santiago |
Así, para afirmar dónde nació Jorge Manrique, hay que empezar negando la supuesta adscripción del poeta, por nacimiento, a la villa palentina de Paredes de Nava. Y éste es el estado de la cuestión. Pues nos encontramos con la obligación de desmontar como un castillo de naipes, edificado con los materiales de lo que Serrano de Haro, uno de los estudiosos más profundos del poeta, ha llamado una piadosa tradición, que él no comparte, es verdad, pero mostrándose muy respetuoso con los defensores de un Jorge Manrique paredeño (Serrano de Haro, A.: Personalidad y destino de Jorge Manrique. Gredos, Madrid. 1966, pp. 50-55).
La piedra donde más veces tropiezan, sin embargo, los partidarios de que Jorge Manrique naciese en Paredes de Nava está en un documento que, precisamente, no hace al caso, por cuanto nada dice del asunto que nos ocupa y que, por contra, tiene los datos necesarios para caer en un error enquistado en las buenas gentes de aquella hermosa villa palentina, emparentada, claro está, con la familia Manrique. En sus párrafos pertinentes, el dicho documento que es una carta de poder afirma lo siguiente:
“Sepan cuantos esta carta de poder vieren cómo nos, el concejo y alcaldes y hombres buenos y regidores y oficiales de la Villa de Paredes de Nava... conocemos y otorgamos y damos todo nuestro poder cumplido... a Ferrand Gonzálvez de Mayorga y a Francisco Ferrández de Paredes... para que por nos y en nuestro nombre y por todos los vecinos... parezcan ante el señor Rodrigo Manrique, comendador de Segura, e hijo del señor Adelantado Pedro Manrique, que Dios haya, sobre razón del señorío de esta dicha villa... y para que sobre ello por nos y en nuestro nombre... puedan recibir y reciban por señor de esta dicha villa y vecinos de esta al dicho Rodrigo Manrique...” (Texto íntegro, fotocopia y transcripción en mi libro Cartas de Don Rodrigo Manrique a su hijo Don Jorge. Diputación de Albacete, 2001, pp. 155-58).
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Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava (Palencia) |
Y, como esta carta de poder está fechada a 23 de septiembre de 1440, ya tenemos los dos ingredientes necesarios para el error tan largamente extendido, esto es, que Jorge Manrique nació en 1440, justamente, y en Paredes de Nava sin discusión alguna. Pero ese texto anterior podemos leerlo hasta cien veces al día, aprenderlo de memoria o traducirlo a varios idiomas. Lo que no conseguiremos es que valga como prueba de que Jorge Manrique tuviera que nacer en Paredes de Nava, cuestión que ni siquiera plantea. Y creer lo contrario sería un artículo de fe, de una fe demasiado crédula, mera fiducia.
Por otra parte, y desde la Crónica del Halconero de Juan II, no es lícito afirmar que Doña Mencía de Figueroa, madre del poeta, estuviese en Paredes de Nava en la fecha antes escrita, pues tampoco estaba Don Rodrigo, su marido (de ahí que los paredeños manden representantes suyos a Segura de la Sierra para rendir homenaje a su nuevo señor, según se indica en el documento anterior). Y ni siquiera Doña Mencía estuvo en Valladolid, cuando Don Rodrigo asistió a las bodas de Don Enrique de Castilla y Doña Blanca de Navarra, pues no figura en la relación de invitados, siendo como era mujer de Don Rodrigo, que sí figura (Carrillo, P.: Crónica del Halconero de Juan II. Espasa-Calpe, Madrid, 1946, p. 344) y hermana de Lorenzo Suárez de Figueroa, I Conde Feria (Montero, R.M.: Nobleza y sociedad en Castilla / el linaje Manrique, siglos XIV-XV. Gráficas Pinares, Madrid, 1996, pp 61-62). Es más, aunque hubiese sido invitada, por su relevante situación familiar, habría tenido que renunciar, pues la boda no se concertó antes del mes de julio (Crónica..., p. 343), por lo que Doña Mencía estaría embarazada de siete meses y con unos setecientos kilómetros por delante, haciéndolos en jamuga o en carreta, acaso en andas, como la reina de Navarra que fue transportada así, de ese modo tan particular, a dichas bodas “por cuanto era mujer gruesa y no podía venir en mula” (Crónica... pp. 343 y 345).
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Fachada de la casa natal de Jorge Manrique en Segura de la Sierra con el escudo de la familia de los Figueroa sobre el dintel de la puerta |
Un viaje de locura, si alguien pretendiese que Doña Mencía estuviera en 1440 por los alrededores de Paredes de Nava, fecha y lugar que se necesitan mutuamente, los dos errores juntos, pues son los únicos extremos que se barajan y utilizan de forma gratuita en la citada carta de poderes, para que Don Jorge naciese en la mencionada villa palentina.
En esta búsqueda metódica del lugar de nacimiento de nuestro poeta, nos encontramos, además, con una confesión harto elocuente de un cronista oficial de Paredes de Nava en estos términos: “Aunque la primera edad de estos hermanos [los Manrique, hijos de Don Rodrigo] me es desconocida...” (Cardeñoso, L.: Reseña histórica de la villa de Paredes de Nava. Imprenta de El Día de Palencia, Palencia, 1926, p. 147). Por supuesto que, diez páginas después, el padre Cardeñoso se deshace en elogios merecidos de las coplas de Don Jorge, aunque trastoca el orden de su nacimiento y de sus hermanos, cuestión en la que no todos los autores están de acuerdo. Por nuestra parte, y a este respecto, consideramos que Don Jorge fue el segundo, ya que no hay duda de que Don Pedro fue el primero, pues él hereda el Condado de Paredes (Salazar y Castro, L.: Historia de la Casa de Lara, Lib. X, p. 367) y sólo los dos, él y Don Jorge, se citan en las Relaciones de Felipe II, cuestión 38 de las referidas a Beas de Segura y que más adelante veremos como la prueba definitiva del lugar de nacimiento que buscamos. Y no cabe alterar el orden de nacimiento de los dos hermanos, por cuanto sus padres, Don Rodrigo y Doña Mencía, acordaron matrimonio en 1432 (Montero, R.M.: Nobleza y sociedad..., p. 61).
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Escudo nobiliario de los Manrique de Lara |
Cabría también, en este buscar primero y a fondo perdido, tener en cuenta los dictámenes que pudieran darnos los estudiosos más conspicuos de Jorge Manrique. Así, Don Augusto Cortina, que publicó su tesis doctoral sobre Jorge Manrique en 1929, reeditada por Espasa-Calpe, colección Austral, en 1981, a lo más que llega y sin fundamento es a decir en la página 17 la frase siguiente: “Jorge Manrique nació, probablemente, en Paredes de Nava, hacia 1440”. La inseguridad de este experto en Manrique, en cuanto a su lugar de nacimiento, no resiste el menor comentario. Y, todavía en este camino hacia ninguna parte, recordamos al embajador de España Don Antonio Serrano de Haro, pues, aunque no se atreve a fijar un lugar exacto para que naciera Jorge Manrique, sin embargo, en una entrevista que concedió al diario Jaén, publicada el 30 de septiembre de 1978, hace alarde de una cautela extrema, por cuanto afirma que “... Segura de la Sierra, donde posiblemente nació el poeta y donde, sin duda, transcurrió su infancia...” Como se ve, estos autores, los más esperados, Cardeñoso, Cortina y Serrano de Haro, en principio pueden ser de nuestro bando, por cuanto que ninguno pone el lugar de nacimiento de Jorge Manrique, a falta de pruebas, en la localidad palentina de Paredes de Nava.
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Representación de Jorge Manrique |
Pero tenemos que dar un paso definitivo, ir más allá de la negación escueta porque, de suyo, es destructora y para encontrarnos con las frases más luminosas y rotundas, incontrovertibles por su expresión inequívoca y donde, al fin, podemos leer cuantos datos son precisos a la hora de fijar el nacimiento de Jorge Manrique. Esto es, veamos si concurren el nombre de un lugar preciso, unos padres conocidos, unos testigos y quien tenga capacidad para dar fe de cuanto haya sucedido. Nada más aconsejable, entonces, que leer el contenido de una fuente que ha sido tantas veces olvidada, y que nos ahorra continuar con el peso de alguna leyenda. Ésta es la historia, éste es el texto:
“BEAS DE SEGURA. Figueroas. En la dicha villa es un linaje muy antiguo, descendientes de caballeros hijosdalgo y señores, como fueron el maestre de Santiago Don Lorencio Juárez de Figueroa y Don Lorencio Juárez de Figueroa, comendador mayor de Castilla, quien tuvo por hijo a Gómez Juárez de Figueroa... comendador de la encomienda de Dos Varrios, junto a Ocaña... Fue hijo de éste Sebastián de Figueroa... al cual envió el dicho comendador su padre a vivir con Don Rodrigo Manrique, maestre de Santiago, por razón de que Doña Mencía de Figueroa, mujer del dicho maestre, era su parienta. Y así, haciéndolo deudo el dicho maestre y Don Jorge y Don Pedro, sus hijos... hiciéronle... capitán de caballos en esta frontera, y estuvo siempre defendiéndola hasta tanto que ganaron la ciudad de Huéscar de los moros...” [6-XI-1434. Crónica..., pp. 166-174]. (Relaciones de Felipe II. Beas de Segura [Jaén], cuestión 38).
Así, ya tenemos:
- El nombre de un recién nacido: Jorge Manrique.
- Nombre de los padres: Don Rodrigo y Doña Mencía.
- Fecha de nacimiento: hacia el segundo semestre de 1434 (contando con la fecha de la boda de los padres [1432] y el nacimiento de su hermano mayor, Don Pedro).
- Lugar de nacimiento: Segura de la Sierra, Jaén, a donde es enviado el caballero Sebastián de Figueroa desde Beas de Segura, lugar, por tanto, donde no pudo nacer Don Jorge. Ni es lícito pensar que lo hiciera en Siles, de la misma encomienda de Segura de la Sierra, por cuanto lo desmiente un documento como éste: “... e por algunas traviesas que el escudero savía, pósolo en saluo en la dicha villa de Siles, donde avía dexado la otra gente de su capitanía...”. Se trata aquí de cómo el mariscal de Juan II, Diego Fernández, huye, en la refriega de Hornos, de Don Rodrigo Manrique y se refugia en Siles, donde, claro está, no tendría su residencia el comendador (Crónica..., p. 481).
- Testigos: Rodrigo Moya, Bartolomé González de Cazorla y Cristóbal Juárez de Figueroa.
- Escribano: Pedro Gómez Machado (ver las Relaciones de Felipe II. Beas de Segura).
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D. Domingo Henares. (foto La Voz Albacete) |
Nada más dicen los certificados de nacimiento en las oficinas del Registro Civil de nuestro tiempo. Y ésta es la verdadera partida de nacimiento que reclaman los paredeños, aunque sólo sea cuando alguien pone en cuestión su creencia infundada acerca de la patria chica de Don Jorge. Sin caer en la cuenta, hasta entonces, de que son ellos los que carecen de la documentación exigida y que, como hemos observado, sí obra en las Relaciones de Felipe II y a favor de Segura de la Sierra, Jaén, como la cuna ya indiscutible de Jorge Manrique.
Domingo Henares. Profesor
Todo pueblo muestra, como forma de identidad, su actividad musical a lo largo del tiempo. Puente de Génave no es una excepción y ha tenido una larga trayectoria en esta manifestación artística, que ya ha sido abordada en otros artículos en este Blog, pero que ahora es tratada y repasada su evolución en este artículo de José Carlos González publicado allá por el año 2000 en el libro de fiestas de nuestro pueblo.
TRADICIÓN MUSICAL EN PUENTE DE GÉNAVE.
Si de algo puede jactarse y presumir Puente de Génave es el estado tan dulce por el que atraviesa el mundo de la música, que se constituye en uno de sus grandes embajadores y también en estandarte de puertas hacia fuera. Pero para explicar porque la localidad vive un gran momento musical es preciso remontar por los senderos de la historia, bucear en su historia para cerciorarnos de que aquí ha habido una enorme tradición musical, por lo que sus habitantes han recogido una de sus grandes herencias y así de paso se han enaltecido una de sus grandes costumbres que pueden definir la idiosincrasia de una comunidad como lo es Puente de Génave.
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Jose Carlos González Sánchez (a la izda.) |
En los años 40, floreció el grupo de pulso y púa denominado Los Mariachis, conformado por nombres tan ilustres como José Villalba, Nicasio, Julián, Antonio, Faustino Serrano…., cuyas andanzas musicales todavía se bailan en los rincones más recónditos del alma y de la memoria. Iremos aún más atrás y rescataremos aquellas disputas musicales entre dos bandos, los de este lao, contra los de aquel lao, facciones que empleaban unos instrumentos tan peculiares como los peines con papel de fumar, haciendo vibrar el papel de fumar con las púas de los peines, a través de continuos soplidos. Y decimos que se organizaban batallas, porque tras los conciertos se originaban enfrentamientos de pedradas. Les podemos contar que el líder de los de este lao era Santiaguete. Sucedía esto por la época de la postguerra.
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Integrantes de Los Mariachis |
Pero Los Mariachis ganaron, junto con la asociación de Coros y Danzas Femenino un certamen provincial de corales junto con Villarrodrigo en el año 1957. La fase regional se celebró en el antiguo Cine Mari Paz. Por aquellas fechas eran sonados aquellos bailes verbeneros celebrados en el Bar Nacional, regentado por Gregorio Solano. Tanto Los Mariachis como la Asociación Coral Femenina se disolvieron a finales de los años 60, principalmente por la emigración que asoló a Puente de Génave, quedando como vestigio, la Coral Parroquial.
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Coros y Danzas de la Secc. Femenina. 1957 |
En los años 60 fueron prolíficos los concursos de bailes regionales con los escolares en los terrenos de la fábrica de aceite de los hermanos Ortega Lara. También llegaron a organizarse concursos de trajes regionales donde participaron niños, niñas y mayores. Unos trajes diseñados en lo más profundo y autóctono de la sierra de Segura, concretamente en la antigua fábrica de telares de Santiago-Pontones, confeccionados con lana de oveja segureña. Por aquel entonces, en las fiestas patronales de San Isidro Labrador, los entrañables Pizarrines de Génave se encargaban de animar las fiestas y alojándose en casas particulares.
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Componentes de Los Pizarrines de Génave |
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Agrupación Musical San Isidro Labrador |
Y hoy en día, Puente de Génave vive un gran esplendor musical con una banda de música que integra a unos 60 chavales y que está supervisada por la Agrupación Musical presidida por Francisco Luna, una coral polifónica que da nombre a un histórico Faustino Serrano, que se gestó por el triángulo conformado por él mismo, Alicia Serrano y el profesor de música Miguel Angel Cano, quienes también crearon la banda de niños La Tribu de Don Chin Pun. La Coral hace las delicias con recitales en la provincia y fuera de ella, y cuenta con un disco editado con título Jericó. Y por si fuera esto poco, está el ritmo juvenil que pone en sus actuaciones Bumeran, que sonará en muchas fiestas patronales de localidades próximas.
José Carlos González.
Insistiendo en el artículo publicado recientemente en el que se argumentaba sobre la veracidad de situar el nacimiento del destacado poeta del medievo español, Jorge Manrique, en la localidad de nuestra comarca Segura de la Sierra, volvemos a recoger más explicaciones y argumentos en el escrito del destacado historiador de nuestras tierras D. Genaro Navarro, quien realiza, en el siguiente artículo, una minuciosa explicación de las razones que le permiten asegurar que dicho poeta no nació en la localidad palentina de Paredes de Nava, como aseguran algunos, y si lo hizo en nuestra comarca, en Segura de la Sierra, que fue el lugar de residencia familiar y donde realizó muchas de sus extraordinarias composiciones literarias.
SEGURA DE LA SIERRA, LUGAR DE NACIMIENTO DE JORGE MANRIQUE.
Ni los hechos y convulsiones internas que agitan a Castilla durante los reinados de Juan II y Enrique IV, época de transición en la que vivieron los Manrique y que presagia ya el Renacimiento, ni el refinado ambiente intelectual característico de aquella sociedad, en la que este noble linaje ganó tanta fama y gloria a través de las armas y las letras, ni aun siquiera la figura y personalidad de don Jorge y la suprema belleza de las Coplas a la Muerte del Maestre de Santiago, «maravilla literaria, tan única en la literatura como el Cantar del Cid o el Quijote», mueven hoy nuestro interés, estrictamente ceñido a espigar en campo ajeno datos y noticias sobre las que sustentar la tesis del posible nacimiento del gran poeta en Segura de la Sierra.
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Placas conmemorativa a Genaro Navarro en Segura de la Sierra |
A este propósito hemos consultado la «Antología de los Manrique», de Joaquín de Entrambasaguas, la «Crónica del Halconero», de Juan II, el prólogo de Augusto Cortina a la Obra Completa de Jorge Manrique, y, sobre todo, son de inapreciable valor los materiales acopiados por Antonio Serrano de Haro, escritor y diplomático vinculado afectivamente a la tierra jaenera, en su libro «Personalidad y destino de Jorge Manrique», libro admirable en el que con rigor histórico, seriedad de investigador y amplia erudición y dignidad de estilo, ha llevado a cabo una investigación tan profunda y minuciosa de la vida y obra del célebre poeta y guerrero, que, como ha escrito Vázquez Dodero, sus páginas «son el fruto de un trabajo tenaz, realizado con alma ecuánime y con mente clara, apasionada por la verdad». El ambiente histórico-político en que crece don Jorge, la mentalidad de la época, con sus altos ideales caballerescos, la vida privada, el círculo familiar, el lugar de nacimiento... nada se sustrae a la aguda pesquisa y examen crítico de Serrano de Haro.
Pero ciñéndonos, como hemos enunciado, al punto concreto del lugar de nacimiento de don Jorge, partimos de la autorizada opinión de Serrano de Haro quien, sin establecerlo de manera rotunda y categórica, más bien parece inclinarse por señalar la cuna del poeta en Segura de la Sierra, ya que como literalmente escribe «no está, en efecto, nada claro que fuera Paredes de Nava», si bien, en tanto no aparezcan datos definitivos, prefiere mantener viva la ilusión local de la villa palentina, que no tiene más fundamento histórico que haber ostentado su padre el título de Conde de Nava.
En cambio, como el propio autor afirma, hasta 1440, en que por herencia de su padre no adquirió don Rodrigo el señorío de Paredes de Nava, no hay motivo alguno para pensar que fijara en este lugar su domicilio. Hasta esta fecha lo que sí parece evidente y claro es la presencia y permanencia del Maestre, en Segura de la Sierra, de la que fue Comendador ya, desde la adolescencia. Segura de la Sierra es frontera con el Reino moro de Granada, y hemos de ver más adelante, cómo los más resonantes hechos de armas del Maestre tienen por escenario aquellas ásperas montañas. Es el mismo don Rodrigo, en su testamento, quien dice: «yo gasté allí lo más de mi tiempo según los trabajos en que anduve». Abundando en este orden de consideraciones y como dato significativo de la asidua presencia de D. Rodrigo en la tierra segureña, hace referencia Serrano de Haro al testamento de D. Pedro, primogénito de D. Rodrigo, ordenando el traslado a Uclés de los restos de su madre y hermanos, sepultados en la ermita de Santa María de la Peña, cerca de Segura, en la frontera de los moros, por el temor de que éstos, en tiempo de guerra, pudieran llevarse los amados restos familiares, lleva esto a la conclusión lógica, a la que desde luego nos adherimos, de que el verdadero hogar de D. Rodrigo Manrique, al menos durante su primer matrimonio, fue Segura de la Sierra, donde sus hijos y su mujer murieron y fueron enterrados, siendo lo normal que los miembros de una familia vengan al mundo en el lugar habitual de su residencia y sea éste también en el que entreguen su alma a Dios.
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Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava |
Por todo ello, y algunas otras razones, tales como la presencia de la familia del Maestre, buscando la protección durante sus ausencias, en las fortalezas de sus parientes en el vecino reino de Murcia, limítrofe del de Segura, termina Antonio Serrano de Haro, evocando «largas soledades de la familia, aislada en Segura, con el temor a infiltraciones nocturnas de los moros sin el calor del padre, el fuerte varón. Aún en el caso de que no naciese D. Jorge en Segura, allí se desarrollaría seguramente su infancia». Empero, la ausencia de documentos, impide a Serrano de Haro confirmar categóricamente a Segura de la Sierra como lugar de nacimiento del poeta. Bien se advierte, que investigador tan concienzudo y veraz, no quiere de modo alguno llegar a conclusiones que no tengan fehaciente probanza, más el análisis objetivo de los factores enunciados, inclina la balanza de posibilidades a favor de Segura de la Sierra, juicio que vamos a intentar robustecer con el examen de otros antecedentes y hechos de gran significación y relieve.
Es una realidad indiscutible que, Jorge Manrique y aun su propio padre, no han tenido biógrafos. Cronistas e historiadores han narrado hasta la saciedad las virtudes militares riel padre y consagrado la fama literaria del hijo, pero en esa ingente bibliografía, ni el interés personal, ni el autor de la creación literaria, han merecido atención y de ahí los escasos datos que poseemos.
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Segura de la Sierra |
Una vez más, el brillo y el renombre del poeta, han oscurecido al hombre, y desde nuestra modestia, intentamos desvanecer las sombras que sobre el lugar de su nacimiento envuelven a la egregia figura. La ilustre estirpe de los Manrique pudo ser originaria de la Tierra de Campos, aunque su casa solariega no radicase precisamente en Paredes de Nava, sino en Carrión de los Condes, pero su afincamiento lo fue en tierras de la Encomienda de Segura, y en ellas tuvieron lugar la mayor y más importante parte de sus empresas y hazañas, y así, D. Rodrigo, que había nacido en 1406, a los doce años se cruza Caballero del Hábito de Santiago y muy poco tiempo después es Comendador de la Orden. En 1428, aparece pleiteando con el Concejo y vecinos de Segura, por haberle negado la posada debida a los Comendadores, y en 1434, «el segundo Cid», ya famoso por sus notables hechos de armas, logra la rendición de la plaza mora de Huesear, en la frontera segureña, cubriéndose de gloria y recibiendo del rey Juan II, trescientos vasallos solariegos en tierras de Alcaraz y veinte mil maravedíes de juro de heredad. En 1456 toma para el rey Enrique IV la importante plaza de Jimena, en tierras del Santo Reino de Jaén.
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Monumento a Jorge Manrique en Segura de la Sierra |
Antes, el 3 de mayo de 1439, el infante D. Enrique de Aragón, le otorgó poder para que continuase en la posesión «en que él había estado y estaba, del Maestrazgo de Santiago, e de las villas e logares e castillos e vasallos de dicho Maestrazgo», y días después, el 18 de los mismos mes y año, el Comendador de Segura, con el de la vecina Caravaca, alzaba la villa de Ocaña por el Infante, al que acompañó con ciento cincuenta rocines en marzo de 1440, en su entrada en Toledo contra la expresa prohibición del rey D. Juan. Cuando la nobleza, con el rey de Navarra y el infante D. Enrique, fueron vencidos en la batalla de Olmedo (19 de mayo de 1445), en la que murió el Infante, el rey D. Juan hizo nombrar en Ávila, Maestre de Santiago, al Condestable D. Álvaro de Luna, concurriendo a la elección todos los Comendadores de la Orden, excepto el de Segura, D. Rodrigo, que se alzó contra el nombramiento por ver mermados sus derechos al Maestrazgo para el que había sido nombrado por el rey de Aragón de acuerdo con el Papa.
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Posesiones de la Orden de Santiago |
Entonces, para reducir al Comendador de Segura, el rey envió una numerosa hueste, que al mando de D. García Lope de Cárdenas y del mariscal Diego Fernández, señor de Baena, tomaron la fortaleza y lugares de D. Rodrigo, en la Encomienda de Segura, excepto la de Hornos, en la que por medio de una ingeniosa estratagema infligió gran descalabro al mariscal, quien por verdadero azar salvó la vida, refugiándose en la villa de Siles. En febrero de 1448, parte D. Rodrigo de Segura, confiando la fortaleza a su hermano D. Fadrique, en socorro de la ciudad de Murcia, acosada por las tropas del rey, y meses después, en agosto de 1449. D. Fadrique, con diez mil hombres de a pie y a caballo, levanta el cerco que a Montiel tenían puesto las tropas de la corona, y en el que se encontraba sitiado D. Rodrigo. Por último, hemos de anotar que en la primera campaña de Enrique IV contra el reino de Granada, en 1455, entre los Capitanes del rey figura D. Rodrigo. También, como muestra de poder sobre estas tierras, en el aledaño campo de Montiel, se encuentra el pueblo actualmente llamado Villamanrique, antes Belmontejo, que cambió su nombre por gratitud hacia D. Rodrigo, que le había eximido de la jurisdicción de la Torre de Juan Abad, igualando el caso de Villarrodrigo, ante Albaladexo, que recibió el título de villa y el nombre del señor Maestre de la Orden de Santiago.
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Emblema de la Orden de Santiago |
Con estos y otros datos, que por no ser prolijos omitimos, hemos querido, dejar constancia de la asidua presencia de D. Rodrigo desde su adolescencia hasta las vísperas de su muerte, en la Encomienda de Segura, la más importante de la Orden de Santiago, cuyos confines se extienden hasta Alcaraz, el reino de Murcia, las tierras del Condestable D, Miguel Lucas de Iranzo, en el reino de Jaén, el Campo de Calatrava y el reino moro de Granada, por Huescar, conquistada por D. Rodrigo, en la línea fronteriza. «Dentro de esta extensa área montuosa —escribe Serrano de Haro— D. Rodrigo aprieta bien la hueste familiar asignando a sus hijos, Jorge y Rodrigo, las Encomiendas limítrofes de Montizón y Yeste y confiando al primogénito D. Pedro, cuando obtiene el Maestrazgo, la capital del pequeño reino de Segura.
«Mueren los componentes de una familia en el lugar que habitan y es éste donde nacen los hijos».
Otras presunciones, de no inferior valor indiciario, para poner de manifiesto el arraigo de la familia Manrique en Segura de la Sierra y el transcurso en ella de la mayor parte de su vida, son las que se refieren a su hacienda y bienes de fortuna. Lo normal siempre ha sido, y continúa siendo, que las familias tengan su asiento donde radican sus bienes, y éstos, en lo que al clan de los Manrique atañe, los suministra principalmente la Encomienda de Segura de la Sierra, la más rica de la Orden de Santiago, cuya principal fuente de ingresos la constituían los pastos, la madera y la caza. Pingües ingresos, siempre insuficientes empero, para cubrir los gastos del Maestre: el estado de Caballero, el brillo de la honra militar y la situación social de la nobleza, imponían cuantiosos dispendios y ostentaciones.
La vigilancia constante de las fronteras y el continuo batallar en que transcurrió la vida de D. Rodrigo, supone una empresa de gran importancia económica, habiéndose visto en múltiples ocasiones al frente de más de trescientos caballos. Vivió por esta causa en continuas dificultades económicas, sin que en nada las atenuase el Mayorazgo de Paredes, de muy menguados recursos, que no lo poseyó hasta 1440, y ello por poco tiempo, ya que lo perdió en 1445, después de la batalla de Olmedo, y no volvió a recobrarlo definitivamente hasta 1465. Esta presencia y ausencia sucesivas del Mayorazgo de Paredes de Nava, en el patrimonio de D. Rodrigo, hace necesariamente pensar en que no debió tener importancia para su economía. Lo importante para D. Rodrigo, lo mismo que para su hijo D. Jorge, es el decoro y brillo de su linaje y el servicio de la guerra, aunque ello comportase grandes y permanentes agobios económicos, y no es por tanto extraño que, por esta liberalidad y derroche, al ordenar su última voluntad se vea obligado a disponer el pago de las deudas contraídas en tierras de Segura y de Montiel «donde gastó lo más de su tiempo».
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Carta de otorgamiento de Segura de la Sierra a la Orden de Santiago |
Resumiendo, cuando antecede, podemos establecer las siguientes conclusiones:
- Que D. Rodrigo Manrique, en 1418, a los doce años de edad, se cruza Caballero del Hábito de Santiago y es Comendador de la Orden en Segura de la Sierra, con cuyo Concejo aparece pleiteando en 1428.
- Que, a lo largo de toda su vida, la mayor parte de sus empresas militares tienen lugar en la frontera de Segura con los moros de Granada.
- Que, en el territorio de esta Encomienda, es donde radica la fuente más importante de sus rentas e ingresos.
- Que es entre los vasallos de este feudo, donde hace sus levas.
- Que el Señorío de Paredes de Nava, no lo recibe hasta 1440 cuando ya, según algunos autores, había nacido don Jorge, y aun suponiendo que el nacimiento tuviese lugar en la primera mitad de este mismo año, como afirman otros, se hace difícil pensar en el desplazamiento de doña Mencía, su madre, en estado de buena esperanza, desde la comarca de Segura hasta las distantes tierras de Paredes de Nava dejándose tres hijos de corta edad, siendo el mayor don Pedro de cinco años; al tiempo que no es lógico enviar a su esposa al centro de poder del rey castellano Juan II, con el que D. Rodrigo estaba enfrentado.
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Mausoleo de Juan II de Castilla |
Si don Rodrigo no fue señor de Paredes hasta después de la muerte de su padre, acaecida en 21 de septiembre de 1440, y si hasta entonces —advierte Serrano de Haro— no hay ningún motivo para suponer que fijara en Paredes su domicilio conyugal, y además «en vida de la madre no consta que la familia viajara», no será arbitrario pensar que otro lugar distinto de Paredes pudo ser el del nacimiento del inolvidable lírico, pues si éste acaeció en 1439 o en la primera mitad de 1440, y su padre no heredó el Señorío hasta el último tercio de este año, la conclusión apuntada se desprende por sí misma. Harta razón asiste, pues, a Serrano de Haro, cuando afirma, con referencia a la cuna del poeta, que «no está, en efecto, nada claro que fuera Paredes de Nava», y para añadir, comentando el traslado de los restos familiares desde Segura, «que no cabe más elocuente dato que éste para probar que el verdadero hogar de don Rodrigo Manrique en el período de su primer matrimonio fue Segura de la Sierra».
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Casa natal de Jorge Manrique |
Por lo que respecta a doña Mencía, primera esposa de don Rodrigo y madre del poeta, aún persisten en Segura de la Sierra en pobre estado de conservación, algunas nobles piedras presididas por el escudo de armas de los Figueroa, señalando el solar de sus mayores y el lugar que le prestó amparo en su infancia y de donde salió para unir su vida a la azarosa de don Rodrigo Manrique.No debe tampoco olvidarse que doña Mencía de Figueroa, aquella de la que nunca se supo que abandonara el hogar familiar, nació, vivió y murió en Segura de la Sierra, y allí, en la ermita de Nuestra Señora de la Peña, fue enterrada con algunos de sus hijos, hasta que en 1481 el primogénito don Pedro ordenó el traslado de los restos al Convento de Uclés, donde ya les aguardaban los de su esposo, el Maestre, y su hijo don Jorge, muerto este último, como se sabe, en el asalto del Castillo de Garcimuñoz, en 1479.
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Escudo de los Figueroa en Segura de la Sierra |
Al no existir dato que autorice fijar el nacimiento en Paredes de Nava, otro puede ser su lugar de origen, y en ninguno concurre, como ocurre en Segura de la Sierra, tal cúmulo de circunstancias que permiten señalarlo como patria chica del poeta. Cierto que tampoco en esta villa existen documentos fidedignos, mas téngase en cuenta que el archivo y la villa misma fueron reducidos a un montón de cenizas durante la invasión francesa, pero de todos modos valor de testimonio vivo tienen, esas nobles piedras, a las que acaba de hacerse alusión.
Por estos motivos, y porque en todo caso allí transcurrió la infancia del poeta, ha sido fácil a Serrano de Hato imaginar a don Rodrigo rodeado de hijos, familiares y criados, contando y comentando aventuras y lances de la guerra, «ante la gran fogata con que atenuarían las noches heladas de Segura», montear en las escabrosidades y «riscos de Segura, bien provistos de jabalíes, venados y lobos», o verlo en la iglesia parroquial ante la imagen de Nuestra Señora de la Peña «iniciarse en la piedad de la mano de su madre». «Sería ella, como señora de la región, quien se ocuparía de que el templo estuviera atendido». También hincaría su rodilla ante la imagen de Santiago en la capilla del Castillo. «La fortaleza de Segura, avizora de los caminos de Granada, era una fortaleza de fe», y allí se inició y forjó el sentimiento religioso de Jorge Manrique. Este mismo sentimiento religioso lleva posteriormente al poeta a incluir en su poesía amorosa unos piadosos versos a la pasión de San Vicente Mártir, cuya imagen quedaría fijada en su retina ante el retablo dedicado a este Santo en la ermita que, para conmemorar la conquista de Segura, el día de San Vicente Mártir de 1212, por los Caballeros santiaguistas, se erigió en el contiguo cerro que todavía se llama de San Vicente.
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Localización de las Ermita de San Vicente Mártir en Segura de la Sierra |
El ejercicio de la Caballería, consustancial con la nobleza, era el más considerado, y don Jorge, formado a la sombra de su padre hizo honor a la tradición familiar, siguiendo el oficio de las armas.
Vamos, pues, a situarlo ante los acontecimientos bélicos en que participó, para que podamos ver cómo, al igual que su padre, las empresas y expediciones militares en que participó, tienen por escenario la frontera militar con el reino de Granada, de las que no suele alejarse, como no sea para intervenir en las escaramuzas y banderías de la nobleza.
Vivió sobre las armas, pero casi siempre acompañando a su padre en sus campañas, o patrullando los campos de la Mancha durante las discordias civiles. Así, ayuda a don Rodrigo a rendir la fortaleza de Alcaraz, sometiendo definitivamente el Marquesado de Villena a la Corona. Pelea también brillantemente a su lado en las conquistas de Uclés y de Ocaña. Muerto don Rodrigo, cae prisionero en Baeza al intentar tomar la plaza, pero ahora también lucha, como siempre, formando parte de la confederación familiar de los Manrique, al servicio de sus parientes y aliados, los Benavides. Esta misma motivación es la que le lleva a sostener los derechos de su primo don Alvaro de Estúñiga, al Priorato de San Juan, usurpado por don Juan de Valenzuela, a quien venció con fuerzas numéricamente muy inferiores cerca de Ajofrín. La influencia y personalidad de don Rodrigo Manrique, transcienden de su feudo de Segura de la Sierra, dejándose sentir en las Encomiendas limítrofes de Yeste —poseída por su hijo don Pedro—, en la de Montizón, de la que es Comendador don Jorge; la de Caravaca e incluso en el Reino de Murcia, donde imperan los Fajardo, sus parientes y aliados.
Fortaleza de Alcaraz |
El estado de Caballero es un alto honor que comporta arduas obligaciones, pero si se trata de tan claro linaje, como el de los Manrique, la gloria, la honra y el heroico esfuerzo se sostienen sobre una continua sucesión de hazañas, que por nada ni por nadie deberán ser superadas. Como el teatro de las luchas de los Manrique es la inquieta frontera de Segura, porque la defensa de la fe de Cristo y la reconquista del territorio nacional es la gran tarea que incumbe a don Rodrigo, allí monta la guardia a lo largo de su vida, y para que ésta sea más efectiva y prevenir posibles riesgos, por medio de alianzas y lazos de sangre, extiende su actividad a otros dominios y desde luego a la Encomienda de Montizón, en el punto de sutura entre Sierra Morena con Sierra Segura, y es por ello por lo que Montizón viene a ser como una pieza en el dispositivo militar de la limítrofe Encomienda de Segura, y don Jorge, un Capitán del Maestre, aunque en ocasiones se vea forzado a intervenir en las pugnas señoriales, en una de las cuales sería mortalmente herido ante los muros del Castillo de Garcimuñoz. La única ciudad a la que estuvo vinculado por su matrimonio, y porque entonces era el centro político de España, fue Toledo, pero aparte de estas esporádicas ausencias de Montizón, no se encuentra mención de su presencia y de contacto alguno con la Tierra de Campos, aunque le perteneciesen las tercias de Villafruela.
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Castillo de Garcimuñoz |
A la vista de estos datos, y considerando que, de la opinión de los autores, y entre ellos, la muy autorizada de Serrano de Haro, se viene a la consecuencia de que no hay motivos para señalar Paredes de Nava como lugar de nacimiento de Jorge Manrique, lógicamente se desprende que otro lugar hubo de serlo, y es indudable que en ningún otro concurren las circunstancias que señalan a Segura de la Sierra como cuna del poeta. En lo sucesivo, sería ya imperdonable que a Jorge Manrique no se le incluya en el repertorio de grandes poetas españoles que nacieron o vivieron en lo que actualmente es provincia de Jaén.
Genaro Navarro.
Nuestro pueblo conserva muchos rincones, lugares y parajes que guardan extraordinaria belleza, al tiempo que son emblema y divisa de la singularidad de nuestro pueblo y orgullo de su tradición y sus gentes. Pero hay otros que no han logrado perdurar en el tiempo, como es el caso de la añorada Fuente Vieja, que para los puenteñ@s era algo más que una simple fuente donde calmar la sed. En el siguiente artículo, Pedro Ruiz Avilés, hace una perfecta loa a este emblemático lugar al tiempo que intenta reivindicar su futura rehabilitación por las autoridades locales, sentimiento al que se suman todos los puenteñ@s, para conseguir que la Fuente Vieja deje de ser un recuerdo para volver a ser una realidad.
BEBER AGUA FRESQUITA
“Lleváronse tus hadas
El lino de tus sueños
Esta la fuente muda
Y está marchito el huerto
Solo quedan lágrimas
Para llorar…¡No hay que llorar!”
(Antonio Machado, muerto de añoranza en el exilio en Colliure –Francia-)
Antes de que el agua potable de Los Prados de San Blas llegase a nuestros domicilios existían en nuestro pueblo media docena de fuentes: la mitad de uso mixto para consumo humano y para abrevar las bestias, y la otra mitad para exclusivo consumo humano. Pero indudablemente la más recordada por los que ya somos mayores es la Fuente Vieja*.
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Ultimo aspecto de la Fuente Vieja |
Enclavada entonces en los confines del pueblo. Se accedía a ella por varios caminos del pueblo: un caminillo terrero que partía de la carretera N-322 y dejaba a su derecha una huertecita con una higuera y chopos y álamos del arroyo Peñolite; una segunda que dejaba atrás la carretera, se adentraba en los llanos de La Vicaría y se llegaba a ella por la Vereda o Camino Real pasando un puentecillo; y la tercera que traspasaba los corrales de la calle del arroyo, y al lado, junto al citado puente, se hallaba el manantial. Justo en la confluencia del nombrado arroyo Peñolite con el de Las Canales o Canalejas.
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Puente que daba acceso a la Fuente Vieja |
Nuestra Fuente Vieja sirvió durante más de dos milenios como un espacio de descanso, concentración y lugar de abrevadero de viajeros, caminantes, trajimanes, partidas y ejércitos de diversa clase y condición, viajando desde las “Andalucías” a Murcia, Cartagena, Valencia o Tarragona. Su ubicación estratégica próxima a uno de los vados más importantes para el paso, en especial en invierno, del entonces más caudaloso río Guadalimar a través del Puente Viejo, por las calles Nueva y del Arroyo que forman parte de la Vía o Camino Real que enlazaba Levante con Andalucía y viceversa, la convertía en ineludible parada.
Por ejemplo, y según cuenta el historiador Plinio, acamparon en los llanos, y bebieron pues de su agua, los caudillos cartagineses Asdrúbal y el gran estratega Aníbal, con su ejército y los 38 elefantes guerreros camino de su, al final, fracasado intento de conquista de roma. Como también en su retirada hacia Gades (Cádiz) vencidos, y perseguidos, por Plublio Cornelio Escipión. Este general romano también debió pasar un tiempo (209 a.C.) con sus tropas bebiendo y aprovisionándose de agua de la fuente, ya que estableció un campamento en las cercanías del Arroyo del Ojanco (Los Baños).
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Imagen de la construcción del Puente Viejo |
Con más seguridad pasó, y se avitualló hasta ocho veces, San Juan de la Cruz, mandatado por la madre superiora Santa Teresa de Jesús para fundar los dos conventos carmelitanos de Caravaca (Murcia). Al no poder ésta asistir, obligada a marchar con urgencia a Sevilla.
Igualmente, hicieron parada de ida en la Guerra de la Independencia los ejércitos napoleónicos al mando del mariscal Dupont, y de vuelta tras su humillante derrota por las tropas españolas y sus aliados en Bailén. Y que dejarían cumplidas muestras de venganza quemando pueblos y villas de nuestra bella Sierra de Segura. Y es muy cierto pensar que el general Prim y su amigo el Marqués de Vinent, hicieron el kilómetro que los separaba desde la finca de La Vicaría hasta la fuente para beber el agua fresquita de la Fuente Vieja.
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La Fuente Vieja |
La función hídrica de nuestra fuente no se interrumpió ni en los duros años de “pertinaz sequía” como la llamó un cursi en la postguerra (1939-47), y siguió manando agua, después dotada, ya en los pasados años setenta al remodelarse tras una inundación con sendos grifos en sus caños. Era todo un espectáculo contemplar, en cualquier hora y estación, a recias mujeres con sus cántaros en los ijares, niños con un par de botijos, o caballerías con damajuanas aprovisionándose de agua fresquita.
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Situación de la Fuente Vieja respecto al casco urbano de Puente de Génave |
Desgraciadamente hace unos años, una alevosa tormenta colmó el arroyo Peñolite, y esta vez la riada se llevó por delante la fuente. Un icono e imagen señera del Puente se perdía sin remedio. Pero muchos paisanos no nos resignamos a su pérdida definitiva. Por ello solicito a los representantes en las instituciones municipales que realicen las gestiones oportunas para conseguir devolver al pueblo su icono perdido, procediendo a la rehabilitación de la fuente, y si es posible de su venero, pues hay quien dice que lo destruyó la riada. El lugar que propongo para situarla sería en el parque que se ha habilitado justo enfrente, a la otra orilla del arroyo, creando junto a la escultura al aire libre que resultó premiada de las amapolas, y junto con unos cuantos bancos y árboles para la sombra, crear un espacio placentero para el reposo, conversaciones y charloteos varios. Y todo acompañado de un cartel explicativo, al estilo del existente en nuestro hermoso Salto de San Blas. Urbanitas, tenemos varios, y buenos en el pueblo, es por lo tanto cuestión de buscar financiación y pedirles que presenten una oferta que sea irrechazable. Pues, venga, sin más dilación. ¡manos a la obra!.
Pedro Ruiz Avilés. 2019
(*) Este escrito es un relato-leyenda y, por tanto su contenido puede no ser verdad. O sí.
Como va siendo tradición, en este blog, queremos dar difusión al relato ganador del premio Domingo Henares de Relato Histórico convocado por el Ayuntamiento de Puente de Génave, en este caso en su décima edición, y que recayó en el relato de nuestro amigo Pedro Pablo Cano Henares que se centra a través de una narración histórica sobre diversas escaramuzas y combates entre los musulmanes de las tierras cercanas del Reino de Granada y los moradores de las antiguas aldeas de la Sierra de Segura y que dieron origen a la denominación de Campos de Hernán Pelea a esa gran altiplanicie cercana a Santiago-Pontones. Esperamos y deseamos disfruten de esta interesantísima narración que presentamos en dos entregas debido a su extensión.
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Pedro Pablo Cano Henares |
EL ORIGEN DEL NOMBRE DE LOS CAMPOS DE HERNAN PELEA.
Habitaba en El Hornillo un hombre rudo y valiente de nombre Hernán Martínez; era hijo de Martín Hernández, uno de los primeros vecinos que hicieron y poblaron casa en el lugar de El Hornillo. Había nacido, como su padre y abuelo, en la villa de Siles, a los que siendo un niño acompañó desde ella al dicho lugar, que nombraron El Hornillo por haber hecho un horno junto a una fuente buena. Dicho horno lo había mandado hacer su abuelo, Hernán Sánchez, junto a su hermano menor, Asensio Sánchez. Le habían puesto por nombre el del abuelo por el gran parecido del nieto al abuelo: ambos eran rubios y de gran altura y fortaleza. Eran todos ellos señores de ganado de la dicha villa de Siles, ricos hombres, y su abuelo fue nombrado en sus tiempos caballero de Sierra; este era hombre de mucha honra que ganó, junto al Maestre Rodrigo Manrique, en la toma que hizo éste de la villa de Huéscar, al que acompaño y de la que obtuvo gran botín del que, especialmente, guardaban como joyas la descendencia del caballo semental y las tres yeguas que su abuelo les arrebató a los moros tras una escaramuza en una alquería en el cerco de la villa de Huéscar.
Era este Hernán Martínez de carnes apretadas, pero bien proporcionado de una gran altura, largos brazos y piernas; era Hernán conocido por su gran fuerza y arrojo, no sería la primera vez que levantara a su caballo a horcajo entre risotadas gritando “tú me llevas a mí y yo a ti”; para él, su caballo era como una extensión de sí mismo; era descendiente de aquel semental y yeguas que ganara su abuelo a los moros de Huéscar, de pura raza, de orejas enjutas y pequeñas, cara descarnada y grandes narices que absorbían los aires puros de la Sierra. Ojos negros como la pez, saltones, que parecía que se salían de sus órbitas, con un gran cuello largo y curvado, ancho pecho y cruz, de lomo recogido, redondas sus ancas, las costillas delanteras largas, que albergaban sus grandes pulmones capaces de largas galopadas, vientre escurrido y testículos redondos y recogidos, sus músculos bien marcados, finas y espesas crines que volaban con los aires altaneras como él, su cola gruesa en su nacimiento y fina y grácil en su punta, sus cascos fuertes, negros como sus ojos, y su pelo blanco como la nieve que los envolvía durante el invierno.
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Santiago de la Espada, antiguamente El Hornillo |
Este caballo era árabe puro, que ya quisieran para sí muchos señores de los moros de Granada; como todos los de su raza no era muy alto, y más cuando se juntaba con los caballos castellanos de la Orden, mucho más altos que él, pero a la carrera, ya fuera de corta o larga distancia, no había en todo el Común caballo que pudiera con él..
La figura de Hernán Martínez, montado en su caballo, era por todos reconocida, ese hombre montado a lomos de ese pequeño caballo enjaezado al estilo árabe, con una rica montura y sus largas trancas colgando casi a rastras, producía cierta risa por cómica, que sus vecinos se guardaban muy bien de demostrar en su presencia por respeto, primero, pero aún más temían la reacción y la fuerza de tal gigante, como muy bien sabían los moros de Baza como ahora veremos.
Fue su abuelo Hernán Sánchez, en su cabalgata hacia Huéscar junto al Maestre, cuando la primera vez que, con asombro, recorrió los ricos pastos veraniegos que albergaban los derredores del lugar del Hornillo, de los que ya había oído hablar a otros señores de ganado de la generosidad de estos pastos del extremo sur de la Encomienda. Estos estaban infrautilizados por la cercanía de la frontera granadina, de tal manera que, a la vuelta de la toma de Huéscar, el Maestre le concedió la merced de subir sus ganados a estos ricos pastos veraniegos; fue así como los señores del ganado de la villa de Siles, recorrían cada primavera las siete leguas grandes que les separaban de tan ricos pastos, y cada otoño regresaban a sus pastos invernales en los cuartos que la villa de Siles poseía en la Sierra Morena, esto fue así hasta que su hijo Martín, tras su muerte y junto a otros señores de ganados, construyó junto al famoso horno las primeras casas pobladas que dieron origen a la aldea, primero de El Hornillo y después villa de Puebla de Santiago, para quedar definitivamente como Santiago de la Espada.
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Villa de Huéscar |
Al viejo Hernán Sánchez le impresionó la abundancia de aguas, los amplios pastizales entre bosques de robles, pinos y encinas, la pureza de sus aires y el resguardo del lugar que lo hacía fácilmente defendible de las incursiones de los moros granadinos, ya que estos, para acceder a ellos, tenían que superar grandes puertos y aparecer en descubierto.
El viejo Hernán ideó un sistema de vigilancia preventivo, situando a sus mozos en lo alto de cerros estratégicamente escogidos, de tal modo que los moros eran avistados antes de terminar de subir los puertos, ya que antes de coronar éstos, los espesos bosques daban paso a altozanos carentes de árboles donde pudieran éstos aguardar celadas, y eran descubiertos; fue su ingenio el que ideó el sistema de alarma situando junto a los vigías unos grandes montones de leña mezclada con jumas verdes de pino que, al prender, liaban una gran humareda negra, visible desde todo el territorio, alertando de la presencia de enemigos. Su ingenio fue mucho más lejos ideando un sistema que consistía en tapar las lumbres con una gran manta, interrumpiendo las bocanadas de negro y espeso humo de tal manera que, según fueran estas bocanadas, podían decir por dónde venían los sarracenos, su número y hasta la clase de tropas que traían, previniendo a los cristianos y facilitándoles una rápida reacción para emboscar a los enemigos, de tal manera que cada vez eran menos los moros que se atrevían a subir los puertos.
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Extensión de los Campos de Hernán Pelea |
Tenía Hernán Martínez sobre las diecinueve primaveras cuando aconteció el hecho que le daría fama y honra. Hacía solo dos años de la muerte del abuelo, que no solo le había dejado en heredad el mejor de sus sementales, además le dejo su armadura y espada de caballero; tenía el abuelo debilidad por este nieto tan parecido a él en carácter y físicamente, que veía en él la prolongación de sí mismo. Desde muy pequeño se había preocupado en adentrarlo en el arte de las armas y era por entonces unos de los mejores escuderos de la encomienda de Segura, ya destacaba por su destreza con las armas pero, sobre todo, era un magnifico jinete, aventajado en la lucha a caballo.
Como hemos dicho, andaban los moros granadinos bastante apaciguados, ya sea por el temor al viejo Hernán o a su sistema defensivo, que llevaban unos años que habían desistido de subir los puertos para rapiñar los ganados cristianos, pero aquel año aconteció un hecho que altero el equilibrio en la frontera: era el 28 de febrero de 1482 y el marqués de Cádiz, D. Rodrigo Ponce de León y Núñez, se metió en la cocina del reino de Granada con la toma por sorpresa de la villa de Alhama; este acontecimiento llenó de euforia a las huestes castellanas, que cogieron el definitivo impulso para la conquista definitiva del Reino de Granada, como a los moros los llenó de rabia y ganas de revancha.
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D. Rodrigo Ponce de León y Núñez |
Ya finalizando la primavera, el alcaide de la ciudad de Baza, Aben-Zaid, con ánimo de revancha y buscando la gloria, conocedor de la muerte del viejo Hernán Sánchez, su enemigo, al que temía por su ingenio y determinación, pensó que era hora del desquite, y decidió enviar en una avanzadilla a su sobrino, junto a lo más granado de sus caballeros, a la Encomienda de Segura, pensando en ganar gran botín de ganados y ver la fortaleza de los cristianos para lanzar un ataque más serio y devolver a los cristianos el golpe de Alhama.
Encaminaron los catorce caballeros moros camino de los puertos, y enfilaron hacia Puerto Lézar, protegidos por los bosques. Iban los moros confiados ya que por este camino los protegía el bosque de la vistas indiscretas casi hasta lo alto del puerto, pero lo que no sabían era que Martín Hernández, nieto y heredero del viejo Hernán, tenía un mozo avispado, con vista de lince, vigilante en lo alto de la Morra de la Osa, que los divisó y rápidamente encendió la gran hoguera que tenía preparada, lo que provoco una gran bocanada de humo negro de las jumas verdes, para, a continuación, informar que eran catorce jinetes bien pertrechados los que subían el Puerto Lézar, a seguidamente se refugió en un covacho que, a este fin, tenía preparado.
A la primera hoguera rápidamente le siguieron otras dando el aviso de la incursión mora, hasta llegar al valle de El Hornillo, que aún no había sido construido, pero que ya era el lugar de refugio de la mayoría de pastores y señores de ganado. Martín Hernández había heredado de su padre no solo sus ganados sino también la responsabilidad de la defensa del lugar. Rápidamente juntó a todos los señores y mozos que allí había para salir al encuentro de las tropas granadinas, más sus preocupación era otra, ya que había mandado a su hijo Hernán a aquel remoto lugar para llevar ato y vigilar a los mozos que allí guardaban sus ganados, y sabía que el joven era decidido, más con la cabeza llena de hazañas que le había llenado su abuelo; temía no aguardara la llegada de refuerzos y arremetiera contra los moros, como finalmente ocurrió.
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Paso del Puerto de Lezar |
Al joven Hernán le encantaban estos lejanos pastizales, por lo que el encargo de su padre era para él un regalo. Le gustaba cabalgar sin descanso por aquel inmenso altiplano, conocía sus cerros así como sus llanos y, como era joven y osado, había explorado sus cuevas y simas, que abundaban en gran cantidad; le gustaba subir a lo alto del gran cerro al poniente, al que llamaban Banderillas; desde él se divisaba gran parte del territorio de la Encomienda de Segura: hacia poniente a sus pies veía el curso del río Aguamulas, con sus bravas aguas que correteaban raudas hasta el gran río grande, el Al-wādī l-kabīr de los musulmanes. En su unión sabía que había una mina de plata antigua, se decía que de los antiguos romanos, de la que aún extraía algo el concejo de Segura, la vista se perdía en el valle del río grande, que seguía su curso coleteando hacia la tierra de Hornos de Segura, con su rica vega, que por sí sola podía proveer de bastimento a toda la Encomienda; si miraba a entrante veía la verdadera magnitud de aquel altiplano prodigioso, que arrancaba con un interminable bosque de pinos y robles en la misma ladera del cerro en el que se encontraba, más en la distancia la vista se perdía en las hoyas que, como picaduras de sarampión, recorrían gran parte del territorio, en esta parte se mezclaban grandes manchas de bosque de pinos majestuosos, con tejos, robles y perpejones, con claros donde se daban los mejores pastos que uno pudiera imaginar.
Él conocía cada una de estas hoyas, que las había grandes y chicas en gran cantidad; algunas podían albergar un pequeño ejército a la celada que pasaba desapercibido, como bien le había enseñado su abuelo; la inmensidad de este altiplano era tal que, de no conocerlo bien, era fácil perderse, y había habido casos de gentes que estuvieron dando vueltas en él durante días hasta casi fenecer; pero él había tenido buenos maestros y conocía cada recoveco, sabía por dónde podía galopar sin miedo, como dónde había que tener extremo cuidado para no caer en la trampa que también eran esas hoyas y simas del terreno.
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Cima del Banderillas |
Cuando empezaron los borbotones de humo, estaba Hernán cerca de un lugar que llamaban Cueva Paria, que era una zona donde concentraban a las ovejas paridas, por su recogimiento y frescos pastos era ideal para las madres de su rebaño. Por las señales del humo supo que eran catorce caballeros sin ayuda de peones, ya que se trataba de una avanzadilla; sus mozos y peones sabían lo que había que hacer en estos casos y corrieron raudos a sus escondrijos a la espera de la llegada de la tropa principal, que vendría del valle de El Hornillo a no más tardar de tres o cuatro horas, la orden era abandonar los ganados y esperar agazapados sin perder de vista los movimientos del enemigo.
En cuanto Hernán tuvo conciencia de lo que ocurría, pensó rápido, como su abuelo le había enseñado, lo que haría el enemigo de estar él mismo en su situación; esta táctica era útil para adelantarse a los movimientos de los moros, como más adelante se demostró. Su primer pensamiento fue lo que pensarían los sarracenos al coronar el puerto y contemplar el espectáculo a sus pies. En esa época del año la mayoría de ganados estaban concentrados en ese extremo del altiplano por ser el más lejano, tenían la costumbre de ir recogiendo poco a poco a los ganados desde este punto que quedaba más al sur de su territorio, en dirección norte, pausadamente, agotando los pastos a su paso para terminar en el valle de El Hornillo ya cerca del otoño, cuando iniciaban su peregrinaje a los pastos invernales.
La visión de miles de ovejas, en su mayoría paridas, acompañadas de multitud de vacas y toros, junto a las mejores yeguas y sus potrillos, supuso para la tropa bastetana una aproximación del jardín de su paraíso; los moros, al contemplarlos y verlos desprotegidos, ya que mozos y peones, como tenían ordenado, habían desaparecido de su vista, no pensaron sino en la piel del oso sin haberlo cazado, y llenaron sus ojos de la cantidad de oro y honra que ganarían a la vuelta a su Baza natal.
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Ganado pastando en los Campos de Hernán Pelea como antaño |
Esta situación no era fruto de la casualidad, era una de tantas estratagemas defensivas del viejo Hernán, ya que al ver los ganados desprotegidos la tentación era tal que impedía a los moros avanzar, dando el tiempo que necesitaban las huestes castellanas para su defensa y, además, había una sorpresa nada grata para el enemigo: acompañando a los ganados se habían criado gran cantidad de mastines negros como la noche, si bien más pequeños que sus hermanos leoneses, en compensación eran más ágiles que estos; su color y temperamento los mimetizaba entre los matorrales, lo que hacía que pasaran desapercibidos para lobos y saqueadores hasta que ya era demasiado tarde para aguantar sus acometidas, de tal modo que mantenían a lobos lejos de los ganados y a los enemigos les podían causar más daño que otro tipo de tropas; así eran considerados estos perros gladiadores.
Los moros se apresuraron a lanzarse sobre los ganados, su intención era reunir el mayor número posible de ellos y coger camino de regreso a su querida Baza. Nada más descender el sendero que bajaba del puerto, espolearon sus caballos en dirección a un sitio recogido al que los cristianos llamaban la Raja, era este lugar una gran planicie rodeada de farallones a modo de corral, por lo que se podía utilizar como tal y su idea era esta: concentrar los ganados allí dejando a alguno de ellos de custodia, mientras los demás recorrían el terreno juntando más ganado para llevarlo hasta este lugar y desde allí emprender camino de regreso.
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Campos de Hernán Pelea |
Esto mismo pensó el joven Hernán que serían sus movimientos de estar en la piel de sus enemigos, por lo que se dirigió a lomos de su magnífico semental en dirección a este lugar, sin prisa, a trote corte para que los enemigos, aún bajado la vereda del puerto, no lo pudieran detectar. Cerca de la paridera se encontraban las hoyas más grandes y profundas, la mayoría cubiertas de un espeso bosque: este se encontraba en un margen del camino natural que conducía desde la Raja hasta la paridera. Dedujo que una vez los moros hubieran dejado un retén en la Raja al cargo de los primeros ganados allí reunidos, uno de los sitios al que primero se encaminaría sería a la paridera de la Cueva, ya que allí estaban las mejores ovejas con sus crías, por lo que decidió bajar a esta hoya y esperar, emboscado, a sus enemigos.
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Desarrollamos la parte final de la narración de Pedro Pablo Cano Henares ganadora del X premio de Relato Histórico Domingo Henares patrocinado por el Ayuntamiento de Puente de Génave, en el que se nos describe a través de un relato ágil centrado en las luchas y combates, que en estos parajes de la Sierra de Segura, se pudieron realizar durante la época medieval entre los habitantes cristianos de la serranía y los musulmanes del cercano reino de Granada. Continúen disfrutándolo.Mapa de situación y extensión de los Campos de Hernán Pelea
EL ORIGEN DEL NOMBRE DE LOS CAMPOS DE HERNÁN PELEA.
------------------continúa................
No llegó a la hora de estar allí amagantado cuando escuchó el inequívoco sonido del trote de los caballos enemigos; cuando pasaban junto a él, espoleó a su brioso caballo que subió al trote la pared de la hoya en la que se encontraba y, súbitamente, apareció sobre sus enemigos. Estos, al verlo, no les dio tiempo a pensar, salvo preguntarse quién era ese demonio que surgía de las entrañas de la tierra, y, antes siquiera de poder tener otro pensamiento, ya el joven Hernán había asestado un mandoble mortal al jinete más cercano, que lo desmontó y dejó tendido cual largo era sobre la tierra; sin tiempo siquiera a reaccionar se lanzó sobre el segundo jinete y, con el brío de su caballo, lo arrasó, derribando a su oponente, al que asestó un espadazo que le abrió la cabeza en dos. El tercer jinete, al contemplar lo que ocurría, quedó paralizado con los ojos desorbitados; ya no le dio tiempo a más pensamientos, lo último que contempló fue el largo brazo del zagal atravesándole el pecho con su espada.Paraje de la Majada de Calles
Tras esta hazaña, el joven Hernán recogió las bellas cabalgaduras, todas ellas bien enjaezadas al estilo árabe con ricas monturas, eran buenos caballos árabes pero pensó que no eran comparables a sus magnifico ejemplar, los dejo atados y escondidos en la hoya de la que surgió y pensó ya solo quedaban once enemigos; visto lo visto, pensó que si él fuera su jefe habría dejado a dos caballeros guardando el corral de la Raja y habría mandado de tres en tres a su tropa para recoger lo mejor de los ganados y, como había acertado en que se dirigirían a Cueva Paria, las otras tres tropas se dirigirían una a Majá las Calles, que era donde estaban las yeguas, otra a el Pozo Purga, en donde estaban las ovejas primalas y los carneros, y el último a Monterilla, donde había otra paridera; las vacas pensó que las dejarían tranquilas, ya que al hacer el camino con ellas bregarían mucho más y lo que les interesaba era hacer rápido la vuelta. Como era el Pozo Purga lo que más a mano le quedaba, se dirigió hacia allí consciente de que sus enemigos ya habrían llegado y esperando que los mastines que guardaban a las primalas hicieran su trabajo, entorpeciendo y distrayendo a los moros, lo que le daría su oportunidad. A galope tendido no tardó en llegar y, como esperaba, los mastines estaban haciendo frente a los saqueadores; estos inteligentes y valientes perros no se amilanaban ante nada, ya habían descabalgado a un moro que, pie en tierra, maldecía su sino, sus compañeros trataban de lancear a los mastines, mientras primalas y carneros se desperdigaban aterrorizadas del espectáculo que contemplaban.Paraje del Pozo de Purga
Sin parar de galopar, se dirigió hacia el moro descabalgado y, antes de que este pudiera darse cuenta de lo que ocurría, fue lanceado, tras lo cual dos mastines se abalanzaron sobre él y solo se le escuchó pedir clemencia a su Dios; los otros dos atareados, como estaban tratando de lancear a los mastines y que estos no los descabalgaran, ni lo vieron venir, solo se percataron de su presencia cuando lo tenían encima; el segundo jinete ni tiempo tuvo de volver la lanza contra el furioso joven que lo atacaba: de un certero lanzazo lo descabalgó y lo dejó malherido.; no se paró a rematarlo, sabía que este era trabajo de los mastines, como así fue. Al tercero ya no lo pilló desprevenido, ya que había contemplado la anterior escena, y volvió rápidamente grupas contra el joven, el encontronazo fue bestial pero la fortaleza de nuestro joven y su caballo habían tirado por tierra a su enemigo que, dando trompazos, voltearon a tierra jinete y caballo, sin darle tiempo de reaccionar se abalanzaron sobre él los mastines que trataba de lancear y, tomando justa venganza, acabaron sin contemplación con él.
Tras apaciguar y agradecer a sus mastines su bravura, como había hecho anteriormente, recogió los caballos de los moros, no porque pensara en que escaparan de aquel paraíso de ricos pastos, lo hacía para que si alguno de ellos iba en busca de su natural carencia en su careo, no pudiera alertar al resto de su enemigos de lo que estaba ocurriendo; en sus pensamientos se decía: “ya solo quedan ocho”. Volvió a lomos de su caballo, llamó a varios de los mastines y, junto a ellos al galope, enfiló hacia el camino que va a Monterilla, pensando cómo emboscar a sus siguientes rivales. No tardó en llegar a Monterilla y allí se encontró un cuadro parecido al anterior, los moros bregando con los mastines que, a dentelladas, se aferraban a las patas de los caballos de los intrusos, de tal manera que ya habían descabalgado a dos de ellos que, empuñando sus kabilas, daban estocadas al aire intentando alcanzar a los mastines, que se defendían con bravura y sin temor, a pesar de recibir alguna que otra cuchillada que ya había acabado con tres de estos poderosos perros, mientras tanto el tercero galopaba en la distancia tratando de coger los caballos de sus compañeros que, como alma que lleva el diablo, habían salido pies en polvorosa.Paraje de la Monterilla
La visión del joven guerrero a galope tendido acercándose a ellos montado en su pequeño pero valioso caballo, con sus largas piernas colgando que a lo lejos parecía que ayudaban al caballo en su galope impulsándolo con más brío, escoltado por cuatro grandes mastines a la carrera con la boca llena de espumarajos blancos que resaltaban aún más si cabe en su inmensa cabeza negra, ya no solo asombraba, daba verdadero pánico; los moros, al verlo más, pensaron en el mismo diablo que venía hacia ellos con sus perros del averno, y así era, pero este diablo era de carne y hueso y tan solo tenía diecinueve años. Al llegar a ellos, tanto jinete como perros se abalanzaron; el joven dio una estocada que arrancó de cuajo la mano de unos de los moros, volando por los aires la mano y la kabila que empuñaba. El moro, gritando de dolor, maldecía al tiempo que saltaron sobre él dos de los mastines que llegaban a la carrera; el otro moro no corrió mejor suerte, acabó con el cuello partido de un mordisco de estos poderosos canes; en cuanto al tercero, lo había perdido de vista en su loca carrera tras los caballos de sus compañeros, días después apareció sus caballo medio cojo y tuvieron que pasar varios meses antes de encontrarlo muerto en el fondo de un sima: en su loca carrera habían tropezado caballo y jinete con la boca de esta sima, con tal mala suerte que el caballo rodó con una pata malherido y el jinete en la caída se partió el cuello al caer en ella.
El joven Hernán pensó que ya no era hora de sigilos ni celadas, sabía que su padre se acercaba y no debería de andar ya muy lejos, como así era, ya solo quedaban cinco de los intrusos, ya que el que dejaba atrás por el camino que cogió, o bien se tropezaría con los refuerzos que su padre traía o terminaría perdido, como así fue, por lo que no suponía ningún peligro para él. Se dirigió a trote corto, acompañado de sus cuatro mastines, a los que se les habían unido otros tres de los que allí estaban, tranquilamente, hacia Majá las Calles, sabía que allí no sería posible contar con la distracción de los mastines, ya que estos no eran especialmente amigos de las yeguas, que recelaban de ellos, por lo que no se hermanaban como con ovejas y cabras y dejaban a las yeguas pastar tranquilas con sus potrillos, pero pensó que solo quedan cinco y nosotros somos ocho, los siete mastines y él, más y con ventaja.
Su empeño ya no era derrotar a sus enemigos, su objetivo era impedir que estos huyeran llevando consigo algunas yeguas, ya que del resto de ganado sabía que ya no les quedaba ni tiempo ni hombres para poder hacerlo y las gentes de su padre estarían al caer; tomando un respiro, caminó hacia su destino, siempre mirando a su izquierda por si veía a sus enemigos emprender la huida hacia el puerto que por ahí caía. Llego a la entrada de Majá las Calles y, a lo lejos, contempló como los cinco jinetes que quedaban revoloteaban alrededor de las yeguas que habían juntado; él los vio y ellos a él, su figura desgarbada se exageraba, montado sobre su pequeño caballo produjo grandes carcajadas a los moros que contemplaban cómo se acercaba. De los cinco, uno era el sobrino del alcaide de Baza, Aben-Zaid, y jefe de la expedición, por su tío conocía de la gran rivalidad que tenía con un gigantesco caballero de aquellos lares pero también sabía que ya había muerto, por lo que dedujo que debería de ser algún pariente el gigante que se acercaba, ya más cerca contempló el hermoso ejemplar que a lomos lo traía y recordó la historia que su tío le había contado sobre su viejo enemigo, y cómo éste, en la entrada y toma de Huéscar, había robado un semental y tres yeguas que eran propiedad del alcaide de esa villa, descendientes de las yeguas Saglawieh que al califa de Córdoba le entregaron como tributo los beduinos africanos; era esta estirpe de caballos la más sagrada para los sarracenos de al-Ándalus, por lo que la afrenta de su robo aún era recordada.Alcazaba de Baza
Desconociendo todo lo acontecido y pensando que sus nueve compañeros ausentes estarían al caer, pensó que sería gran honra matar a aquel imberbe y recuperar el semental que montaba, a buen seguro descendiente de aquellos robados en Huéscar, y lavar de paso el honor de todos los buenos musulmanes que entonces fueron agraviados; seguro estaba de su victoria, él que se había criado en la corte de Granada y había tenido los mismos maestros de armas que los hijos del Emir, él que montaba un hermoso caballo también de la sangre de los Saglawieh y portaba una espada jineta bellamente engalanada con rubíes y zafiros regalo del mismísimo Emir granadino, ¿qué tenía que temer de aquel destartalado joven de apenas barba en la cara?
Al llegar a tiro de ballesta de ellos, el joven se paró desafiante y les grito: “¡quietos donde estáis bandidos sarracenos, pues no he de permitir que de aquí partáis con alguna de mis yeguas o ganados!”. Por respuesta sonaron unas risotadas de los sarracenos y el reto desafiante de su jefe a singular combate campal; él, sin descomponerse, aceptó dicho desafío diciendo su nombre y su estirpe, que su abuelo había derrotado a los moros de Baza en más de una ocasión con la misma espada que ahora él portaba, de lo acontecido a sus camaradas, y como él y sus mastines los habían derrotado y dado muerte, y cómo pensaba hacer lo mismo con ellos cinco; al oír esto ya no se antojaba tan fácil la pelea, pero como buen caballero ya no podía retrasarse y no le quedaba más que vencer o morir, mientras sus compañeros escuchaban asombrados lo que el joven relataba, a la vez que miraban a los perros gruñendo con las bocas aún machadas de la sangre de sus compañeros, temían una señal del valiente joven y que estos se abalanzarán sobre ellos.
Establecidos los términos del duelo hicieron un gran círculo, en una parte de este se encontraban los cuatros jinetes que acompañaban al caballero nazarita, enfrente de ellos los siete mastines que obedientemente había dejado al acecho nuestro joven, en el centro los dos contendientes a lomos de sus respectivos caballos; el duelo comenzó y en la primera acometida espadas y jinetes chocaron en el aire, con tal virulencia había lanzado su golpe el joven Hernán que dobló el brazo de su oponente quebrándolo y lanzándolo lejos de su cabalgadura, no le dio tiempo a levantarse al joven emir bastetano cuando el largo brazo del cristiano le asestó un terrible golpe que le seccionó la cabeza de su tronco, volando esta con los ojos descompuestos del desgraciado mahometano; sus compañeros de correrías al ver esto volvieron grupas y picarón espuelas camino del puerto, con tal celeridad partieron que no pararon hasta llegar a la ciudad de Baza para enfrentarse a la ira de su caudillo Aben Zaid. Acabada ya la gran Pelea que el joven Hernán Martínez había tenido en solitario con los moros de Granada, poco a poco fueron apareciendo los mozos y peones que corrieron a esconderse en los covachos de la zona y, asombrados, contemplaron lo acontecido. No tardaron mucho tiempo en llegar los refuerzos al mando de su padre que seguían el reguero de sangre y muerte que tras de sí había dejado su hijo, cuando por fin se encontraron y tras comprobar que estaba de una pieza le espetó: “Bien puedes decir que eres nieto de quien eres”.
Esta hazaña pronto recorrió toda la frontera entre moros y cristianos. De la gran Pelea de este Hernán contra moros de Granada, el joven, de todo el botín, solo conservó la silla y los jaeces del caballo que llevaba el joven emir bastetano, todo lo demás lo donó y repartió entre sus mozos y peones. Es a partir de ese día cuando a aquel lugar se le empezó a llamar los Campos de la gran Pelea de Hernán primero, para quedar posteriormente como Campos de Hernán Pelea. Estos hechos no pasaron desapercibidos para el comendador de Segura, que nombró al joven Hernán, al igual que a su abuelo Caballero de Sierra, a los pocos años ya comenzada la definitiva reconquista del reino de Granada, fue llamado por el maestre de la Orden de Santiago Alonso de Cárdenas junto a él, y en esta hueste coincidió con un pariente que era originario como él de la villa de Siles, Aparicio de Segura, con el que hizo gran amistad y se hermanaron en la lucha, de tal manera que el Maestre solía decir que de tener más caballeros como los primos de Segura, la guerra de Granada se ganaba en una sola campaña.
Al terminar la guerra de Granada volvió el guerrero a su hogar de El Hornillo, donde ejerció como Caballero de Sierra hasta el fin de sus días, fue respetado y admirado por su singular Pelea y por sus hazañas en la guerra de Granada. Su espada se guardó por gran tiempo en la sede del concejo de la ya villa de Santiago de la Espada, y se dice que ésta tomo nombre “de la Espada”, por esta espada que tan bien defendió su territorio.Santiago de la Espada. (El Hornillo)
Epílogo: cuando los cuatro supervivientes de la Pelea de los Campos llegaron a Baza, con gran temor contaron lo ocurrido a su emir Aben-Zaid, éste, a punto estuvo de mandar cortarles las cabeza por haber abandonado el cuerpo de su sobrino, al que quería como a un hijo, pero se contuvo y pensó que gran parte de culpa era suya por haber pensado que, habiendo muerto su viejo enemigo, la victoria sería fácil y el botín grande; recordó como las tierras de la Encomienda de Segura estaba habitada por rudos montañeses, hombres libres apegados a sus montañas y privilegios, descendientes a su vez de los duros montañeses leoneses que tantos quebraderos de cabeza habían dado a sus ancestros musulmanes, en las duras luchas en este paraíso que era al-Ándalus.
A fin de cuentas, fue él quien decidió esta entrada a Segura en vez de al Adelantado, habitado por siervos blandos y sin apego a un territorio, que era de un arzobispo al cual le preocupaban más los rezos que el bienestar de sus siervos; si bien el botín hubiera sido menor, habría evitado el ridículo de la derrota y de cómo un solo montañés había podido con catorce de sus mejores caballeros. A esto le vino a la mente la advertencia que le había hecho un adivina, una noche loca de su juventud, en una taberna del Albayzín, donde le predijo “guárdate de quien se llame Hernán”, había pensado que con la muerte de sus viejo enemigo esta había acabado, y, mira por donde, el nieto del mismo nombre lo había vuelto a perjudicar; pensó en tenerlo en cuenta y de momento no molestar más a la encomienda de Segura.Pedro Pablo Cano Henares
Posdata: el maleficio no acabó aquí como pensó Aben-Zaid, tan solo siete años más tarde murió a manos de Hernán Pérez del Pulgar y García Osorio, en la Toma de la ciudad de Baza.
AQUELLAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD
(j.t.)
Nos encontramos a las puertas de unas celebraciones de Navidad, fin de año y Reyes que inevitablemente viviremos de forma extremadamente particular. Este año nos ha traído una pandemia que estamos viviendo y sufriendo con angustia y mucha desolación, una pandemia que ha transformado repentinamente nuestra forma de vida, nuestros hábitos y costumbres, una pandemia que se ha llevado a muchos, especialmente mayores, que lucharon en mil batallas que les presentó la vida y que no han podido, por desgracia, superar este último obstáculo.
Serán unas celebraciones envueltas en cierta amargura y resignación, donde la precaución se hará presente a cada momento y la responsabilidad individual no debe de estar ausente de nuestros comportamientos. Pero intentaremos sobreponernos a estas dificultades, trataremos de dar ese aire festivo a todas las limitaciones impuestas y volveremos a decorar nuestros hogares con esa particularidad que siempre aportan estas fiestas. Y es que inevitablemente cuando llega el puente festivo de la Constitución y la Inmaculada empezamos a respirar un ambiente diferente, decoramos nuestras casas, los pueblos y ciudades se visten de luces de colores, la publicidad nos anima constantemente al consumismo navideño y nuestro corazón comienza a reblandecerse con aires de ternura y fraternidad. Y en el centro de todo, la familia, esa familia cercana en la distancia, o no tan cercana, que aprovecha estas fechas para salvar puentes y kilómetros para poder compartir ese espíritu que impregna estas celebraciones, este año con más restricciones, pero con la misma carga de buenos deseos.
Volverán las tradiciones, vestir el árbol, montar el belén, cantar villancicos y las abundantes comidas donde los platos de carne con pavo o pollo de corral, cabrito, cordero segureño o cochinillo tendrán protagonismo y donde no faltará el broche de unos buenos y tradicionales dulces de mantecados, roscos, hojaldres, turrones y cualquier otro suculento y típico manjar.
Y es que entramos en una época especial, en el llamado solsticio de invierno que está perfectamente enmarcado entre dos celebraciones de gran arraigo popular, Santa Lucía (13 de diciembre) y San Antón (17 de enero), ambas celebradas intensamente en nuestro entorno con esplendorosas luminarias siguiendo una tradición ancestral que también dice que sólo se cantarán aguilandos entre estas dos fechas pues de lo contrario podría traer desgracias a la familia o al colectivo. Y es que era muy habitual reunirse una cuadrilla con algún instrumento como una guitarra, laúd o bandurria, unos platillos, zambombas artesanales hechas aprovechando la vejigas de los cerdos sacrificados en las recientes matanzas, también de panderetas confeccionadas a base de colocar en una pequeña tableta unos pequeños platillos de hojalata sujetados con puntas por uno de los bordes y por el opuesto se labraban una especie de dientes de sierra en la madera que se deslizaban sobre otra tableta también con platillos de hojalata aunque esta sin dientes haciéndolas sonar a través de la fricción, y por supuesto de panderos elaborados con piel animal y botellas de anís sobre las que se deslizaban ruidosas cucharas. De esta forma se disponían a recorrer las calles de la población, tocando y cantando puerta a puerta, pero siempre acompañados de la figura del mochilero que solía ser el más atrevido y dicharachero del grupo, y se encargaba de llevar en un saco, alforjas o cesta todos aquellos productos que se recogían de la generosidad de los vecinos a los que, con su labia y gracia, convencía para aumentar el volumen de sus donativos.
Ya alrededor de las hogueras, la víspera de Santa Lucía, se oirán los primeros cánticos o aguilandos del año, y "hasta San Antón, pascuas son" ya lo dice el refrán. Durante este ciclo, cuadrillas de aguilanderos, que solían ser las mismas que las de animeros (cofradías de ánimas) recorrían las calles pidiendo el aguilando de casa en casa, de aldea en aldea, de cortijo en cortijo, como ya hemos dicho anteriormente.
¿Se reza o se canta? Expresaba con gracia el mochilero, a lo que respondían los vecinos “se reza”, en los casos en que hubiera muerto algún familiar y estar de luto o “se canta” en los demás casos. Todo el grupo rezaba alguna oración o cantaba, según el deseo manifestado, repitiendo las estrofas al cantar de un signo vehemente y gracioso u otro más punzante dependiendo de la generosidad que hubieren mostrado los visitados. No solían cantarse, salvo fueran solicitados, villancicos, siendo más bien coplillas y estrofas de ámbito popular que hacían referencia a acontecimientos tradicionales o acontecidos del lugar, de la que a continuación aportamos algunos ejemplos de las más usadas y populares:
Entra, entra mochilero
con la mochila en la mano
hinca la rodilla al suelo
“pa” que te den el aguilando.
Si no me das el aguinaldo
que anoche te lo pedí
que te dé un dolor de muelas
que no te puedas dormir.
Agulín, agulín,
aguilín, aguilando.
De aquí no me voy
sin el aguilando.
San José carpintero
nadie lo quiere
y su esposa María
por él se muere.
A esta casa hemos llegao
cuatrocientos en cuadrilla
si quieres que nos sentemos
sacar cuatrocientas sillas.
Si nos das el “aguilando”
no nos lo dé usted en bellotas,
que están las alforjas rotas
y no caben más que tortas.
La zambomba pide pan
y el carrizo pide vino
y el que la va tocando
bueno cachos de tocino.
A las 12 de la noche
llama María a José
levántate esposo mío
que el niño quiere nacer.
El 8 la Concepción
el 13 Santa Lucía
el 24 se ve cristo
en brazos de María.
En el portal de belén
hay un viejo haciendo botas
se le escapó la almara
y se pinchó las pelotas.
El aguinaldo te pido
no te lo pido por faltas
te lo pido con alegría
porque estamos en Pascua.
Como preámbulo a la festividad, en algunos lugares de la Sierra, teníamos las “misas de gozo”. Estas celebraciones se iniciaban el día 15 y tenían continuidad durante nueve días. Normalmente se celebraban a las 6 de la mañana para que la gente, al terminar la misa, pudiera ir a recoger la aceituna sin quitarle tiempo al jornal. Las misas resultaban bastante amenas, pues se cantaban villancicos durante su transcurso. Años después se hacían por la tarde después de la jornada de trabajo ya que el sol en estas fechas cae pronto, y así, después de la misa, aprovechar el momento para la relación social, donde unos comentaban la dura jornada de trabajo entre olivos y otros conversaciones diversas, mientras los que pertenecían al coro de la parroquia, se quedaban ensayando los villancicos a cantar en las celebraciones próximas. Pero esta vieja tradición fue decayendo en participación hasta llegar, hoy en día en toda la Sierra, a desaparecer.
Mientras tanto la mayoría de las mujeres, en sus hogares, realizaban los preparativos para la elaboración de los tradicionales dulces navideños. Porque si hay una época en la que los más golosos disfrutan, esa es la Navidad y Año Nuevo. Era momento en que las familias hacían de la fraternidad motivo de reunión, porque estas fechas tienen magia, especialmente para los más pequeños, de ilusión para aquellos que esperan con ansia la llegada de algún ser querido que está lejos el resto del tiempo, aunque para ser francos, también son tiempos de nostálgica en ocasiones, cuando en las celebraciones hay un hueco de algún allegado que ya no se va a volver a llenar. Ponerse juntos en torno a una mesa era la fórmula perfecta para convertir en excepcionales los momentos que se tenían que vivir, y entre risas y comentarios degustar ricas viandas que tendrían como colofón esos dulces tradicionales de elaboración casera como roscos de vino o de anís, hojaldres y mantecados; y como no, acompañados de alguna que otra copilla de la típica mistela segureña elaborada a base de café.
La vida ha cambiado, pero es particularidad nuestra que las tradiciones se pierdan, por eso me permito recomendaros que durante estas fiestas navideñas no perdamos el espíritu, el espíritu de la Navidad, ese espíritu que te hace sonreír más, te hace sentir más cercano a los demás, hace que tengamos el corazón más abierto y predispuesto a la solidaridad….en definitiva, hagamos de la Navidad ese tiempo en el que mantenemos en viva memoria a todos los que la distancia nos impide ofrecerles directamente nuestra afectividad, mientras para aquellos que se encuentren a nuestro lado, y dadas las particularidades de distanciamiento social que son altamente recomendables en este peculiar año, hagamos que sientan nuestra cercanía ante la ausencia de los besos y abrazos, hagamos que nuestra sonrisa salga del corazón, y ofrezcámosles nuestros mejores deseos de felicidad en este tiempo tan complicado que nos está tocando vivir.
Feliz Navidad y Año Nuevo segureños y segureñas, allá donde estéis, disfrutar en paz de estas fiestas y mantengamos viva la tradición y la llama de la esperanza en que nos espera un tiempo mejor a todos.
EL PUENTE NUEVO
Por José Ant. Molina Real
Cuando nombramos algún lugar o población, lo hacemos con una denominación que se suele perder en el tiempo. La toponimia estudia la evolución y el origen de esos nombres de lugares, pueblos y ciudades. En el caso de Puente de Génave no hace falta hacer un profundo estudio para desentrañar el origen de su nombre y más siendo un lugar relativamente joven a nivel histórico.
El nombre de nuestro pueblo hace clara referencia a la existencia de un puente, el llamado por nosotros Puente Viejo, de clara fábrica romana y datado en el S. I a.C. al ser construido como elemento básico para salvar el río Guadalimar en el trazado de la vía que comunicaba Castulo (actual Linares) y Cartagena. De ahí adquiere la primera parte de su nombre, mientras que la segunda parte, Génave, hace referencia a los agricultores de esa localidad, especializada en el cultivo de cereales, que año a año, cosecha tras cosecha, se desplazaban a este lugar atravesando dicho puente para efectuar sus tareas de molienda del grano en un molino de su propiedad situado justo al lado de ese puente romano, y de ahí el nombre que se fue asumiendo de forma popular para denominarlo como “puente de los de Génave” para nombrar a ese antiguo puente en torno al cual, se fueron desarrollando diferentes núcleos de población o cortijadas que finalmente darían origen a la aldea y posteriormente al municipio de Puente de Génave.
Pero nuestro pueblo no sólo tiene como referencia ese puente romano o “Puente Viejo”. Desde finales del S. XIX se alza majestuoso el llamado “Puente Nuevo” como elemento básico para salvar el río Guadalimar en el trazado de la carretera nacional 322, en un lugar donde el río horada la roca para abrirse paso dejando un perfecto vado donde resulta fácil, ya lo fue para los romanos, diseñar una construcción para salvar sus aguas. Cuando se diseñó la CN-322 se realizó siguiendo el trazado milenario de la vía Augusta romana, sucesora de la llamada Vía Heráclea diseñada por los griegos para comunicar las tierras alicantinas con la rica civilización de Tartesos allá por el S. IV a.C. Es pues evidente que la carretera sigue un trazado similar para comunicar Andalucía y Levante, dibujando una peculiar "S" a su paso por "el Puente", al tener que adaptarse al paso sobre el río que se hará, por este puente de fábrica nueva, de norte a sur rompiendo la dirección noreste a suroeste que sigue el trazado.
El proyecto de construcción de este nuevo puente va parejo al de la carretera de Albacete a Jaén por Alcaráz, incluido en el Real Decreto que, en artículo único, aprueba el Plan General de Carreteras de España de conformidad con el dictamen de la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos. En este plan diseñado por el gobierno del General Leopoldo O’Donnell el 7 de septiembre de 1860, incluiría la carretera, que según consta como la que une “la Loma de Úbeda y Albacete por Villacarrillo y Alcaráz” como vía de primer orden y que lógicamente incluía el paso por Puente de Génave. Este plan fue posteriormente modificado y aprobado por Real Decreto de 6 de septiembre de 1864 bajo el gobierno de D. Alejandro Mon y Menéndez y posteriormente desarrollado por el gobierno del General Narváez hasta la definitiva redacción del proyecto del paso por nuestro pueblo que data de 1869 y es obra del ingeniero de caminos D. Luis Larios, donde queda reflejada la necesidad de construcción de un puente de nueva fábrica al ser totalmente insuficiente el ya existente.
Queda claro que la decisión de construcción de este nuevo puente cambió la historia de nuestro pueblo, puesto que D. Luis Larios estuvo barajando la posibilidad de un trazado alternativo que evitaría su paso por nuestro pueblo cruzándose el río antes de llegar a Paules para después seguir el trazado cercano a los Avileses y Cortijos Nuevos y continuar hacia El Palomo, Verjaga, Los Pesebres y Las Tiesas, donde enlazaría con la carretera justo antes de llegar a las inmediaciones de Génave; pero se reconsideró esta opción básicamente por dos razones, una porque la construcción del puente en la zona próxima a Paules debía ser de mayor longitud lo cual encarecía la obra y otra porque su trazado siguiendo la ladera norte del monte Salfarath obligaría a mayores refuerzos de taludes dada la peor calidad de sus tierras. Afortunadamente para nuestro pueblo, eso posibilitó la construcción de nuestro puente, al que pronto empezaremos a llamar “Puente Nuevo”, para diferenciarlo del otro, el “Puente Viejo” que ya existía, al suponer un paso nuevo que permitía la comunicación entre los dos nacientes núcleos de población que se desarrollaron en torno al molino harinero, denominado de Anica en la actualidad, la Mina y el Cortijo de las Ánimas por un lado y por otro el molino, llamado y perteneciente a Génave situado junto al Puente Viejo, algunas casa que formaban la Calle Mayor (San Isidro) o la calle del Río (Las Parras) y la cortijada de Pedro Nares; uniendo así ambos márgenes del río, los que se denominaban popularmente como “aquel lao” y “este lao”.
Concretamente se contempla la construcción de nuestro puente en el fragmento del proyecto que se iniciaba en el puente para superar el río Beas y concluía en el límite provincial con Albacete y que se dividía en siete tramos, estando el paso por Puente de Génave contemplado en el número tres, de 5,852 km., presupuestado en 242.215 pesetas, de las que la construcción de casillas para peones camineros, alcantarillas de evacuación de aguas, pontones y puentes mayores, entre los que estaría el nuestro, ascenderían a un total de 133,416 pesetas.
Hay que mencionar que en ese momento nuestro pueblo no era una entidad poblacional homogénea pues, como ya se ha mencionado, contaba con algunas cortijadas cercanas como la de Pedro Nares, la Mina, el Cortijo de la Vicaría o el Cortijo de las Ánimas. Destacamos en ese incipiente núcleo de población, creado en torno al Puente Viejo y el Camino Real que lo atravesaba, la existencia de tres molinos harineros a los que solían acudir, como ya hemos dicho, los productores de cereales de Génave, uno de ellos, propiedad de D. Clemente Bono, aparece en el Boletín de la Sociedad Geográfica, en 1875, ubicado en este lugar a una distancia del punto de referencia en Alicante de 304’33 Km. y una altitud sobre el nivel del mar de 548’684 mts. De hecho, decir que, en 1871, primer año de existencia de los Registros Civiles de la Puerta de Segura, el municipio al que pertenecía nuestro pueblo, este lugar junto al Puente Viejo, denominado ya Puente de Génave, apenas si contaba con 100 habitantes, siendo una población que se dedicaba a las labores agrícolas favorecidas por la vega de río, algún arriero, albañil o talabartero, viviendo en condiciones paupérrimas entre miseria y atraso social y económico; destacando la existencia de una venta donde los viajeros pudieran reponer fuerzas situada en la confluencia de la Calle Mayor (San Isidro) y el Camino de las Moreas, donde el río permitía el paso por su escasa profundidad en un vado que conducía al camino que nos unía con la aldea de Los Llanos y La Puerta, salvando así un trayecto que no contaba con núcleos de población desde Génave hasta Villanueva del Arzobispo.
Las obras tuvieron un lento desarrollo debido a la precariedad de recursos económicos y las circunstancias de inestabilidad política a nivel estatal a causa de la Revolución de 1868 (La Gloriosa) y posterior proclamación de la Primera República Española en una época conocida como Sexenio Democrático (1868-1874), que paralizaron la ejecución de las obras en diversas ocasiones, siendo en 1876 con la llegada al gobierno de Cánovas del Castillo, en el inicio de la época de la llamada Restauración Borbónica, quien le dio el impulso necesario para la finalización del trayecto proyectado, aunque las obras definitivas de este tramo número tres no se iniciaron hasta 1886 al dotarse definitivamente de presupuesto para su ejecución, incluyendo otro tipo de construcciones como diversos puentes menores o tajeas (181 en total), las casillas de peones camineros (20 en total), alcantarillas para evacuación de aguas pluviales (80 en total) o puentes mayores, entre los que destaca el que se construyó en nuestro pueblo sobre el río Guadalimar (7 en total). En concreto, en el año 1884, se publicaba en la Revista de Obras Públicas informaciones que precisaban la construcción de tres grandes puentes en el tramo que iba desde Puente de Génave hasta el límite de provincia de Albacete, siendo uno nuestro Puente Nuevo, otro el situado sobre el río Herreros en Génave y por último otro sobre el Arroyo del Sequillo en el término de Villarrodrigo; estando, en 1889 año en que se terminó la obra del Puente Nuevo, construidos 210,427 km de carretera, con 79,412 km en la provincia de Albacete restando otros 30,104 km. más y 131,704 km. en la provincia de Jaén faltando 17,704 km. para finalizar la obra en la provincia y completar así el trayecto programado desde Albacete hasta Úbeda y Baeza.
El desarrollo del proyecto de construcción de este tramo número tres comprendido entre el puente sobre el río Beas y el límite de provincia con Albacete, supuso una gran afluencia de gente de distintos oficios como canteros, picapedreros, carreteros, carpinteros, arrieros, albañiles, muleros, etc… que, bien solos o con sus familias, llegaron desde poblaciones cercanas a aquella tranquila aldea de agricultores, jornaleros, molineros, arrieros o posaderos que se había convertido aquel núcleo de población denominado el Puente de los de Génave, siendo años de cierta prosperidad por la dinámica económica generada por la obra, bien en las labores de construcción propiamente dichas o en la aportación de materiales que principalmente provenían de una pequeña cantera situada en el Cerro de El Padrastro, cerca de Vergaja y Los Pesebres mientras que la ladrillería se aportó desde una alfarería de la Puerta, situada en las cercanías de la actual Venta de San José.
De esta forma el proyecto de construcción fue tomando forma dando como resultado la construcción de un gran puente que sigue las tipologías de construcción propias de finales del S. XIX, para así acoger todo el tránsito de personas, caballerías, carruajes y ya también algún que otro vehículo, jubilando de sus funciones a su pequeño y vecino hermano “Puente Viejo”. El nuevo puente, de mayores dimensiones y pensado para soportar mayor volumen de tráfico, presenta interesantes innovaciones constructivas como son el rebajamiento de sus bóvedas o de ámbito técnico con el estrechamiento de sus bases para favorecer el paso del agua en ese lugar, ya de por sí algo estrecho, favoreciendo una mínima acción erosiva sobre su sillería, con tres ojos cubiertos por arcos escarzanos de 12 mts. de luz, siendo de mayor proporción el central que descansa sobre dos grandes pilares rectangulares de impecable sillería de 10 mts. de altura y 8 mts. de ancho, rebordeados en sus tajamares con forma semicircular y estribos en los extremos que descansan en el lecho del río y facilitan de esa manera el correcto transito del agua. Las bóvedas que se originan en estos arcos de medio cañón son muy rebajadas y realizadas en ladrillo rojo, estando perfiladas con excelente sillería en sus laterales. Los arcos laterales descansan su parte externa en la propia roca del terreno aportando solidez a la construcción, dejando así un paso de unos 40 mts. de longitud y de 5 mts. de anchura siendo reforzado para seguridad con malecones laterales de sillería 0,5 mts. de espesor.
Construida la carretera con el trazado que tiene actualmente, y el puente en el lugar donde estaba aquella cortijada, nuestro pequeño pueblo empezó a crecer, no sólo por la iniciativa de algunos de los trabajadores en la construcción de la carretera que decidió establecerse de forma definitiva con sus familias en el lugar, sino también con la llegada de bastantes serranos que adivinaron las enormes perspectivas de progreso que se daban en aquella, hasta ese momento, pequeña aldea que pronto aumentó considerablemente en población, llegando a finales de S.XIX a contar con cerca de 400 habitantes. Y de ahí en adelante, la historia de nuestro pueblo ha evolucionado estrechamente relacionada con la carretera, convirtiéndose, de forma paulatina, en punto de referencia, en cuanto a la movilidad de personas y mercancías, de toda la Sierra de Segura, suponiendo también un destacado centro de pernoctación y descanso para aquellos viajeros que iban o venían desde las zonas costeras del levante español.
Todo ello ha sido así hasta que, no hace mucho, la carretera nacional se desvió de la población, construyéndose una circunvalación, por lo que ya no se pasa por el casco urbano de Puente de Génave, a menos que intencionadamente se quiera entrar a la población. El Puente Nuevo también ha sido forzado ya a una limitación de funciones y se le ha liberado de trabajo, pues sirve sólo para comunicar los dos barrios del Puente que quedan separados por el río, aunque eso no es poco. Y así, el uno junto al otro, el Viejo y el Nuevo, uno jubilado y otro más ocioso, sólo les queda contemplar, por más siglos, el paso por sus ojos de las rojizas aguas del Guadalimar.
Por Alejandro Faustino Idáñez de Aguilar.
Entre los personajes ilustres que han visitado la comarca de la Sierra de Segura o que han residido en ella, se cuentan algunas de las más importantes figuras de la literatura española y de la mística religiosa. Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, y otros más modernos, cuya presencia habría que estudiar algún día detenidamente. Hoy vamos a centrar la atención sobre don Miguel de Cervantes, autor de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, el libro más conocido y seguramente leído del mundo junto con la Biblia.
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Miguel de Cervantes |
Cervantes nació en 1547 en Alcalá de Henares, hijo de Rodrigo Cervantes, un cirujano-barbero, parecido a un practicante o ayudante sanitario de nuestros días, y de su esposa Leonor de Cortinas; residiendo en dicha ciudad, Valladolid, Esquivias, Sevilla, Córdoba, Toledo y finalmente Madrid, donde muere en 1616 a los 69 años. De su presencia en la zona de Segura y su tierra hay testimonios fehacientes en diversas fuentes y autores. En su condición de Comisario Real de Abastos, Miguel de Cervantes, recibe en 1591 la orden de trasladarse a Jaén para proseguir las sacas de cereales destinadas al abastecimiento de la Armada. Según nos dice Trapiello en su obra “Las vidas de Miguel de Cervantes”, “…..después de Jaén se dirigió Cervantes a varios pueblos más de Andalucía, entre los que se contaron Estepona, Baeza y Úbeda, donde a la sazón vivió, en el convento de carmelitas, Juan de Yepes, conocido tras subir a los altares con San Juan de la Cruz…”. Quedando ratificada por la mayor parte de sus biógrafos la presencia de D. Miguel, en los primeros meses de ese año 1592, recorriendo la mayor parte de los caminos de las provincias andaluzas de Sevilla, Córdoba y Jaén.
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Baeza |
Como viajero incansable por los caminos de España, fueron muchas las ocasiones en que Cervantes transitó por las vías que discurren por la comarca de Segura en sus frecuentes desplazamientos a Sevilla y otros muchos lugares andaluces, desde Madrid y Toledo, a cuyo fin pasaría por la vieja ruta que, desde la antigua ciudad de Cástulo, cerca de Linares, discurre por la zona del Condado, cruza el río Guadalimar y a través de Montizón y Villamanrique hasta Mariana (actual Puebla del Príncipe), Almedina y, a través de Villanueva de los Infantes, se dirigía en dirección a Toledo o a Madrid, en un viaje de ida y vuelta que repitió en nombradas ocasiones, deteniéndose a pernoctar en las diversas ventas y posadas que ofrecían sus servicios a los viajeros, entre las cuales alguna de ellas estaba situada en terrenos pertenecientes a la encomienda de Segura.
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Castillo. Montizón |
En cuanto a la presencia de don Quijote y Sancho, recientes estudios realizados por un equipo de la Universidad Complutense de los distintos viajes y desplazamientos de los protagonistas que narra la novela, localizan como centro de las rutas de Don Quijote y Sancho la ciudad de Villanueva de los Infantes, capital del Campo de Montiel limítrofe a la comarca de la Sierra de Segura, transcurriendo muchos de los avatares vividos por ambos personajes en Sierra Morena, y en concreto, en la franja que separa Jaén y Ciudad Real al norte de la Sierra segureña, que algunos escritores recogen.
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Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes |
Precisamente en esa ruta se encuentra la Venta del Villar, una antigua posada de viajeros que era propiedad de la encomienda de Segura, junto a la dehesa de Zahora y otros bienes, que más tarde sería llamada Venta Nueva, situada entre Montizón y Villamanrique. Un lugar donde Cervantes tuvo que hacer noche en varias ocasiones a lo largo de su vida, y en la cual se desarrolló la bien conocida escena en que Don Quijote es armado caballero por su viejo amigo el posadero junto al pilón de agua del patio, y otras aventuras increíbles que tienen lugar en los caminos de acceso que transcurren por la zona. Este hecho está avalado por varias fuentes y testimonios de autores: “La Venta Nueva, una venta situada a dos leguas de distancia, donde tiene lugar el manteo de Sancho está situada entre la Torre de Juan Abad y Villamanrique mientras que la Venta de los Santos, en plena Sierra Morena, estaría situada entre Chiclana y Santisteban del Puerto, además de describir otros lugares de nuestra Sierra Morena”, según atestigua Zamora Moreno.
El uso de la Venta Nueva era muy frecuente entre los viajeros que seguían el Camino Real de Toledo a Granada, siendo ruta utilizada por Quevedo, por el rey Felipe IV o las tropas francesas de Napoleón, para seguir desde allí por el paraje de Barranco Hondo en Villamanrique, siendo esta población donde confluía con el Camino Real de Andalucía a Valencia que se dirigía hacia el este desde las poblaciones del Condado por Albaladejo y Villanueva de la Fuente (antigua Mentesa oretana). Por lo tanto, no es de extrañar que Cervantes transitara asiduamente por estos caminos y por los que desde aquí unían estos lugares manchegos con la Sierra de Segura para continuar a Cartagena, según informa M. Corchado en su estudio.
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Caminos en el Campo de Montiel |
Son varios los parajes entonces propiedad de Segura y su encomienda, y de la encomienda de Montizón, donde don Quijote ejerce su oficio caballeresco en defensa de los desvalidos, liberando a un pastorcillo de los castigos que su amo le propinaba atado a una encina, y de los daños que infieren al caballero los mercaderes toledanos con que se cruza en el camino, que le devuelven a su casa malherido. Ya en la primera salida de andanzas, don Quijote, alude a estos lugares que narra el capítulo II de la primera parte: “Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los más calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo….cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas (del colchón de su cama), subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba.” También en el capítulo XXVIII, recuerda el autor los parajes montañosos tan queridos para él: “Diose don Quijote una gran palmada en la frente y comenzó a reír muy de gana y dijo: -Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas…”. Así mismo, en la segunda salida del caballero andante, que narra en el capítulo VII, Cervantes explica la ruta que emprende el viajero: “Acertó don Quijote a tomar la misma derrota (rumbo) que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol no le fatigaban”.
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D. Quijote y Sancho |
De la repetida permanencia de D. Quijote en Sierra Morena es abundante la mención que se contiene en varios pasajes del libro, y en concreto en el mismo título de los capítulos XXIII al XXVI. A este respecto, conviene aclarar que, la Sierra Morena a que se refiere D. Quijote es el tramo que ocupa el Campo de Montiel en la divisoria entre La Mancha y Jaén, por donde iba el camino de paso entre Toledo y Andalucía que confluía con el de Valencia y Cartagena. Un trecho que coincide con los actuales pueblos castellano-manchegos del sureste de Ciudad Real como Villanueva de los Infantes, Terrinches, Montiel, Almedina, Villamanrique, Torre de Juan Abad o Albaladejo y los jiennenses de Villarrodrigo, Siles, Orcera, La Puerta, Génave, Puente de Génave, Montizón o Chiclana de Segura.
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Campo de Montiel y la Sierra de Segura |
Son varias las aventuras que viven los famosos personajes don Quijote y Sancho en los campos del área manchego-segureña y sus proximidades, según Zamora Moreno al afirmar que: “en estas tierras, nuestro entorno, se describen una buena parte de los acontecimientos más bellos e importantes de la obra de Cervantes. Del capítulo XV al LII que resulta ser el 35 % de toda su obra y el 75 % de la primera parte del Quijote, todo ello en la segunda salida del Quijote”. Citas textuales de la presencia del hidalgo caballero en los terrenos intermedios entre Ciudad Real y Jaén, se acreditan en el Cap. XXIII “De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena…”, en el Cap. XXIV “Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena…”, en el Cap. XXV “Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha…” o en el Cap. XXVI “Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena…”. Estas referencias demuestran la frecuencia con que Don Quijote y Sancho deambulaban por la parte de Sierra Morena que se reparte entre las tierras del Campo de Montiel y las de la Encomienda de Segura, siendo algunos parajes perfectamente identificables para muchos habitantes de Villarrodrigo, Génave y otros municipios de la Sierra de Segura.
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Mapa de la zona manchego-segureña S.XVII |
Aunque no se sabe con certeza la secuencia de la redacción de la famosa novela por su autor, lo más probable es que el Quijote se engendrara y se empezara a escribir en Andalucía; para después perfilarse en la Mancha…, escribiéndose en diferentes periodos que podrían corresponder a las distintas andanzas del caballero, siendo probable que Cervantes escribiera su libro a lo largo de mucho tiempo y con muchas interrupciones, viajando con sus papeles. Hay que imaginarlo, por lo tanto, años enteros yendo de un lugar a otro de Andalucía, parando a dormir en diferentes sitios, residiendo algún tiempo en un pueblo o una ciudad de nuestro entorno y así iría escribiendo, según afirma J. Marías. Por lo tanto, no entra dentro de lo descabellado pensar en la posibilidad de que Cervantes pudiera escribir algunas páginas en la ya nombrada Venta Nueva. Y otro tanto cabe pensar sobre el lenguaje de don Quijote y Sancho, que pudieron usar alguna de las palabras utilizadas en los parajes del Campo de Montiel y aún de la zona inmediata de la Sierra de Segura, pues, solamente un viajero que había conocido varios países, lenguas y ambientes diferentes podría hacer gala de un léxico tan rico como el que muestra en el libro, pues, como afirma J. Marías en su texto “Cervantes, clave española”, Cervantes maneja todos los registros del lenguaje, desde los más elevados, alambicados, retóricos, arcaizantes, hasta los más populares, coloquiales, desgarrados, burlescos, la germanía, absolutamente todo; por lo que no cree que haya ningún otro autor que use con tanta seguridad, acierto y complacencia todos los registros del español; y que solamente con su obra se pueda reconstruir toda la lengua española de su tiempo, el vocabulario, los giros, los modismos, los refranes, los diferentes tonos, los niveles”.
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Ejemplar facsímil del Quijote. |
Cervantes fue coetáneo de otros ilustres visitantes de la zona como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús que había fallecido en 1582, interviniendo el escritor en el acto de beatificación de esta última celebrado el 25 de septiembre de 1614, con motivo de las justas poéticas organizadas, donde el autor declamaría un poema titulado “Por Miguel de Cervantes a los éxtasis de la Beata Madre Teresa de Jesús”, durante el cual una mascarada estudiantil representó también los imaginarios esponsales de Don Quijote y Doña Dulcinea, que ya eran personajes cervantinos famosos.
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Representación de la obra de Miguel de Cervantes. |
Bibliografía consultada
-El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Felipe González Rojas, Editor. Madrid, 1894
-Don Quijote de la Mancha. Real Academia Española de la Lengua. Edición del IV Centenario. Santillana Ediciones. Madrid 2004
-Corchado Soriano, M. “Pasos naturales y antiguos caminos entre Jaén y la Mancha”.Boletín del Instituto de Estudios Giennenses nº 38, pp.9-40. Jaén, 1963
-Marías. J. Cervantes clave española. Alianza Editorial.Madrid, 1990
-Rodríguez Castillejo. J. Don Quijote por los Campos de Montiel. Ciudad Real, 1999
-Rodríguez Perea, S. Desde un lugar de La Mancha. Ciempozuelos, 1997
-Spunberg, Alberto. Miguel de Cervantes. Ediciones Rueda. Madrid, 2003
-Trapiello. A. Las vidas de Miguel de Cervantes. Ed. Planeta. Barcelona, 1993
-Al morir don Quijote. Ediciones Destino. Barcelona, 2006
-Villaverde Gil, A. Viaje por La Mancha de don Quijote y Sancho. Aache Ediciones. Guadalajara, 2002
-Vizcaíno, J.A. Caminos de La Mancha. Ediciones Alfaguara. Madrid, 1966
-Zamora Moreno, C. Chiclana de Segura. Egedsa. Sabadell, 2005
En el presente artículo pasamos a revelar el largo periplo que se tuvo que pasar para convertir en realidad la notable aspiración de dotar a nuestro pueblo de un instituto de enseñanza secundaria. La exitosa gestión, contó con el decidido apoyo de diversos colectivos sociales, educativos y de los ayuntamientos afectados por una planificación educativa que hubiera supuesto una marginación para muchos jóvenes de nuestro pueblo y otros pueblos colindantes, que afortunadamente se pudo corregir gracias al esfuerzo de todos. Aquí quedan reflejadas las particularidades de una gestión que proporcionó a Puente de Génave de un importantísimo servicio del que están disfrutando numerosas generaciones de jóvenes de nuestro pueblo y comarca.
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Fachada principal del centro. |
NUESTRO INSTITUTO. SU HISTORIA.
( j.t. )
La historia de nuestro instituto, el IES Valle del Guadalimar, es una historia repleta de obstáculos y dificultades. En primer lugar, porque en el Mapa Escolar que presentó la Junta de Andalucía de forma provisional allá por 1995, para la aplicación de la LOGSE, no se contemplaba la existencia de este centro en nuestro pueblo al no haber los alumnos suficientes establecidos en dicha normativa provisional, con lo que los alumnos de Puente de Génave se tendrían que haber desplazado a Arroyo del Ojanco al finalizar segundo curso de secundaria, pues era Arroyo del Ojanco donde el nuevo mapa establecía la creación de un Centro de Secundaria. Inmediatamente, desde el Ayuntamiento, se establecieron los criterios, con el apoyo de la comunidad educativa local y en coordinación con los Ayuntamientos de Villarrodrigo y de Génave, para interpelar a la Consejería de Educación y proponer una alternativa que finalmente fue aprobada tras no pocos esfuerzos. De esta forma se contempló la creación de un centro de secundaria en Puente de Génave donde asistirían los alumnos de las localidades mencionadas y los núcleos de población de Peñolite, Los Pascuales, Los Llanos, Venta San José y Bonache, para así “ahorrar” un gran número de kilómetros, hasta cerca de cincuenta, y tiempo en sus desplazamientos, al no tener otra alternativa en el mapa escolar que los centros de Siles y el de Arroyo del Ojanco al nuevo centro solicitado por nuestro pueblo. Ante el requerimiento se ofertaron locales y se hicieron todo tipo de gestiones para finalmente conseguir que la Junta, y su departamento de educación a través de la Delegación de Educación en Jaén, incluyera nuestro instituto en el Mapa Escolar Andaluz definitivo.
De esa forma, durante el curso 1997/98, se creó la Sección Educativa dependiente del IES Doctor Francisco Marín de Siles, para impartir estudios de secundaria en nuestro pueblo. Así los alumnos de 1º y 2º de ESO ya no estarían en el colegio San Isidro Labrador y, además, los alumnos de 3º y 4º de ESO no tendrían que viajar para ir a Siles o Beas de Segura.
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Actividades educativas del centro. |
Ya en el verano de 1998, se hicieron las obras necesarias para habilitar los locales de la Escuela de Agricultura Ecológica con seis aulas, además de otras pequeñas dependencias que harían la función de sala de profesores, departamentos, secretaría, sala de reuniones y aula de apoyo, siendo la calle el lugar reservado para el recreo, situación precaria que duró más de tres años. Paralelamente al inicio de las clases, se asignan los terrenos, se adjudica la redacción del proyecto de obras, que tardará más de la cuenta en ejecutarse, se licitarán las obras y se adjudican a la empresa Beltrán Campos de Baeza, que había competido con otras dos empresas constructoras de Madrid y de Sevilla.
Es fácil imaginar que ese primer curso contó con una ardua planificación que sirvió para captar alumnos, previsión de unidades y profesores, secuenciación de objetivos, elaboración de programas de actividades extraescolares y un plan de tratamiento de temas transversales; siendo doce profesores, algunos compartidos con el instituto de Siles, los que atendieron, en ese curso inicial, a seis grupos de ESO (un primero, dos segundos, dos terceros y un cuarto).
El curso siguiente 1999/2000, se tuvo también seis grupos, con la misma distribución que el curso anterior. Ese año ya se contó con profesor de Educación Especial y con dos aulas prefabricadas para aliviar estrecheces, incluso se acondicionó un sótano para utilizarlo como taller de tecnología. Era evidente que las instalaciones no eran las más idóneas, ya que incluso, cuando se producían lluvias, las humedades eran grandes e incluso se llegó a padecer inundaciones.
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Actividades docentes del centro. |
A pesar de las dificultades, en el curso 2000/01 ya eran siete los grupos al añadirse una nueva clase de cuarto y se pudo contar con un aula de educación especial; pero el prometido nuevo edificio no llegaba a pesar de tener un enorme incremento de matrícula por haber conseguido dejar de ser una sección del instituto de Siles, para así convertirnos en centro educativo reglado, posibilitando la incorporación de nuevos alumnos de tercero y cuarto procedentes de Génave y Villarrodrigo y de las pedanías circundantes: Peñolite, Los Pascuales, Los Llanos, Venta San José y Bonache. Esto en la práctica produjo enormes problemas de espacio y masificación en las precarias instalaciones provisionales con las que se disponía, lo que provocó mayor urgencia en la finalización de la obra del edificio nuevo en Pedronares. Pero la obra, que debería haber finalizado en mayo de 2001, se fue demorando a pesar de las sucesivas promesas de la empresa constructora, hasta que, finalmente, ésta presenta suspensión de pagos a primeros del año 2002. Afortunadamente, la Intervención Judicial no se opone a la resolución del contrato con el Ayuntamiento, con lo que se podrá finalizar la obra adjudicándola a otra empresa constructora, haciendo las gestiones desde el Ayuntamiento, colectivos de padres y personal docente frente a la Delegación de Educación en Jaén para una recepción parcial del edificio, aún inacabado (faltaba pequeños detalles estructurales, el gimnasio y acondicionar pistas deportivas), y así poder trasladar, a finales del mes de abril de 2002, todo el material, cosa que se hizo en tan sólo un fin de semana, para iniciar la dinámica docente en unas nuevas instalaciones del Instituto de Enseñanza Secundaria Valle del Guadalimar, nombre que se le otorgó al centro tras convocar votación entre padres, alumnos y personal docente, aprobándose posteriormente en Consejo Escolar y trasmitido a las autoridades educativas.
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Rótulo identificativo de la Junta de Andalucía |
La obra se reinició durante el curso 2002/03 por otra empresa adjudicataria, recibiendo sus clases de forma ya normalizada otros siete grupos: un primero, dos segundos, dos terceros, dos cuartos y un desdoble para diversificación curricular. Todo ello, a pesar que la obra discurría a ritmo excesivamente lento, especialmente la del gimnasio, no siendo concluidas hasta los últimos meses del año 2004, donde ya se pudo disfrutar de un perfecto y completo equipamiento docente.
Un largo periplo que, de todos modos, ha merecido la pena. Las cosas, muchas veces, la inmensa mayoría de veces, cuestan más de lo esperado, por lo tanto, vamos a felicitarnos porque nuestro pueblo cuenta con un importante servicio, que se suma a nivel educativo al colegio de educación primaria San Isidro Labrador y a la escuela infantil Carmen Medina, dotando a nivel educativo a nuestro pueblo de unos servicios educativos plenos que nada tienen que envidiar a los de poblaciones de mayor tamaño que Puente de Génave.
Con motivo de la celebración del Día de Andalucía, desde este blog, queremos seguir con la serie de artículos relacionados con nuestra tierra. Anteriormente, y siempre en fechas cercanas al 28 de febrero, dedicamos artículos a Blas Infante, a la bandera, al himno o a su escudo; todos ellos símbolos que nos identifican. En esta ocasión nos centraremos en el territorio y su evolución histórica hasta llegar a ser estructurado como una entidad, que abarca a las ocho provincias, de gestión y autogobierno.
HISTORIA DE UNA TIERRA.
( j t )
En la actualidad entendemos como delimitación territorial de Andalucía la contemplada en el Estatuto de Autonomía Andaluz aprobado por los andaluces, en referéndum el 20 de octubre de 1981; constituyendo Andalucía como comunidad autónoma del Estado español. No obstante, debemos considerar que este territorio no siempre tuvo los mismos componentes ni la misma estructuración por lo que pasamos a exponer brevemente su historia anterior hasta la actualidad hasta llegar a ser considerado nacionalidad histórica por la Constitución Española de 1978. La primera de las consideraciones sería su posición geoestratégica en el extremo sur de Europa, entre esta y África, entre el Atlántico y el Mediterráneo, así como sus riquezas minerales y agrícolas y su gran extensión superficial de 87 597 km², formando una conjunción de factores que hicieron de este territorio un foco de atracción de muchas civilizaciones ya desde los inicios de la Edad de los Metales.
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Delimitación territorial de Andalucía |
Su situación geográfica como nexo entre África y Europa, hace que algunos historiadores apunten a que los primeros homínidos europeos, previo paso del Estrecho de Gibraltar procedentes de África, se ubicaron en el territorio andaluz. Posteriormente, las primeras culturas que se desarrollaron en este entorno como fueron la de Los Millares, El Argar o Tartessos, tuvieron un claro matiz orientalizante, debido a la clara influencia que pueblos del Mediterráneo oriental ejercieron desde sus actividades comerciales coloniales al asentarse en sus costas en busca de sus riquezas, dejando un gran desarrollo civilizador. Fueron principalmente griegos y fenicios los protagonistas de esta influencia, derivando en un próspero momento histórico que tuvo hitos como la fundación de Cádiz, la ciudad más antigua de Europa occidental, seguida en antigüedad por otra ciudad andaluza, Málaga.
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Ámbito territorial de la civilización de Tartesos |
Posteriormente, este territorio quedó incorporado plenamente al Imperio Romano con su conquista, creándose la provincia de la Bética, subdivisión de una primitiva provincia que data de conquista romana llamada Hispania Ulterior. Dada su condición de provincia senatorial debido a su altísimo grado de romanización, fue la única provincia de Hispania en ostentar esta condición, teniendo gran importancia económica y política dentro del Imperio, al que aportó numerosos magistrados y senadores, además de las figuras sobresalientes de los emperadores Trajano y Adriano. Serán las invasiones germánicas de vándalos y posteriormente de visigodos las que ocuparon estas tierras, aunque no hicieron desaparecer el papel cultural y político de la Bética y durante los siglos V y VI. De esta forma, los terratenientes béticorromanos mantuvieron prácticamente su independencia impositiva, aunque no política, con respecto a Toledo que era la capital visigoda, destacando figuras dentro de la cultura, la política o la religión como San Isidoro de Sevilla o San Hermenegildo.
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Bética romana. |
De todos es conocido que en el 711 se produjo una importante ruptura cultural con la conquista musulmana de la península ibérica. El territorio andaluz fue el principal centro político de los distintos estados musulmanes de Al-Ándalus, que así denominaron a este dominio peninsular del que sólo escapaban las zonas montañosas del norte, siendo Córdoba la capital y uno de los principales centros culturales y económicos del mundo por aquel entonces. Este período de florecimiento culminó con el Califato Omeya de Córdoba, donde destacaron figuras como Abderramán III o Alhakén II. Posteriormente, en el siglo XI, se produjo un período de grave crisis política que fue aprovechado por los reinos cristianos del norte peninsular para avanzar en sus conquistas y por los distintos imperios norteafricanos, como almorávides o almohades, que se fueron sucediendo ejerciendo su influencia en todo Al-Ándalus y también establecieron sus centros de poder en la península en Granada y Sevilla, respectivamente. Entre estos periodos de centralización de poder, su produjo la fragmentación política del territorio peninsular en diferentes fases y periodos de reinos de taifas. Entre estos reinos de taifas, el Reino nazarí de Granada, tuvo un papel histórico y emblemático destacado.
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Territorio andaluz durante la dominación árabe |
La Corona de Castilla fue conquistando paulatinamente los territorios del sur peninsular. Fernando III personalizó la conquista de todo el valle del Guadalquivir en el siglo XIII. El territorio andaluz quedó dividido en una parte cristiana y otra musulmana hasta que en 1492 la conquista de la península ibérica finalizó con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos. No obstante, este reino de Granada, mantuvo su singularidad administrativa dentro del contexto de los territorios de la corona castellana debido, sobre todo, a su carácter emblemático como culminación de la Reconquista y al hecho poseer una serie de particularidades que lo diferenciaban del resto de territorio andaluz reconquistado en el siglo XIII, más de dos siglos antes. A pesar de las claras similitudes entre la Andalucía del Guadalquivir y el reino de Granada, se mantuvo la diferenciación administrativa entre el reino de Granada y el resto del Andalucía distribuida en los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla, pues Granada fue el único reino que realmente gozó de una entidad política, administrativa y militar propia, mientras que los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén poseyeron la titulación, pero no la estructura de reino pues su administración fue unificada en un ente superior llamado Andalucía.
De este modo, el sur peninsular quedará dividido desde 1492, y hasta 1833, en dos entidades administrativas, Andalucía por un lado y el reino de Granada por otro, cada cual con su estructura administrativa, judicial y militar propia; es decir, cada entidad conservó su propio notario mayor, adelantado mayor, capitán general, chancillería, su audiencia y su entidad religiosa con arzobispado con sede una en Sevilla y otra en Granada. De este modo, con el establecimiento de sus representantes directos en Granada tras la Reconquista, los reyes dejaron clara la diferenciación entre Andalucía y Granada, presidida esta última por una tetrarquía político-religiosa, encabezada en sus inicios por el arzobispo Hernando de Talavera, el conde de Tendilla, Andrés Calderón y Hernando de Zafra.
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La Andalucía de los dos reinos. |
Debemos considerar que la existencia, en el reino de Granada, de una gran población morisca marcaba una diferencia fundamental entre el reino recién incorporado y la parte de Andalucía consolidada dos siglos atrás como territorio castellano. No obstante, tras la Rebelión de las Alpujarras y la expulsión de los moriscos, las peculiaridades socioculturales del reino de Granada respecto a los otros reinos andaluces fueron diluyéndose progresivamente, aunque mantuvo la estructura administrativa propia, pero el hecho de que la repoblación, tras la expulsión morisca, de dicho reino se realizara mayoritariamente por andaluces del resto del territorio, propició que la noción de unidad territorial de toda Andalucía se extendiera, de hecho, al conjunto de los cuatro reinos, identificados en algunas fuentes en el siglo XVII con la antigua provincia Bética y frecuentemente denominados los "cuatro reinos de Andalucía", al menos desde mediados del siglo XVIII, incluso apareciendo así en un mapa de la península ibérica datado en 1770, aunque debemos decir que fruto de una consideración meramente geográfica y nominal pues ambas entidades siguieron conservando sus propia administración, cuestión que perduró hasta 1833 hasta la división administrativa y provincial de Javier de Burgos. Así pues, desde mediados del siglo XVIII los reinos de Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada, comenzaron a denominarse conjuntamente como los cuatro reinos de Andalucía, ocupando casi la misma extensión que la actual comunidad autónoma de Andalucía.
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S. XVIII. Delimitación de los cuatro reinos andaluces |
El estallido de la guerra de la Independencia, en mayo de 1808, establece un nuevo orden de la mano de Napoleón, que pone a su hermano José Bonaparte en el trono. En 1810, el gobierno bajo control francés, intenta ordenar el territorio, dividiéndolo en 38 prefecturas, al estilo de las establecidas en Francia, y 111 subprefecturas, según el proyecto del ingeniero y matemático José María Lanz. Las prefecturas recibirían nombres relativas a accidentes geográficos, fundamentalmente ríos y cabos. Esta división hacía tabla rasa de los condicionantes históricos, pero nunca llegó a entrar en vigor, pues el gobierno de José I tan solo controlaba una parte del territorio español y, por otra parte, Napoleón planeaba la incorporación a Francia de las tierras al norte del Ebro. Se crearon 38 prefecturas peninsulares más Baleares y Canarias, quedando en lo que respecta a nuestro territorio dividido en seis prefecturas, además de otra que nos afectaba de forma parcial al incluir la totalidad de las tierras de la Sierra de Segura de Jaén y Granada. La composición es la siguiente:
Prefectura del Genil, con capital en Granada (provincias de Almería y Granada) con las Subprefecturas en Granada, Almería y Baza.
Prefectura del Guadalete, con capital en Jerez de la Frontera (provincia de Cádiz) con las subprefecturas en Jerez de la Frontera, Cádiz y Ronda.
Prefectura del Guadalquivir Alto, con capital en Jaén (provincia de Jaén) con las subprefecturas en Jaén, Úbeda y La Carolina.
Prefectura del Guadalquivir Bajo, con capital en Sevilla (provincias de Huelva y Sevilla) con las subprefecturas en Sevilla, Ayamonte y Aracena.
Prefectura del Guadalquivir y Guadajoz, con capital en Córdoba (provincia de Córdoba) con las subprefecturas en Córdoba, Écija y Lucena.
Prefectura del Salado, con capital en Málaga (provincia de Málaga y sureste de la de Sevilla) con las subprefecturas en Málaga, Osuna y Antequera.
Prefectura del Segura, aunque mayoritariamente fuera de la delimitación de la actual Andalucía, que tenía capital en Murcia (provincia de Murcia, noreste de la de Granada, parte central de la de Albacete y la vega Baja del Segura de la provincia de Alicante) con las subprefecturas en Murcia, Cartagena, Albacete y Huéscar.
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Mapa de las prefecturas francesas. |
La Guerra de la Independencia impidió adoptar todas estas reformas, pero propició que las Cortes de Cádiz, en 1811, derogaran los señoríos jurisdiccionales, desapareciendo así la división entre señorío y realengo, permitiendo crear 32 provincias, según el nomenclátor de Floridablanca, con algunas correcciones, que no será definitiva pues en 1813 encargan una nueva división provincial a Felipe Bauzá, que determina la existencia de 36 provincias, con siete provincias subalternas, con criterios históricos. Pero nada de esto se llegó a concretar, y el regreso de Fernando VII supuso la vuelta al Antiguo Régimen y la vuelta a dividir España en 29 intendencias generales y 13 consulados. Poco después, con la llegada nuevamente del liberalismo tras el levantamiento del general Riego, durante el Trienio Liberal (1820-1823), se impulsa la construcción del Estado liberal, y con él se promueve una nueva división provincial, aunque primero se recuperan las diputaciones de 1813. Se trataba de que esta división alcanzara a todo el país, sin excepciones, y fuera la trama única para las actividades administrativas, gubernativas, judiciales y económicas, según criterios de igualdad jurídica, unidad y eficacia. Por esa razón, en enero de 1822, se diseña y aprueba, con carácter provisional, una división provincial de España en 52 provincias, apareciendo ya con su diseño prácticamente idéntico al actual las provincias de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, al asumir el territorio provincial el nombre de la ciudad que ostentaba su capitalidad. Algunas de estas provincias aparecen por primera vez, como las de Almería y Málaga (desgajadas del tradicional Reino de Granada) o Huelva (del Reino de Sevilla), mientras que la comarca de la Sierra de Segura continuaba pareciendo vinculada a Murcia. Es cierto que este proyecto hace pocas concesiones a la historia, y se rige por criterios de población, extensión y coherencia geográfica, existiendo una voluntad de superar los nombres históricos y adjudicando a ciudades relevantes el título administrativo de capital provincial. Pero la caída del gobierno liberal y la restauración del absolutismo dio al traste con el proyecto y en 1823 se restablecen las provincias del Antiguo Régimen por lo que el plan de 1822 nunca llegó a entrar en vigor.
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Delimitación provincial de 1822 |
No será hasta 1833 cuando se vuelve a acometer una reforma provincial. Será Javier de Burgos quien incluirá a 49 provincias, agrupando por primera vez las provincias en regiones, pero no teniendo ningún tipo de competencia u órgano administrativo o jurisdiccional común a las provincias que agrupaba, teniendo la adscripción a regiones un carácter clasificatorio, sin pretensiones de operatividad administrativa. Este Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 en su Artículo 2 define a Andalucía comprendiendo los reinos de Córdoba, Granada, Jaén y Sevilla, se divide en las ocho provincias siguientes: Córdoba, Jaén, Granada, Almería, Málaga, Sevilla, Cádiz y Huelva. Del antiguo reino de Granada se extrajeron íntegramente la provincia de Almería, la de Granada y la mayor parte de la provincia de Málaga. La provincia de Jaén se formó uniendo las localidades del antiguo reino de Jaén, excepto los municipios de Belmez y Villafranca de Córdoba que se incorporaron a Córdoba, pero sumándole dos poblaciones que hasta entonces pertenecían a La Mancha como fueron Beas de Segura y Chiclana de Segura, también los lugares de Benatae, Génave, Orcera, Santiago de la Espada, Segura de la Sierra (con los agregados de La Puerta y de Bujaraiza), Siles, Torres y Villarrodrigo que hasta ese momento pertenecían al reino de Murcia y por último, la nueva provincia de Jaén, incorporó dos enclaves del reino de Granada como fueron Bélmez de la Moraleda y Solera (municipio hoy integrado en Huelma). El antiguo reino de Córdoba fue la base de la nueva provincia cordobesa, a la que se unió los lugares, hasta entonces, de Extremadura como Belalcázar, Fuente la Lancha, Hinojosa del Duque y Villanueva del Duque; también los dos enclaves del reino de Jaén ya nombrados de Belmez (que incluía el municipio de Peñarroya-Pueblonuevo que se segregó en 1886) y Villafranca de Córdoba, anteriormente llamada Villafranca de las Agujas; pero perdiendo el municipio de Chillón con, en aquel entonces aldea, Guadalmez que pasaron a pertenecer a Ciudad Real. Mientras que del antiguo reino de Sevilla se delimitaron la actual provincia de Sevilla a la que se incorporó la población de Guadalcanal, que hasta entonces pertenecía a Extremadura, pero perdiendo en beneficio de Badajoz las poblaciones de El Bodonal, Fregenal de la Sierra e Higuera la Real; la provincia de Huelva incorporando Arroyomolinos de León y Cañaveral de León, que hasta entonces pertenecían a Extremadura y la totalidad de la provincia de Cádiz.
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Incorporaciones territoriales a la delimitación provincial de Javier de Burgos. 1833 |
Una de las primeras expresiones de la estructuración provincial de Andalucía fueron las juntas provinciales de 1835, federadas en la Junta Suprema de Andalucía; aunque el primer intento de regionalizar la península lo realizó Patricio de la Escosura que promulgó un decreto el 29 de septiembre de 1847, aunque apenas tuvo vigencia, que dividía la península en once gobiernos generales, quedando el territorio andaluz dividido en dos con la región de Andalucía, con capital en Sevilla que agrupaba las provincias de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Huelva; y la región de Granada, con capital en Granada que agrupaba las provincias de Granada, Málaga, Almería y Jaén.
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Región de Andalucía y región de Granada |
Posteriormente, en 1873, durante la Primera República Española, se elaboró un proyecto de Constitución que definía a España como una República Federal, integrada por diecisiete Estados con poder legislativo, ejecutivo y judicial. Según los artículos 92 y 93, estos «Estados» tendrían una «completa autonomía económico-administrativa y toda la autonomía política compatible con la existencia de la Nación», así como «la facultad de darse una Constitución política»; pero esta constitución, que nunca llegó a adoptarse, nada señala sobre las provincias, cuestión que dejaba en competencia de los 17 Estados miembros, entre los cuales, según su artículo primero, se encontraba Andalucía Alta que abarcaba los actuales territorios de Sevilla, Córdoba, Huelva y Cádiz; y Andalucía Baja agrupando a los de Málaga, Jaén, Almería y Granada.
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Estados federales durante la I República |
Posteriormente, en 1884, Segismundo Moret presentó un nuevo proyecto de ley de 6 de enero de 1884, que distribuía la península e islas adyacentes en quince regiones administrativas y políticas, insistiendo en la idea, dentro de nuestro ámbito geográfico, de dos regiones, la de Granada con Almería, Granada, Jaén y Málaga; y la región de Sevilla con Cádiz, Córdoba, Huelva y Sevilla. Será siete años después cuando se produjo otro intento de regionalización que tampoco se llegó a consumar, en este caso promovido por Francisco Silvela. Mediante una Real Orden de 20 de julio de 1891 y un Proyecto de Ley en la misma fecha que dio cuenta de la intención de organizar el gobierno de la península, Canarias y Baleares en trece regiones que llegarían a obtener algún tipo de consideración autonómica y que insistía, en nuestro territorio con las dos anteriormente dichas de Sevilla y Granada, pero que tampoco llegó a tener efectos administrativos.
En 1931 con la llegada de la Segunda República Española, cuando se introdujo en la Constitución la posibilidad de que las regiones que componían España se convirtiesen en autonomías. Así, en 1932 Cataluña aprobó su Estatuto de autonomía, mientras que las provincias Vascongadas, aunque aprobaron su estatuto autonómico, no la consiguieron hasta 1936; mientras que en Galicia también se redactó un estatuto de autonomía, que fue aprobado en referéndum por el pueblo gallego pero que, al estallar la Guerra Civil, no entró en vigor; y por último Andalucía, con un estatuto promovido por Blas Infante, que quedó redactado pero sin llegar a ser presentado en referéndum ante el pueblo andaluz, en el que se agrupaban las dos regiones tradicionales en que se había dividido el territorio, Sevilla y Granada, para forma una sola con la denominación de Andalucía. Con el final de la guerra civil y la dictadura de Francisco Franco las regiones pierden su importancia política pasando toda gestión territorial a las diputaciones y a los Gobiernos Civiles de cada provincia.
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Regiones con derecho autonómico durante la II República |
No será hasta la democracia en 1975 cuando vuelva a tener sentido hablar de las regiones de España. Cuestión que se reafirma poco después con la aprobación de la Constitución de 1978, en su título VIII capítulo tercero, determina la creación y estructuración del estado autonómico, siendo el 31 de julio de 1981 cuando UCD y PSOE aprueban los pactos autonómicos por los cuales España se vertebra en 17 comunidades autónomas y dos ciudades autónomas (estas últimas lo serán oficialmente en 1995), dividiéndose cada autonomía en varias provincias, excepto aquellas formadas de manera uniprovincial.
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Estado autonómico reconocido en la Constitución de 1978 |
La Comunidad Autónoma Andaluza, considerada como comunidad histórica y por lo tanto siguiendo el proceso contemplado en el artículo 143 de la Constitución, por el que se alcanzan de forma más rápida la plena gestión competencial, consideración ganada a pulso por los andaluces tras el referéndum del 28 de febrero de 1980.
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Referendum andaluz por la autonomía |
Este marco legal sirvió para la redacción del Estatuto de Autonomía andaluz, redactado el 12 de febrero de 1981 y aprobado en referéndum por los andaluces el 20 de octubre de ese mismo año, 1981, determinando en el mismo que el territorio autonómico se compone de las ocho provincias históricas de Huelva, Cádiz, Sevilla, Málaga, Córdoba, Jaén, Granada y Almería que se correspondían territorialmente, salvo pequeñas modificaciones, con la división provincial establecida por Javier de Burgos en 1833.
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Estatuto de Autonomía Andaluz. 30 diciembre 1981 |